MI HIJA SE CONVIRTIÓ EN MI AMANTE
Cuando eres padre asumes que tienes que afrontar los cambios en tus hijos. Estos cambios suceden muchas veces más rápido de lo que nos damos cuenta, y también de lo que deseamos, sobre todo cuando tienes una hija que ya está en la adolescencia.
Clara, distinta Clara. Como decía la canción. Mi hija se llama Clara. Le pusimos ese nombre medio en broma medio en serio, porque según mi mujer, la concebimos una noche mientras sonaba esa canción en la vieja radio que teníamos encendida en el salón.
Esa tarde Clara llega pronto de clase, pienso que tal vez se haya saltado la última, pero veo que deja la mochila sobre la silla, viene rápido hasta mí y me da un abrazo como si hiciera años que no nos viéramos.
-Que contenta estoy papi. -me dice apretándome contra ella en una posición que no es normal para tu propia hija. Cualquiera que nos viera diría que estamos en una situación complicada, por lo que trato de zafarme de ella antes de que me aprete más el paquete.
-¿Y a qué viene esa felicidad? -le pregunto con mi hija ya un poco separada de mi-. ¿Y porque has vuelto hoy tan pronto del instituto?
-Teníamos una orientación deportiva papi. -me contesta mientras retrocede sus brazos hacia atrás como si se dispusiera a tomar impulso para echarse a volar.
.¿Orientación deportiva? -vuelvo a preguntarle enarcando la ceja como si no entendiera bien lo que me dice Clara.
-Voy a apuntarme al equipo de natación. Bueno, si mamá y tú me dais permiso para que me apunte, claro. -en ese momento baja el tono de voz y pone cara de niña buena cruzando las manos en un gesto que me parece tan tierno, que hace que algo que no debería despertarse ahí abajo, se despierte.
Trato de disimular el posible bulto que se esté formando en el pantalón, situándome detrás de la silla, mientras Clara sigue en esa postura esperando mi respuesta. No va a esperar a que venga su madre para que yo le conteste, aunque acaba de decir que espera el permiso de los dos, pero creo que se conformará por el momento con que yo se lo dé, o piensa que tal vez si yo acepto, su madre también lo haga de forma inmediata. Es la niña de sus ojos, pero más aun la de su padre, y eso mi hija lo sabe perfectamente.
-Por mi parte no tengo ningún problema hija. -le contesto tratando de salir de la situación tan incomoda que me está provocando Clara. Mi pene está erguido bajo la tela del pantalón, que forma un bulto bastante evidente si no fuera porque sigo paralizado tras la silla, y mi hija está más pendiente de mi respuesta que de la anatomía de su padre, cosa que por otro lado no creo que le interese especialmente. -Eso sí, esperemos a que tu madre vuelva del trabajo y le preguntas a ella. El hecho de que yo te haya dado el visto bueno no quita que luego tu madre te diga que no. -le comento para que no dé por sentado que ambos le diremos que sí. Aunque evidentemente quiero que mi hija haga ejercicio y se relacione con sus compañeros de clase. Hace tiempo, cuando empezó a venirle la regla lo pasó mal. Se encerraba en su cuarto y no quería salir en mucho tiempo, y solo se relacionaba con sus amigos y amigas cuando iba a clase. Ahora poco a poco ha ido saliendo del bache y se la ve más contenta. Si se apunta al equipo de natación será el empujón que necesita para dejar todo eso atrás.
-Gracias papi. -me dice tratando de quitar la silla que me hace de escudo de delante para abrazarme de nuevo.
Yo reacciono rápido y agachándome un poco, Clara es solo unos centímetros más baja que yo, le planto un beso en la frente, lo que hace que ella se conforme con ello. Un beso, aunque sea tan casto y puro como ese, es mucho más cariñoso que un abrazo y por fin consigo darme la vuelta y alejarme del salón.
-Ah, y no le digas a tu madre que me lo has preguntado a mi primero. -le digo asomando la cabeza por el umbral de la puerta del pasillo.
-Vale papi. -me dice Clara sonriendo de oreja a oreja y tirándome un beso con la mano.
¿Cuándo empezó todo esto? Me pregunto mientras me encierro en el lavabo y me echo agua por la cara tratando de que se me baje la erección que me aprieta a no poder más el pantalón.
¿Desde cuanto tu hija adolescente te provoca erecciones tal y como te las provocaba tu mujer cuando erais novios?
