Revista Cultura y Ocio

Mi JMJ

Publicado el 21 agosto 2011 por Njimenez79
Jueves 18
Entro a currar a las 8. Voy al Palacio de Congresos para subirme en un autobús a las 10 después de pasar unos controles de seguridad del copón (compis que han ido a cumbres del G20 dicen que no habían visto nada igual). Nos montamos en el bus y vamos escoltados por polis y guardias civiles, con la Castellana cortada. Qué importantes somos los periodistas a veces.

Mi JMJ

Periodistas esperando al Papa en Barajas.


Llegamos al aeropuerto a ver cómo los cielos se abren, deja de llover, el Papa baja del avión y el Rey echa la bronca a la Reina por no ponerse en el sitio correcto. Qué tío más borde. Ah, y no puedo currar porque no nos podemos mover de la grada de prensa. Y tampoco puedo enviar lo poco que he grabado porque no hay manera de salir del aeropuerto para llegar a la móvil si no es en los autobuses.
Pero he estado cerca del Papa. Oh, qué emoción.
Viernes 19
Entro a currar a las 6. Hay que ir a Pozuelo, después ir al Palacio de Congresos y de ahí coger un autobús que me lleve... ¡tachán!... a San Lorenzo de El Escorial. Para desplazarme a 20 kms de casa tengo que levantarme siete horas antes de que llegue el Papa. Si no vas en el bus no eres nadie. Imposible moverte por tu cuenta. Ni con acreditación. Acojonante.

Mi JMJ

En San Lorenzo de El Escorial buscamos la sombra como pudimos.


Una vez allí, solazo. Baño químico con el detrito de alguien que tiene diarrea. Poca agua. Mucho poli. Miedo a una lipotimia en pleno directo, pero directo correcto y sin desmayo. Mis oraciones han sido escuchadas. Debería no ser tan crítica con Benedicto y su séquito.
Sábado 20
Entro a currar a las 6. Otra vez al Palacio de Congresos. Y de ahí a la Almudena. Misa para seminaristas. O sea, no para mí. Una vez quise ser monja pero me arrepentí a tiempo. El voto de pobreza no es para mí. Soy pobre porque me obligan.

Mi JMJ

La catedral de La Almudena, resplandeciente.


Buscamos una sombra bajo la grada. Los seminaristas meditan. Ah, no, duermen.

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Seminaristas faltos de sueño.


De la Almudena a Cuatro Vientos. Hordas y hordas de peregrinos. Calor. 38ºC. Polvo. Ah, y mucha fe. Tanta como yo estoy perdiendo.

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Seminaristas esperando al Papa en La Almudena.

 
Directo a las 14.15. Como un mísero sandwich (este es otro episodio: me han sacado una muela de un lado y del otro tengo una funda despegada, así que no puedo masticar. Llevo así desde el martes. Al menos estoy adelgazando algo) y me lanzo a reportajear el ambiente de la JMJ.

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A Dios rogando y la sombra buscando frente a La Almudena.


Oh, cuánto fervor. Y cuánto calor. 900 lipotimias en una tarde. Yo me salvé de milagro. Mi piel no. Estoy cual cangrejo. Resultado de grabar en un desierto a las 4 de la tarde sin una sola sombra y con 38ºC. Un horror. Pero es mi curro y qué sería de mí sin él.
Lo que me jode es que gracias a las medidas de seguridad hay que andar como 2 km extra para entrar y salir por donde dice la poli. Un rodeo grandioso para llegar al mismo sitio que está a 200 m en línea recta. Supongo que los plumis somos terroristas en potencia. Pero todo sea por amor a Dios y la protección de su representante en la Tierra.

Mi JMJ

Buscando "la" foto en La Almudena.


Envío hecho. Me tiro en el suelo de la sala de prensa. No hay un solo asiento libre. Aquí la caridad cristiana brilla por su ausencia y el que pilla una silla/sillón no lo suelta ni aunque se le aparezca el Espíritu Santo y le pida que se levante y le siga.
Directo a las 20.15. Cuando al fin se acerca el momento de terminar mi jornada laboral, me dicen los polis que si salimos de Cuatro Vientos no podemos volver a entrar. ¡Ni quiero, gracias! Pero claro, hay que andar metros y metros y metros y esperar minutos y minutos y minutos para que pase el Papa y abran el inmenso perímetro de seguridad que se extiende a su paso.
Llamamos a un taxi, los cielos se abren de verdad (caen rayos y centellas, supongo que es una señal del cielo para hacernos saber que Él está aquí y que nos estamos pasando con tanto despliegue, que esto no es ni voto de pobreza ni nada) y esperamos minutos y minutos y minutos para que el taxi pueda recogernos.
Y sí, 17 horas después de salir de casa, al fin consigo llegar a mi coche y volver a este humilde hogar mío.
Domingo 21
Como estoy tan cansada y tengo el sueño cambiado no puedo ni dormir. ¿Soy o no soy una pringada?
Al menos mi madre me ha preparado el desayuno y me dará salmorejo y pastel de queso para comer. Ah, Dios existe.

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