Revista En Femenino

Mi maternidad

Por Maternarte
Hoy en Argentina se celebra el día de la Madre. Debo confesar, me encuentro con sentimientos encontrados.
Puede parecer medio loco, pero celebrar un día al año el oficio que con tanto amor ejerzo todos los días del año las 24 horas, me parece un poco absurdo. Pero bueno, los negocios necesitan vender: en junio celebramos el día del Padre; en agosto, el día del niño; en octubre, el día de la Madre; en diciembre, Navidad, etc, etc, etc.
Al margen de eso, hoy recibí muchos mensajes de felicitaciones y en Facebook todo el mundo está escribiendo hermosas palabras en sus muros, cada uno expresando amor a su manera, y eso, no vamos a negarlo, siempre está bueno: que la gente pueda expresar amor y agradecimiento.
Tengo 38 años y un hijo de 2, es decir, mi maternidad comenzó a mis 36 años. Lo que significa que, mágica, misteriosa y maravillosamente, me decidí a ser madre a los 35 años. Estaba en pareja, y fue una decisión a la que arribamos juntos sin haber tenido ni una charla previa sobre el tema. Ambos sentimos que era el momento, lo planteamos, Dios sabrá por qué coincidimos, y hoy Nicolás es un bello sueño de carne y hueso.
Antes de ser madre mi vida era muy diferente. Imagínense: trabajaba, tenía amigas solteras, salía cuando quería, etc (bueno, saben de qué hablo, je). Y, como a todas, me cambió la vida cuando llegó mi hijo. Como a todas, no me alcanzan las palabras para explicar el milagro de este amor, porque creo que no existen las palabras. Sólo sé que la vida me cambió, que no recuerdo como era mi vida antes (tampoco me interesa je), y no puedo imaginarme la vida sin mi hijo.
Nada fue fácil. Siempre estuve muy sola. El padre de mi hijo trabajaba de día, de noche (y los días no laborables se iba a jugar al tenis con sus amigos) y yo siempre estaba sola. No había más compañía, de nadie, más que mi bebé, cuatro paredes, y yo.
Intentamos hacer algunos cambios a nivel familiar (a ver si podíamos ser familia en serio), que incluyó mudarnos de provincia, vivir en la casa de mi ex suegra junto a ella y mi ex-cuñado (hermano del papá de mi hijo). Duramos casi siete meses, indescriptible el maltrato y abuso psicológico recibido, la gota que rebalsó el vaso fue cuando se metieron con la salud de mi hijo (en ese momento de quince meses), quise defenderlo (creo que tenía derecho, no?), me gritaron y por suerte no me pegaron, y ese mismo día (05/07/2010, nunca lo olvidaré) hice las valijas y nos volvimos con mi hijo a nuestra ciudad, los primeros dos meses a la casa de mis padres.
Bueno, se pueden imaginar, fue difícil. Gracias a Dios mis padres pudieron hospedarnos un par de meses hasta que encontramos una casita (pequeña, pero nuestro reino) donde aún hoy vivimos, pero, por supuesto, ahí no terminó todo.
En septiembre del año pasado, el papá de mi hijo manda todos nuestros muebles en una mudanza, y una promesa de venir luego de eso. Nada. Pasaba el tiempo, y nada. El 31 de diciembre del 2010, lo llamo y lógicamente le pregunto que iba a hacer, "que no sabía", entonces le digo que se venga de vacaciones aunque sea, mi hijo hacía seis meses que no veía a su padre (más allá de su promesa de venirse con nosotros, que no cumplía, tampoco nos visitaba, y obviamente yo jamás volveré allá), entonces enero de este año vino a visitarnos un mes. Por supuesto, hablamos, él me dijo que se quedaba allá, yo le dije que me quedaba acá, "y bueno, ¿qué hacemos con lo que se supone es nuestra pareja?", dije yo, a lo que él contestó, "prefiero no pensar en eso". Ok.
En marzo mi hijo cumplía dos años, entonces le pregunté qué haría, si venía al cumple de su hijo. "Es que no tengo dinero", contestó él (estaba sin trabajo desde enero), a lo que le contesté "pedí prestado". "Uh, pero cómo no se te ocurrió antes!", contestó él... Bueno, al final, vino. Y se volvió a ir.