Quizá fue el día que se cayó de la bicicleta. Pienso. La pequeña bicicleta rosa que le regalamos su madre y yo. Estaba tan contenta, tan ilusionada, que el mismo día que se la dimos echó a pedalear con ella. No quiso que le pusiéramos los ruedines y salió casi corriendo por el parque donde solíamos ir antes.
Entonces Clara tropezó con la rueda delantera con una piedra, y la bici trastabilló un poco, quizá los ruedines no le hubieran servido de mucho para parar la caída, pero el hecho de que llevara aquel pantalón corto que yo me había negado a que se llevara, hizo que se raspase las rodillas.
Casi a la carrera llegué hasta ella que estaba caída de rodillas junto a la pequeña bici con los ojos en lágrimas que pude ver cuando llegué a su altura.
Al girarse del todo me fijé en sus preciosos ojos azules y su pelo rubio azotado por un pequeño viento que parecía que hubiese salido del cielo o del infierno, quien sabia, para hacer que me fijase en lo hermosa que era, y en ese momento aún más por lo frágil se veía.
La cogí en brazos con tan mala suerte, o buena, que sus nalgas, que se habían desarrollado más que las de las chicas de su edad, rozaron justo en mi entrepierna. Al notarse en mis brazos volvió a llorar aún más, no por el roce involuntario, si no tal vez por verse consolada por mí, hasta que mi mujer llegó por fin hasta nosotros y se la pasé para que la cogiera ella.
Ese simple roce, esa simple situación hizo que mi polla se empinara por primera vez con mi hija. Las miré a las dos mientras se alejaban, y me quedé paralizado sin atreverme a seguirlas hasta que Silvia mi mujer se detuvo a unos metros de mí, y me hizo un gesto como la cabeza como diciendo. “vamos” ¿qué haces ahí parado?
Llegamos hasta el coche, yo con la bicicleta de Clara que aparentemente estaba más ilesa que mi hija. La metí en el maletero, y me subí al coche tratando de que la erección no rozara con el volante. Silvia subió a Clara al asiento de atrás, y tras ponerle el cinturón, subió delante conmigo que acababa de echar el asiento hacia atrás.
Silvia me miró extrañada al verme en esa postura, como si hubiera engordado de repente, pero no me dijo nada.
Yo arranqué y durante todo el camino a casa me limité a mirar hacia delante, sin girarme para mirar a mi mujer ni a Clara.
Mi hija sollozaba de vez en cuando cogiéndose las rodillas raspadas, afortunadamente no le habían sangrado, y mi mujer la consolaba hasta que pudo sacar de su bolso unos clínex y pasárselos a nuestra hija que los puso sobre sus rodillas tratando de calmar su dolor.
Cuando llegamos por fin a casa, mi erección había desaparecido del todo. En uno de los semáforos donde paramos había vuelto a poner el asiento en su sitio.
Silvia curó a Clara, mi hija al parecer no había querido que su padre, su querido padre la curara a ella, y se conformó con que arreglara su pequeña bicicleta, y al final terminó dándome un abrazo cuando salió de su habitación con las rodillas cubiertas de gasas y esparadrapo.
Afortunadamente ese abrazo no produjo de nuevo en mi la erección que había provocado antes, y me dio las gracias con todas sus fuerzas, y salió corriendo a jugar a su habitación.
En el presente unos golpecitos en la puerta del lavabo me sacan de mi recuerdo.
-Papá. ¿Estás bien? -era Clara que me preguntaba desde el otro lado de la puerta.
Carraspeé un poco y que le dije que sí. Que me había dado como un golpe de calor y que había tenido que refrescarme la cara en el lavabo. Si supieras hija que golpe de calor me acababa de dar, pensé.
-Mamá ha llamado para decirnos que no podrá volver a casa hasta tarde. Le ha surgido un asunto de trabajo. ¿Me prepararás tu la cena, papi? -me preguntó deseosa de que le preparara su cena favorita. Salchichas con kétchup y mostaza.
A su madre no le gustaba que cenara ese tipo de comida basura, pero ¿qué le iba a hacer? Cada vez que me lo pedía de esa manera tan tierna no podía resistirme. Además, mi mujer estaría en ese momento comiéndose otro tipo de salchicha. Si, como lo oís. Tenía la seguridad de que me ponía los cuernos desde hacía tiempo, solo que no sabía con quién de nuestros amigos, ni tenía pruebas de ello, solo un olor a un perfume distinto del mío que notaba muchas veces en las que volvía, supuestamente, de trabajar.
