Creo que quien más o quien menos se hace una idea de que soy una madre con los mismos pilares educativos y familiares para casi todo: confianza, paciencia, visión a largo plazo, hábito, respeto, ambiente propicio, constancia… Así que lamento ser tan repetitiva y previsible si comparto nuestros trucos y consejos para el cambio en la alimentación de bebés a niños. Claro… que habría que ver qué entendemos por comer bien o creer que mi hijo no come. Supongamos que coincidimos en el deseo de que nuestros hijos disfruten de una dieta variada, nutritiva y saludable. Que sean autónomos y que disfruten del momento.
Me siguen llegando muchos correos pidiendo consejo tras haber leído ¡Mi bebé no quiere comer!; aunque tenéis que entender que sólo puedo daros ideas que quizá os inspiren a encontrar vuestro propio camino, pues lo más importante cuando nos encontramos ante un obstáculo es comprenderlo en su particularidad. Nuestros hijos son únicos y por lo tanto tenemos que buscar caminos que se adapten a ellos, a nosotras, y a nuestras circunstancias.
¡Y que viva el tentempié saludable!
Mi pequeña tiene 21 meses. Debe de pesar más de 13 kg, aunque la última valoración “oficial” fueron 12kg y 82cm con 18 meses. ¿Te dice algo esto? Nada. No dice nada más allá de que comer, debe de comer. Pero no dice nada de si come bien, mal, o regular. Los percentiles tienen el valor que el pediatra establece en su terreno, pero a mí como madre si me contaras los percentiles de tu hijo no me dirían nada para poder entender tu preocupación. Yo te preguntaría para poder hacerme una idea: ¿qué come un día normal?, ¿cuántas comidas hace?, ¿come solo o acompañado?, ¿es autónomo en la medida de sus posibilidades o le das de comer?, ¿qué necesita comer para que tú creas que come bien?, ¿es físicamente un niño activo?, ¿qué tal duerme?, ¿cómo coméis los adultos y qué coméis?… Es decir, hay que ver un conjunto que abarcaría desde la herencia genética y el estilo ambiental hasta rutinas, además de cantidades o tipos de alimentos, para hacernos una idea.
- La preocupación no va a solucionar nada si la trasladamos a nuestros hijos y al momento de comer. Así que déjala fuera de la puerta de la cocina.
- Cuando un niño tiene hambre pide de comer, aunque te pida chucherías o cosas que no consideras tan saludables como otras, ¿verdad? Si no pidieran de comer nunca habría que acudir al pediatra, pero si te pide de comer solo lo que le gusta y no quiere comer lo que le ofreces es evidente (a mi parecer) que el “problema” está relacionado con la educación alimentaria. Si esto es así ya tienes el origen sobre el que trabajar. Pero no es lo mismo educar al niño en su alimentación que obligar a comer. Desecha la idea de obligar a comer. También la de obligar a comer la cantidad que tú querrías que comiese. Céntrate en enseñar. ¿A leer aprenden en una semana? ¿Por qué a iban a aprender a comer sin necesitar de tiempo?
- La vida es una montaña rusa, y con la comida también. Nuestros hijos tienen temporadas de comer más o menos. Descarta malestares físicos, pero ten visión amplia antes de creer que tu hijo no come bien. Y no se te ocurra decírselo aunque creas que no te entiende. Las etiquetas para la ropa, nunca para un hijo, porque si eres tú además quien se lo dice puede por acabar creyéndoselo y que lo que no era, sea.
- Intentad comer en familia en la medida de vuestras posibilidades para educar al niño en su alimentación. Es el vínculo emocional que también podéis establecer en esos momentos el que hará que comer en familia sea un placer para todos.
- Busca rutinas, pero sé suficientemente flexible. Porque cuando uno tiene hambre, tiene hambre, no la tiene dentro de media hora. Pero que sea comida, no tentempié: si deja de comer por haber comido, no hay problema; el problema es que deje de comer por haber picoteado, y si encima son chucherías ya ni te cuento…
- Un niño no nace sabiendo lo que es una alimentación saludable, nace sabiendo lo que le gusta o no, pero es aprendizaje que logremos establecer una dieta sana. El aprendizaje lleva su tiempo. El tiempo necesita de constancia. La constancia requiere paciencia. Todo está relacionado. Un niño que come saludablemente no se cayó del árbol por maduro, es que aprendió porque alguien le enseñó.
- Elabora una lista: a un lado lo que come, al otro lo que querrías que comiese. Agita. ¿Sale algo? A mi hija le encanta el queso, así que cuando decidió que ya no quería purés le dí tiempo para descansar y disfrutar de la alimentación sólida, y luego dije: lista, ya estás preparada para las cremas gourmet (que no purés, jajaja) Hago una crema de verduras y añado queso rayado para que se derrita por encima y ¡dale caña baby!
- Busca alternativas. Es ley de madre buscar alternativas para ofrecer algo y que lo disfruten sin que se den cuenta de lo que les estás dando en realidad. Por seguir con el ejemplo del queso, cuando mi hija ya no quiso queso del blando pasé al queso de Burgos, luego al queso rallado y de ahí al queso en sus distintos tipos. El tomate natural puede tener forma de salsa de tomate. Las verduras forma de crema. La fruta de batido… ¡Yo que sé! A veces no es el sabor, sino la forma, y luego las formas cambian también con el tiempo volviendo a adquirir su forma natural pero es importante que descubra variedad de sabores, aunque sea bajo distintas formas.
- Una madre no se rinde. Cuando un hijo decide que solo quiere comer patatas fritas, gusanitos, chocolate o macarrones no decide que hasta aquí llegó. Coge su confianza, coge su paciencia y persiste. Porque sabe que cualquier pequeño paso y logro es por el bien de su hijo, y lo celebra por pequeño que sea.
- Una madre confía en su hijo aunque sea pequeño. Sabe que si ahora no hace algo no significa que no pueda, porque sabe que podrá. Así que aunque todo parezca que está en su contra, saca su confianza y dice: podremos, juntos podremos. Con lo que volvemos al punto 1: la preocupación no es un plato para comer.
A comer de forma saludable, variada y nutritiva también se aprende.
Si me preguntaras sobre si creo que mi hija come bien te diría que sí, porque come sólido, de forma autónoma (a veces con utensilios, a veces con las manos, y aunque se manche y caigan cosas al suelo) y come de forma variada y saludable al estilo de una dieta mediterránea, porque es la nuestra también. Pero para ello hemos aprendido durante meses, y no siempre ha sido coser y cantar… solo hemos buscado nuestra forma de seguir avanzando. Pero también te diría que come bien si pesara 10 kilos y comiera la mitad de lo que come: porque seguiría comiendo de forma saludable, nutritiva y variada.
¿Qué más trucos o consejos daríais a las madres preocupadas por la alimentación de sus hijos?