En mayo empezó a trabajar (en el negocio de un amigo) y empezó a decir que se quería venir. Y bue, a esta altura yo ya no creía nada. Seguía insistiendo con la idea, y en julio el reproche "¿por qué no te ponés contenta cuando digo que quiero ir para allá?". Yo les pregunto a uds, ¿pueden imaginarse a esta altura todo lo que le dije, verdad? Bueno, entonces no hace falta que les cuente ;)
Siguió insistiendo todos estos meses (charlas, discusiones... imaginen), porque parece que puede encontrar trabajo en mi ciudad, y finalmente venirse. Porque ahora quiere venir para que seamos familia (o sea...).
El fin de semana pasado cayó de visita "de sorpresa". Porque parece que ya puede concretar conseguir algún trabajo y venir "a quedarse con nosotros". Bueno, creo que pueden imaginar las charlas que tuvimos.
Luego de que le expliqué que hace un año y tres meses que no convivimos, no estamos juntos, por lo tanto no somos pareja ni familia; que estuvo prometiendo algo que nunca cumplió hasta ahora (venirse a vivir con nosotros); que lo que hizo siempre conmigo y, peor, con mi hijo, fue descuido y abandono; que después de nuestra charla en enero yo empecé a hablar de él como "el padre de mi hijo" (ya no de "marido"); y que, en realidad, yo siempre fui una madre sola (porque siempre estuve sola), acordamos, para bien o para mal, que iba a tener un lugar en mi casa.
Sé que después que todo lo que escribí, esto suena totalmente ilógico. Pero tendrían que ver la carita de mi hijo cuando lo visita su papá. Nico simplemente ama a su papá. Por supuesto, le dije que no es que él viene a vivir acá y salen las mariposas y los pájaros cantan y somos la feliz pareja. No. Mujeres, creo que me entienden. No. Pero Nico va a tener a su papá, y veremos si se pueden limpiar los escombros de la "guerra" y construir algo nuevo. No lo sé, es un misterio.
Ahora, ¿qué tiene que ver mi historia con el padre de mi hijo, con mi maternidad? Imagínense, todo.
Cuando leí el libro de Laura Gutman "La maternidad y el encuentro con la propia sombra", entendí (entre mil cosas) por qué me sentí tan sola. No estaba loca. No sólo me sentía: estaba sola. Por eso me encanta ese concepto que suele aparecer "tribu" o "cibertribu", donde podemos intercambiar experiencias, información, y construir "una nueva maternidad", como tan bonito se llama el libro.
Con el libro también aprendí a ver mi propia sombra, porque me importa tener una maternidad consciente, para que mis dolores no pasen a ser los dolores de mi hijo.
Por eso, a veces suelo decir "nuestros hijos, nuestros maestros", porque siento que la maternidad, más allá de todas las dificultades que tuve que pasar (acá conté una pequeñísima parte), es un continuo aprendizaje de mirar-me (a mí misma) para mirar-lo (a mi hijo), y transitar juntos este camino con el que Dios nos bendijo. Tuve y sigo teniendo muchas luchas que librar, pero siento que son luchas de liberación, de tomar consciencia como nunca, lo siento como un camino espiritual.
Siento que antes de ser madre, estaba dormida, y si bien despertar no es fácil (al menos, no lo ha sido para mí), es lo más honesto que me pudo pasar. Más allá de las dificultades con las que tuve que lidiar, la maternidad me enfrentó a mi propia sombra para ser más consciente de mi yo, para poder ser más auténtica como madre y como ser humano.
Nunca antes había contado mi historia, porque, habrán visto, no es de lo más agradable, pero bueno, es mi historia, y lamentablemente la de mi hijo. Créanme, cuando nos decidimos a tenerlo, nunca imaginé que íbamos a pasar todas las cosas que pasamos, y que él con su corta edad iba a tener que sufrir todo lo que sufrió. Nunca pudimos ser tres, a pesar de que así lo habíamos planeado, y eso me duele a mí como mamá, y mi hijo que ha tenido a su papá tan lejos tanto tiempo, no me imagino.
A esta altura, no me queda más que agradecerles por leer mi historia, por estar siempre, por la compañía!
Feliz día a todas las madres, porque seguro que todas ustedes también tienen su historia! y "regalarles" este bello video

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