-Claro tesoro. -le dije sin salir aun del lavabo, y ya sin la erección que me atormentaba-. ¿Verduras asadas? -pregunté para chincharla.
-Noooooo. Salchichas con kétchup y mostaza papaaaaa. -enfatizó mucho la a, como si no supiera que le estaba tomando el pelo.
-Valeee, pero no te manches que te conozco. -le dije sabiendo lo que iba a pasar.
La oí trotar por el pasillo de camino a la cocina tan contenta como siempre que le concedía su comida favorita, o jugar a lo que me pidiera, siempre que su madre no estuviera en casa, o si lo estaba, que no lo considerara peligroso.
Tiré de la cadena y me lavé las manos, quería que escuchara la cisterna para que no sospechara nada.
-Papi, me he manchado de kétchup. -me dijo cuando llegué a la cocina estirándose la camiseta que aparecía manchada de color rojo, como si se hubiera herido gravemente cuando entré en la cocina.
-Te lo dije cielo. No te manches, que te conozco, y no me has hecho caso.
-Intenté abrir el bote, pero estaba muy apretado, y me salpicó todo. -y puso cara de niña buena, esa cara que tan excitado me hacía sentir cada vez que la ponía, así como la forma en la que puso las manos antes, cuando me contó lo de apuntarse al equipo de natación.
La mancha de tomate hacia que sus pezones se marcaran bajo la tela, creía que la de la camiseta y el sujetador, pero cual fue mi sorpresa cuando vi que al levantarla para que la limpiara, no llevaba puesto el sujetador. Sus pechos juveniles, redondos y firmes, apuntaban directamente a mí, y en ese momento no supe si realmente lo estaba haciendo aposta, o seguía siendo la hija inocente que aun yo creía que era. Me sonrió sin maldad, por lo que mi duda se esfumó al instante. Seguía siendo la hija inocente que creía, pero no se daba cuenta desde aquella lejana tarde en la empezó a poner bruto a su padre cuando la miraba, y justo cuando más pura o inocente parecía.
-¿Me limpias papi? -me preguntó volviendo a poner cara de no haber roto un plato en su vida.
-Pero quítate la camiseta primero. Irá directa a la lavadora. Me giro para no mirarla más a sus pechos tan hermosos, y Clara se acerca a mi para darme la camiseta por lo que volvió a poner sus pechos a unos cms de mí.
Pensé en decirle que se tapara con una toalla o algo, pero entonces tal vez supondría que la miraba con ojos libidinosos. Estaba en esa edad justa en la que podría intuir lo que era el sexo, pero, aunque no tenga edad para practicarlo, seguramente se excitaría con visiones, pensamientos o sonidos.
Así que me armé de valor, traje una toalla del baño mojada bajo el grifo con algo de jabón, y procedí a pasarla por sus pechos suavemente tratando de no mirarlos directamente. Miraba a su cara, cosa que tampoco ayudaba demasiado, por lo que dirigí la vista de forma sutil a la estantería del salón situada detrás de nosotros.
-Te dejas unas manchas papi. -me dijo Clara señalando con su dedo a su pezón derecho.
-Esta bien. Déjame que termine este lado y ahora te limpio ahí. -vaya por dios, tenía que quedar una mancha precisamente en su pezón. Esa divina curva de color rosado rematada por una areola perfecta. ¿En qué momento se volvió todo tan excitante? Piensa, maldita sea, ¿por qué tu hija te la pone dura? No puedo evitarlo, ahora tengo que limpiar su pezón y no me queda más remedio que mirarlo, concentrarme en el pasando la toalla despacio sobre la redondez para no hacerla daño, cosa que debo hacer bien porque al pasar la toalla por ese punto Clara hace un respingo, señal de no que le duele, sino de que le produce cierto placer. Me concentró aún más sin hacerle daño, y ella vuelve a hacer un respingo acompañado de un suave jadeo que denota que está empezando a sentir placer. Placer prohibido porque su querido papá la está excitando solo limpiándola.
Ambos empezamos a sudar, pero afortunadamente la mancha ya se ha ido y puedo respirar tranquilo, aunque mi pequeño soldado se ha vuelto a poner en posición de firmes.
-Me ha gustado papi. -me dice Clara echándose un poco el pelo con gotas de sudor hacia atrás.
-Ya lo se. Es normal que te guste estar limpita después de cómo te acababas de manchar cielo. -le digo tratando de derivar a otro lado la conversación.
-No. Me refiero a que me ha gustado. -me vuelve a decir.
