Escucho a menudo dentro y fuera de la consulta a padres preocupados por no saber qué hacer cuando su hijo manifiesta sentimientos adversos u hostiles. ¿Mi hijo es malo? ¿Qué hicimos o qué nos faltó? ¿Por qué elabora juegos tan agresivos? ¿Qué hacemos para recuperar al niño bueno que era? etc.
Cada vez se vuelve más común que los padres se sienten juzgados y sobre mirados por su forma de criar, por lo que muchos optan por convertirse en permisivos y complacientes o rígidos y duros a las peticiones y conductas de sus hijos, pero esto ¿qué consecuencias "buenas" y "malas" podría traer al desarrollo psíquico de un niño?
Desde el psicoanálisis se puede tener una perspectiva integrada del bien y del mal, del amor y del odio como afectos importantes para el desarrollo psíquico y la constitución de una estructura de personalidad. Es una mirada bastante interesante para permitir el reconocimiento y el análisis de nuestra propia narración histórica.
Los afectos son parte esencial del sujeto, todos nosotros, incluso los niños, hemos sentido el amor y el odio, los mismos pueden variar su intensidad y estructurar ciertos rasgos dependiendo del ambiente en el que se desarrolla cada niño, así como su conjunto de facultades orgánicas. Pero ¿por qué los niños pueden manifestar actitudes negativas y disruptivas? Melanie Klein plantea que como base importante del desarrollo psíquico se encuentra el odio, el mismo que nace ante las frustraciones del objeto y que genera la experiencia de lo malo, lo que no nos satisface y que entonces no es deseable. El trabajo psíquico consecutivo de cada sujeto consistirá en una integración de los objetos buenos y los objetos malos. El bien y el mal.
Klein plantea que los sentimientos de culpa del niño ante sus deseos destructivos y su odio, puede tornarse demasiado angustiante, despertar miedos paralizantes que dificultan su desarrollo y expresión. Pero, ante el reconocer que todos tenemos sentimientos hostiles y reconocer la importancia de darles paso, ¿nos encontramos ante un problema de permitir e incitar al daño hacia otros?
El psicoanálisis no plantea que el reconocimiento de las fantasías de destrucción tengan que ser actuadas, contrario aún, propone que el reconocimiento de estas y la posibilidad de elaborarlas, de la sublimación de tales fantasías, de paso a una vía de descarga alterna y más lograda para vivir las experiencias internas y externas de nosotros mismos.
Aunque desde Klein se puede plantear la importancia de aliviar la culpa por los sentimientos destructivos, ¿realmente necesitamos ser castigados todo el tiempo por nuestros deseos de destruir a otro? ¿no es esa la creencia base de muchas religiones que usan el castigo para atrapar y someter en un destino sin transformación?
Me parece una paradoja incongruente destruir la destrucción. El odio siempre está presente en el sujeto y es parte importante de él. Ahora mismo que buscamos eliminar una conducta indeseable a través de un castigo en los niños, estamos dirigiendo el odio hacia lo que queremos eliminar. Por lo tanto, las ideas destructivas no son algo que debamos eliminar en los niños, sino encontrar la forma de acompañar esos afectos que le sirven para desarrollarse y crecer.