Revista Toros

Mi Manifiesto

Por Antoniodiaz

Mi Manifiesto

Profeta en la Vida de Brian sermoneando a los Erasmus de las Ventas.


Tanta fe se tiene en la vida, en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer.
Así comienza su Manifiesto Surrealista André Breton, que no tuvo la pluma que ha tenido Perera para escribir su Códice Pererixino, palimpsesto de la revolución cultural taurina que es a la neotauromaquia clavelera lo que las tablas de Moisés fueron al pueblo hebreo. 
Unas sagradas escrituras cargadas de corrección polítca, suntuosidad y un elementalismo sherlockholmesiano: amarás a Dios sobre todas las cosas, soy torero y me siento orgulloso, no matarás, lucharé por mi oficio, honrarás a tu padre y a tu madre, tenemos el derecho de acceder a la cultura y el arte de los toros, bla, bla... bla, bla... bla, bla, bla... Palabrería que recuerda a los falsos profetas que, subidos en un atril a las puertas del templo, peroraban ascéticos alegatos a las masas de desdentados hambrientos. 
El torero-predicador Perera, desde el facistol de la modernidad, que es el tuiter, mientras clama contra los abusos de poder y los dictadorzuelos latinos, violadores de las libertades del pueblo según él, llama, públicamente, maricón a un aficionado que no comparte sus ideales.
-¿Y tu que haces para defender la fiesta, si ni siquiera has escrito un #sialostorosenbogotá? -interrogaba el figura del toreo al vilipendiado aficionado-.
-Bieeeeen, así se habla, maestro - azuzaron de seguido, los partidarios, al extremeño contra el reventador taurino.
Este Perera, como otros tantos de sus compañeros del jédiez, creen que la fiesta se defiende por las mañanas en tuiter haciendo trendings topics a cascoporro, a mediodia en los corrales, eligiendo con finura la materia prima para que el festejo tenga la dosis de arte requerida, y por la tarde en las monumentales de pueblos a los que no hubiera ido ni Labordeta con su mochila. Y si no entras por el aro: leña al mono con el aficionado.
Escribía Breton en su manifiesto que "unicamente la palabra libertad tenía el poder de exaltarme. Me parece justo y bueno mantener ese viejo fanatismo humano. Sin duda alguna, se basa en mi única aspiración legítima. Pese a tantas y tantas desgracias como hemos heredado, es preciso reconocer que se nos ha legado una libertad espiritual suma. A nosotros corresponde utilizarle sabiamente (...) La actitud realista, basada en el positivismo, desde Santo Tomás a Anatole France, me parece hóstil a todo género de elevación intelectual y moral. Le tengo horror por considerarla resultado de la mediocridad, del odio, y de vacíos sentimientos de suficiencia. Esta actitud es la que ha engendrado en nuestros días esos libros ridículos y esas obras de arte insultantes. Se alimenta incesantemente de las noticias periodísticas y traiciona a la ciencia y al arte, al buscar halagar al público en sus gustos más rastreros; su claridad roza la estulticia y está a altura perruna. Esta actitud llega a perjudicar la actividad de las mejores inteligencias, ya que la ley del mínimo esfuerzo termina por imponerse a éstas, igual que a las demás..."
 Pérdida de fe en la gente del toro, desconfianza con el que trae en el esportón el optimismo por norma, y compromiso visceral con la libertad, que no es otra cosa que la independencia de cada cual para defender su verdad sin temores. Este podría ser el manifiesto de un aficionado cansando cualquiera, que se encuentra hastiado de tanto fraude, del sistemático toro por liebre y de que, desde un tiempo a esta parte, encima de cornudo, tenga que ser apaleado. La beligerancia con la que nos azota el taurinismo con sus múltiples tentáculos es directamente proporcional al miedo que tienen a acabar engullidos por el agujero negro de su propia revolución. A que el público se cosque del timo y entre de lleno en el virtuosismo clásico de los Fandiño o Castaño, de los toros que se escapan de la atorabilidá y de una fiesta a la que nunca falta el ingrediente del miedo.
Por cierto, este figurón de la tauromaquia de la época en la que se torea mejor que nunca, que va tachando a aficionados de maricones y cobardes, esta tarde aparece en la famosísima Feria del Toro con un lote de Juanpedros. Y ya se sabe lo que dice el refrán, sobre lo que se cree el ladrón...


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