-Si, cielo. Estás limpita. Ahora a ponerte una camiseta limpia. -le digo tratando de huir de su pecho desnudo que se empieza a cubrir de gotitas de sudor también.
Clara en ese momento me agarra suavemente de la muñeca, más que agarrarme, es como si posara su mano sobre la mía.
-No te vayas papi. Tengo que decirte que he sentido placer mientras me limpiabas. -me dice con esa mirada que me derrumba, pero que hace que mi pene se endurezca al máximo.
-Es normal tesoro. -le digo sentándome en la silla mientras el bulto de mi pantalón queda a la vista-. Estoy tan excitado que no pienso con claridad, y me da igual que ella pueda fijarse en el. Los pezones de hombres y mujeres son una parte muy sensible del cuerpo. -sigo diciéndole-. Y al limpiarte pues te he rozado suavemente y lo has notado.
-Tú también lo has notado. -me dice inclinando ligeramente hacia abajo esa cabecita que me dan ganas de besar ahora mismo sin que haya nadie que me detenga, pero sé que no puedo hacerlo, y en represalia mi pene da un respingo-. Se mueve. Papi, tu cosa se mueve. -vuelve a decirme.
Dios, mi hija ha visto mi erección. Pero ¿de qué me arrepiento? Hace un instante me he sentado en la silla sin preocuparme por eso.
Aunque Clara ve como lo más normal del mundo que a su padre se le mueva su cosa, y como impulsada por un resorte, se sube en mi regazo, con su pecho desnudo rozando el mío, y con sus nalgas divinas sobre mi polla dura.
Se frota sobre ella sin ser consciente de que me está casi masturbando sin querer mientras se frota contra mi pecho y me besa en la mejilla agradeciéndome que la haya limpiado. Cuando se cansa se levanta, me da las gracias otra vez, y yo le digo que va a coger frio como siga medio desnuda.
Le traigo una camiseta limpia y le ayudo a ponérsela, cosa que no oculta que se le marquen más aun los pezones por ser algo más estrecha que la otra, al no llevar sujetador. Mi polla no quiere volver a su tamaño normal. Cuando terminemos de cenar tendré que hacer algo para que vuelva a estar en reposo.
Clara se hecha con cuidado el kétchup y la mostaza sobre las salchichas para no mancharse otra vez. No creo que le queden más camisetas limpias, mañana sin falta habrá que poner la lavadora. Había pensado en acompañar las salchichas con cebolla frita, pero debido la situación tan excitante que acababa de vivir, se me olvidó por completo.
Afortunadamente durante la cena Clara no vuelve a sacar el tema de la excitación, y yo tampoco evidentemente, no quiero volver a calentar la conversación, ya me costó un frotamiento inocente con sus nalgas, y mi polla sigue ahí tratando de destacar sobre todo lo demás, pero la guardo a buen recaudo bajo la mesa.
Después de cenar estoy lavándome los dientes cuando oigo que suena el teléfono. Cuando salgo, Clara me dice que mamá al final tiene que quedarse a trabajar por la noche y que pasará probablemente toda la noche trabajando. Si, trabajando pienso. Ya conozco tu clase de trabajo fuera de horas de oficina.
No le digo nada a ella, aunque creo que nuestra hija ya sospecha algo de lo que sucede, y aunque las chicas siempre se lleven mejor y tengan más confianza con sus padres, en el caso de Clara se ha hecho más patente desde hace un tiempo ya que parece que solo tiene ojos para mí.
Por la noche vemos la tele. Clara intenta mantenerse despierta, pero apenas puede hacerlo. Noto como se le cierran los ojos y da cabezadas de vez en cuando sobre mi hombro. Ha sido un día con demasiadas emociones, y eso que no ha podido contarle a su madre lo del equipo de natación.
La levanto del sofá en brazos y la llevo a su habitación. Se que está muy cansada y cuanto antes se duerma, mejor. Además, necesito quedarme solo para masturbarme por fin.
Clara, distinta Clara, extraña entre su gente, mirada ausente… ¿Por qué me venía a la cabeza esa canción ahora mismo? Solo quería masturbarme y dejar salir todo lo que llevaba acumulado que no era poco.
Clara se vio atrapada, abandonó el trabajo, se vino abajo… Otra vez la estrofa en mi cabeza, si Clara todavía tardaría unos años en trabajar si todo le iba bien. ¿Por qué me seguía viniendo la letra de la canción?
