Jesús ha recibido una llamada, y, sí, ha sido el comisario.
He publicado un mail sobre una eterna causa política, y no alcanzo a responder sobre todas las cuestiones que se plantean: hasta debo hacerlo fuera de lugar y entre líneas. Germán: que no te engañen ni procedencias ni manipulaciones intencionadas: el catalán no es un idioma patrimonio de clases altas ni se intenta imponer con un efecto pretendidamente colonial; los efectos de su prohibición a lo largo de años y años no han sido mitigados aún: mírame aquí, aún resultándome más sencillo encontrar las palabras en español cuando escribo. Observa a los niños bilingües perfectos cómo usan uno u otro idioma en sus conversaciones de manera completamente natural. Toda esa riqueza proviene de eso tan denostado llamado inmersión lingüística. Y referente a ese tema, lo tendría muy claro, si de mí dependiera, el catalán sería en Catalunya la única lengua oficial, siendo cooficiales un montón de otras: castellano, inglés, chino, árabe...ese es el espíritu. Bienvenido todo el mundo que quiera vivir aquí.
Y lo que me queda, aún.
Pero resulta que yo dije que escribiría mi blog para hablar de otras muchas cosas. Y, por culpa del disco de The XX ando oyendo más música de la que acostumbraba: mal hecho: la música es un perro que te hace masaje con la pata, sin pedir nada a cambio. Y claro que me sé el disco de The XX de memoria. Pero su efecto colateral es irlo combinando con otros para su escucha. Segundos y terceros discos que muchas veces solamente han respondido al bastardo interés de ser alternativas al principal que siempre quería oír. Así ha sido como me he zambullido en dos discos de retorno de cierta relevancia.
Supongo que por problemas legales, Kevin Rowland no puede seguir empleando el nombre Dexy's Midnight Runners: los corredores de medianoche de la dexhedrina. Contundente nombre con oda anfetamínica para un grupo que fue siempre con el paso cambiado. Primero vestidos de estibadores, luego de granjeros bizarros, en su, ya penúltimo disco (1985!) de especie de proto-dandies. No es que fuera un gran seguidor; de hecho cuando publicaron Too-rye-ay, en plena fiebre del tecno-pop, pensaba que esas pintas merecían un mínimo de un par de bofetadas por cabeza: a pesar de la curiosamente emocional música de aires campestres que el disco contenía.Supongo que para que la gente recuerde quien era, Kevin Rowland ha empleado el estúpido nombre de Dexys para publicar ese disco de regreso: One day I'm going to soar es un retorno no solicitado e inesperado: nadie tiene paciencia para esperar 27 años. Aunque Magazine tardaron más, para nada puede compararse la popularidad de unos y otros. Come on Eileen debe haber contribuido con sus royalties a hacer llevadera la existencia de Rowland todos estos años, y la publicación de este nuevo disco parece una especie de capricho o de ajuste de cuentas con un pasado, el suyo, que se remonta al fracaso de su tercer disco, ejercicio de extraño soul con partes habladas al que la gente dio la espalda, en búsqueda de los estribillos festivos de su obra anterior. One day I'm going to soar es un agradable disco de soul con ciertos regustos celtas. Con canciones en tonalidades cálidas, de aires instantáneamente clásicos, gracias, supongo, a la experiencia como oyente de Rowland y a la presencia del ex-Style Council Mick Talbot, toda una institución como héroe en segundo plano.
Me desconcierta sumamente que el disco se inicie con una canción llamada Now, que parece un medley de música soul, una especie de demo de lo que es el disco. Como si el grupo considerara injusto el trato recibido del mundo y se obstinase en afirmarse y en demostrar su capacidad. Como una especie de pachanga o fanfarria inicial, ese primer tema, casi siete minutos con cambios de ritmo y de melodía, me aleja de comprender el sentido del disco. El sentido del disco de un grupo de una época en que los discos, los LPs, debían tener sentido: no eran todas las canciones capaces de caber en los 80 minutos de un CD en orden de mayor a menor importancia. Ni Now, esa canción, ni It's o John Joe, extenso último tema con regusto melancólico, acaban de transmitirme el mensaje del sentido de ese regreso. Si quiere reivindicarse, el tono resulta extraño. Si no podía dejar de enseñar su obra el mundo, no sé por qué no lo hizo durante 27 años.
Otro regreso: Elysium es el último disco de los Pet Shop Boys. Enorme respeto por Pet Shop Boys, que muestro con este link donde se habla de Introspective, una de las portentosas obras que grabaron en sus años de esplendor:
http://www.rockdelux.com/search/?s=introspective;opt=artist;exact=true;cat=183
Porque lo que es Elysium es el montón más absoluto de tópicos que pueden grabar hoy en día: inconcebible que canciones tan insípidas en todos los aspectos puedan ser composiciones del mismo grupo que dinamitó conceptos hace más de 20 años: que dio calidez a la electrónica y fue referencia a base de inquietud y coherencia. ¿Alargar una carrera de esta manera?. Planteároslo, chicos. Más de quince años hace que no retengo una nueva canción vuestra. Y no voy a poner ninguna de las nuevas aquí. Por vuestro bien.