-Papi, he tenido una pesadilla. -era Clara que me hablaba desde el umbral de la puerta del salón. -¿puedo dormir contigo ya que no está mamá en casa? -me rogó con su carita de niña buena que hacía que le permitiera casi todo. Su pijama de cachorritos, algo infantil para su edad según mi gusto, y pequeño de talla, remataba la estampa. Su tela marcaba sobre todo sus pechos y sus incipientes caderas, que, sin ser excesivas, ya destacaban sobre todo en ese cuerpo que me iba a llevar a pecar.
-Claro cielo. -le contesté tratando de poner la mirada más limpia que pude, cuando en ese momento era todo lujuria. Mi hija me ponía a cien una y otra vez, sin ser consciente de ello, y ahora, además, quería dormir conmigo.
-Vale papi. -me contestó ella frotándose los ojos en un ademan típicamente infantil.
-Ve tu primero que tengo que ir al baño a orinar. -le dije.
-Si. Te espero allí y tendrás la cama calentita cuando llegues. -y se rio con ganas, aunque tenía mucho sueño. Esa mezcla de inocencia y madurez me volvía loco.
Entré en nuestra habitación donde ya estaba Clara en la cama como me había dicho. Tumbada de costado en el lado izquierdo. Yo me metí bajo las sábanas del lado contrario.
Era demasiado arriesgado intentar hacerme una paja con ella al lado, por lo que me giré hacia el lado contrario, y traté de dormirme.
Pero pasaron unos minutos y no lo conseguía. Mi pene estaba completamente erecto, tanto que me dolía como tantas veces cuando se empinaba.
En ese momento Clara se encontraba casi pegada a mi espalda. Notaba su respiración suave y su pelo acariciando levemente mi espalda. Una manita trata de acercase hasta mí.
-¿No puedes dormir papi? -me pregunta ella tratando de ahogar un bostezo. Parece que tampoco puede dormir bien.
-No tesoro. Hoy me cuesta un poco dormir. -le contesto dándome la vuelta para mirarla a la cara.
-Últimamente te noto triste, ¿es por mamá? -me dice con su carita de niña buena reflejada por la luz de la luna desde el exterior.
-Últimamente, como decírtelo, tu madre y yo estamos muy ocupados con el trabajo, y no tenemos demasiado tiempo para pasarlo juntos, ya sabes, a todas las parejas les pasa en determinados momentos de su vida.
-Ya lo sé papi. Te entiendo. Las parejas deben estar juntos todo el tiempo posible. Yo estoy siempre que puedo a tu lado, cuando no estoy en clase papi. -y diciendo esto acerca su mano hasta mi pierna izquierda a la altura del muslo, cerca de mi entrepierna. Yo duermo en calzoncillos y me fijo en que su mano esta casi llegando a esa zona prohibida. Con la otra mano Clara me acaricia el pelo y yo me vuelvo a excitar. Mi polla seguía empinada, como no seguirla teniendo empinada, y ella claramente lo ve.
-Papi, tu cosa vuelve a moverse. -me dice posando su mano directamente sobre mi pene que vuelve hacer que abulte el calzoncillo.
-Tesoro no debes tocarla. Mi cosa quiero decir. -le contesto con la voz pastosa. Me estoy poniendo muy nervioso y excitado a la vez mientras ella acaricia mi pene a través de la tela que empieza a mancharse con una gota de líquido preseminal.
-Yo siempre estaré contigo papi. Cuando no esté en clase siempre me tendrás a tu lado para todo lo que quieras. -claramente lo dice con otra intención porque comienza a acariciar mi pene sobre la tela suavemente, como recreándose en ello.
-Esto no está bien tesoro. -le digo sentándome en la cama tratando de zafarme de su manita.
-Claro que está bien papi. Soy tu hija y debo devolverte el amor que tú me das. -Clara se acerca a mí que ya estoy en el borde de la cama rozando mi espalda contra la mesilla, y no tengo adónde ir-. Déjame amarte papi ya que mamá no lo hace. -entonces mete la mano por debajo del calzoncillo y acaricia mi polla que parece que vaya a estallar de lo dura que está.
-No tesoro, no lo hagas, esto no está bien, si lo haces cruzaremos una línea que no podemos retroceder. Eres mi hija y te quiero más que a nada en el mundo, pero un padre y una hija no deben hacer esto, no pueden hacer esto. -mi boca dice eso, pero mi mente piensa lo contrario. Quiero que la saque del calzoncillo y me haga una buena paja.
Clara no me hace caso, ni en ese momento quiero que lo haga, y se pega completamente a mi cuerpo y baja el calzoncillo que libera por fin mi polla.
-Hala que grandeeeee. -es lo único que sale decir.
-Si. Así es como se pone mi cosa cuando la quieren. -le digo como si fuera lo más normal del mundo que tu hija te vea la polla erecta con intenciones más que claras de hacerte una paja-. ¿Tú me quieres hija? -le pregunto.
-Si papi. Te quiero mucho, te quiero un montón. -me dice sin quitarle ojo a mi polla que tiembla de excitación.
-Pues mi cosa también te quiere cielo. ¿La querrás tu a ella? -le pregunto con ojos lujuriosos deseando que me pajee.
-Si papi. La querré tanto como a ti. -me dice y se inclina hasta que toca con sus labios mi glande y le da un beso libidinoso e incestuoso que hace que me eche hacia atrás de placer.
En ese momento, cuando Clara termina de darme el beso, gotas de líquido preseminal comienzan a burbujear saliendo de mi glande.
De todas formas, su boca es pequeña para pedirle que me la chupe, no creo que ni siquiera mi glande le entre en la boca, por lo que voy un paso más allá, la lujuria me ha pervertido hasta no poder parar, y le pido que me ame de nuevo, pero de otra forma.
-Tesoro ponte así, colócate bien. -y enciendo la lampara de la mesilla para que tenga suficiente luz para ver lo que va a hacer, y la coloco sobre mí a horcajadas.
-¿Así estoy bien? -me pregunta tiernamente como siempre combinando lujuria e inocencia, todo a la vez.
-Si cielo. Ahora como si fueras a escribir, debes sujetar mi cosa con tu mano. Usas la derecha para escribir, ¿verdad? -y le doy un beso en la frente y le retiro el pelo hacia atrás dejándome ver del todo su frente que ha comenzado a mojarse por el sudor.
-Si papi. Soy diestra y uso la mano derecha para escribir. -lo dice como si no lo supiera. Pero ahora no va a escribir, va a hacer una cosa prohibida que no debe salir nunca de esta habitación.
-Vale. Ahora comienza a subir y bajar tu mano por mi cosa. ¿Recuerdas esos videos antiguos donde los chicos y las chicas tocaban la zambomba en navidad? Imagina que la estas tocando tú, solo que más despacio.
-Si papi. -y sube y baja su mano por mi tronco.
-Así tesoro, pero ahora más despacio. -le digo.
Clara me mira el pene como si no entendiera bien, pero vuelve a bajar y subir su mano por mi tronco, esta vez más despacio, cosa que me produce un placer inmenso.
-Ooooooh. -me sale decir.
Mi hija sigue con las subidas y bajadas, con mis indicaciones pronto encuentra un ritmo, ni demasiado rápido, ni demasiado lento que me lleva al borde del orgasmo. Normalmente cuando me masturbo yo puedo retrasarlo todo lo quiero, pero esta vez quiero que no dure demasiado, quiero que mi hija me saque toda la leche lo más rápido que pueda.
Clara separa más sus piernas y sigue concentrada en mi paja, pese a mis indicaciones, no me puedo creer que no supiera hasta ahora nada de hacer una paja a un hombre. Seguro que ya habrá practicado con algún amiguito del instituto. Me la imagino agachada frente a ese amiguito, con su manita derecha subiendo y bajando sobre un tronco venoso, de una polla adolescente casi sin descapullar y corriéndose sobre la carita de mi niña. Pero no creo que eso sea posible, mi niña es muy inocente para haberle hecho ya una paja a un chico, quiero creer que su padre es el primero, que no ha habido ningún chico antes al que haya masturbado. Que lo que hace tan bien ahora es por instinto, por amor hacia su padre al que pajea como si no hubiera otra cosa en el mundo, que todo gira en torno a nosotros en mi habitación de matrimonio.
Estoy a punto, no aguanto mucho más.
-Ahora tesoro debes mover la mano un poco más rápido. -le digo.
-Vale papi. ¿Así está bien? -y acelera el movimiento.
-Así, así, perfecto tesoro, sigue así, ya no queda mucho.
-¿Ahora que va a pasar? -me pregunta expectante.
-Tranquila, es una sensación, como si te echaran agua sobre la cara. ¿Recuerdas cuando en verano jugamos con globos llenos de agua?
-Si papi. -me dice.
-Pues algo así. -le digo.
No puedo creer que le haya dicho eso, ¿de verdad me voy a correr en su cara? No puedo, no, no puedo hacerlo. Es mi hija y la primera vez que me voy a correr gracias a su mano, no quiero salpicarle todo el semen en su cara.
-Quítate la parte de arriba del pijama cielo, no quiero que se manche. -por un instante recupero la cordura, me correré en su pecho desnudo.
-Vale papi.
Clara obedece y se saca la camiseta del pijama y la deja a un lado de nosotros, vuelve a la paja y yo ya no puedo aguantar más. La leche empieza a fluir en chorros largos y potentes que van cayendo sobre los pechos de mi niña. El ultimo cae justo sobre su ombligo mientras termino de retorcerme de placer y mi polla se contrae y se relaja en sus últimos estertores.
-Dios, tesoro ha sido increíble. Has estado genial. -le digo incorporándome en la cama-. Te he puesto perdida cielo. Déjame que te limpie. -y saco unos pañuelos de la mesilla y le limpio toda la corrida que acabo de echarle con tanta lujuria.
Clara se deja limpiar por mi como si nada acabara de pasar.
-¿Lo he hecho bien papi? -me pregunta con su cara tan tierna como siempre.
-Si, tesoro. Me has querido mucho. A mí y a mi cosa. -le contesté.
-¿Y eso que ha salido de tu cosa como se llama? -me pregunta de nuevo.
-Se llama leche. -le digo pensándolo un momento-. Imagina que es como la leche que te bebes todas las mañanas. Los hombres tenemos esa leche y las mujeres tenéis de otro tipo. ¿Quieres verla? -le pregunté lujurioso queriendo dar un paso más allá.
-Bueno. -me contesta cruzándose de brazos pensativa.
-Pues entonces debes desnudarte del todo y quitarte también las braguitas.
Clara hace lo que le digo sin preguntar. Algo se ha despertado también esa noche en ella, una lujuria que ninguno de los dos podemos ni queremos evitar.
Ella las braguitas sobre la camiseta y el pantalón del pijama y vuelve a colocarse a horcajadas sobre mí.
-Ahora tesoro acércate más a mí. Coloca tu vulva sobre mi boca. -le digo mientras separo un poco sus piernas y con cuidado también separo sus pequeños labios vaginales.
Clara da un respingo cuando los separo. Saco mi lengua lujuriosa y la paso suavemente por los labios mayores y luego los menores. Enseguida noto como Clara empieza a humedecerse poco a poco.
-Ah papi. Noto placer. -me dice poniendo sus manos sobre mi pecho como si fuera mi mujer y no mi propia hija.
-Es normal cielo. -le contesto parando un momento.
Retomo de nuevo mi lamida por sus labios y Clara echa la cabeza hacia atrás muerta de placer.
-Aaaaah papi, me gusta, me gusta mucho. Siiii. Me gusta. ¿Qué es esto que siento? -me pregunta mientras no para de gemir.
-Es eso cielo. Placer, mucho placer que es lo que se siente mientras te hago lo que te estoy haciendo ahora, como cuando te limpié el pezón, pero aún más intenso. -le digo parando un momento-. Mi boca se ha empezado a mojar de sus fluidos. Mi niña está lubricando muy excitada.
-Entonces no pares papi. -me dice mientras su rajita se vuelve a posar sobre mi boca-. Yo retomo la lamida de sus labios, hasta que vuelve a excitarse mucho y entonces me dirijo directamente a su clítoris. Separo más sus piernas y le doy un pequeño lametón a su botoncito del placer. Clara se alza apoyando de nuevo en mi pecho y echa la cabeza hacia atrás. Si no ha llegado ya al orgasmo, está a punto de hacerlo.
-¿Te gusta cielo? -le pregunto de nuevo parando una vez más-. Mi polla vuelve a arder y está dura como un mástil.
-Si papi. No puedo esperar más, quiero ver la leche que tenemos las mujeres. -me dice poniendo ojos de lujuria y deseo.
-Claro cielo. Mira. -le digo abriendo la boca y mostrándole la lengua mojada de sus fluidos-. Esto es parte de ella.
-Que bien papi. Sigue, por favor. -me ruega con su carita inocente y madura.
Yo vuelvo a obrar, pero para entonces ella ya no aguanta mucho más, y la noto temblar sobre mí. Tiembla despacio, se estremece, se apoya más fuerte en mi pecho, mientras empieza a correrse por primera vez con mi lengua. Sin duda nunca hasta ahora lo había hecho, ni siquiera con sus dedos, ya que antes me preguntó que era ese placer que sentía.
Dejo que mi niña termine de soltar todo el placer que acumula y yo me bebo todos los fluidos que emana su vulvita, me encanta esa palabra, vulvita.
-¿Ves cielo? -le digo mostrándole mi boca y mi lengua que aún tienen restos de su corrida.
Clara me mira y asiente con la cabeza, con la respiración aun agitada de su primer orgasmo, y cuando se relaja y se tranquiliza un poco, se tumba a mi lado y apoya su mano derecha contra mi pecho.
-Ah papi, ha sido increíble. Al principio no sabía que estaba sintiendo. Cuando me vino la regla por primera vez cogí un cojín y lo pasé por mi vulva tratando de calmarme el dolor y al frotarlo contra ella sentí algo parecido al placer que me has dado. Solo que entonces fue solo como algo lejano, ahora ha sido lo más placentero que he sentido nunca.
-Eso se llama orgasmo cielo. Es lo más placentero como dices que una mujer o un hombre sentimos, aunque el vuestro es todavía más placentero que el nuestro. -le digo mientras acaricio su pelo rubio.
-Orgasmo. -dice la palabra como si fuera algo que, como así ha sido, no había experimentado hasta ahora-. Orgasmo. Orgasmo. -repite-. Cada vez que lo digo papi suena mejor.
-Pues aún podrás sentirlo mejor tesoro. Cuando tengas mi falo en tu vulva. -le digo calentándola aún más.
-¿Falo? ¿Qué es eso? -me pregunta poniendo ojos de niña buena.
-El pene cielo. Mi pene. Pero todavía es pronto para eso. Podrás sentir algo parecido si meto mi dedo índice en tu interior. ¿Querrías probarlo? -le pregunto ávido de deseo y con mi polla completamente erecta que vuelve a temblar junto a su cara.
-Si papi. Quiero amarte como mamá lo hacía. Y veo que tu cosa me vuelve a querer. ¿Quieres que yo también vuelva a hacerte lo de antes? -me pregunta.
-Claro tesoro. Cuando quieras.
Me coloco mejor y le indico a ella como colocarse para que pueda introducirle bien el dedo.
Abro sus labios, aunque ya estaban perfectamente húmedos, e introduzco mi dedo índice en su vagina. Ella da un respingo, pero pronto su coñito se adapta a mi dedo y sin llegar hasta su himen, lo meto y lo saco proporcionándole un placer muy intenso a mi hija que entonces se incorpora un poco, y comienza a volver a masturbarme, esta vez como si se hubiera convertido en una experta con solo una paja.
-Ufff hija que gusto, no pares por favor. -le digo mientras yo sigo obrando igual.
Clara al poco empieza a gemir aún más, ya no puede aguantar más. Gime sin poder aguantarse y ella tiembla, se está corriendo otra vez, se corre, mi dedo está empapado de sus fluidos, y mi polla casi está también eyaculando. Ella sigue pajeándome, aunque le cuesta seguir haciéndomela, y entonces estalla de placer y tiembla, tiembla de nuevo, yo saco mi dedo de su coñito, ella se tumba sobre mi pecho, y yo agarro mi polla con mi mano derecha y termino de pajearme eyaculando sin poder aguantarme. Mi semen llena su pecho entre los dos, así como estamos tumbados. Yo la acerco hasta mí y la beso profundamente en la boca y me atrevo a meter mi lengua en su boca, aunque ella no se atreve aun a devolverme el beso con lengua.
-Papi. -me dices después de besarnos-. Quiero probar lo que me dijiste que se llama leche. ¿Querrás dejarme probarla?
-No sé tesoro. Quizá no te guste. -le digo-. Me parece muy violento que me hija ya quiera probar mi semen. Bueno, inténtalo, pero solo una gota.
Ella se separa de mí un poco y saca su lengua con cuidado. Encuentra una pequeña mancha de semen sobre mi tripa y la pasa despacio. Da un respingo y la escupe, señal de que no le ha gustado nada probarla.
-No pasa nada cielo. Ya sabía que podría no gustarte. -le digo consolándola-. Con nuestros orgasmos ha sido suficiente. Ahora podemos dormir juntos, ¿qué te parece?
-Vale papi. Pero ¿me comprarás unos bañadores de competición? -me pregunta riendo.
-Tendremos que esperar a que tu padre vuelva mañana, se lo preguntes, y te diga que sí. ¿Qué te parece?
-Vale papi. Te quiero mucho. Ahora durmamos que estoy cansada. -me dice poniendo otra vez carita de niña buena y bostezando un poco.
Al poco Clara se duerme en mis brazos. Está preciosa y es mi ángel, es mi hija y ahora también es mi amante.