Las Furias, en representación de Némesis, persiguiendo a Orestes
A través de las puertas del sueño custodiadas por los ghules,
Más allá de los abismos de la noche iluminados por la pálida luna,
He vivido mis vidas sin número,
He sondeado todas las cosas con mi mirada;
Y me debato y grito cuando rompe la aurora, y me siento
Arrastrado con horror a la locura.
…
He flotado con la tierra en el amanecer de los tiempos,
Cuando el cielo no era más que una llama vaporosa;
He visto bostezar al oscuro universo,
Donde los negros planetas giran sin objeto,
Donde los negros planetas giran en un sordo horror,
Sin conocimiento, sin gloria, sin nombre.
…
He vagado a la deriva sobre océanos sin límite,
Bajo cielos siniestros cubiertos de nubes grises
Que los relámpagos desgarran en múltiples zigzags,
Que resuenan con histéricos alaridos,
Con gemidos de demonios invisibles
Que surgen de las aguas verdosas.
…
Me he lanzado como un ciervo a través de la bóveda
De la inmemorial espesura originaria,
Donde los robles sienten la presencia que avanza
Y acecha allá donde ningún espíritu osa aventurarse,
Y huyo de algo que me rodea y sonríe obscenamente
Entre las ramas que se extienden en lo alto.
…
He deambulado por montañas horadadas de cavernas
Que surgen estériles y desoladas en la llanura,
He bebido en fuentes emponzoñadas de ranas
Que fluyen mansamente hacia el mar y las marismas;
Y en ardientes y execrables ciénagas he visto cosas
Que me guardaré de no volver a ver.
…
He contemplado el inmenso palacio cubierto de hiedra,
He hollado sus estancias deshabitadas,
Donde la luna se eleva por encima de los valles
E ilumina las criaturas estampadas en los tapices de los muros;
Extrañas figuras entretejidas de forma incongruente
Que no soporto recordar.
…
Sumido en el asombro, he escrutado desde los ventanales
Las macilentas praderas del entorno,
El pueblo de múltiples tejados abatido
Por la maldición de una tierra ceñida de sepulcros;
Y desde la hilera de las blancas urnas de mármol persigo
Ansiosamente la erupción de un sonido.
…
He frecuentado las tumbas de los siglos,
En brazos del miedo he sido transportado
Allá donde se desencadena el vómito de humo del Erebo;
Donde las altas cumbres se ciernen nevadas y sombrías,
Y en reinos donde el sol del desierto consume
Aquello que jamás volverá a animarse.
…
Yo era viejo cuando los primeros Faraones ascendieron
Al trono engalanado de gemas a orillas del Nilo;
Yo era viejo en aquellas épocas incalculables,
Cuando yo, sólo yo, era astuto;
Y el Hombre, todavía no corrompido y feliz, moraba
En la gloria de la lejana isla del Ártico.
…
Oh, grande fue el pecado de mi espíritu,
Y grande es la duración de su condena;
La piedad del cielo no puede reconfortarle,
Ni encontrar reposo en la tumba:
Los eones infinitos se precipitan batiendo las alas
De las despiadadas tinieblas.
…
A través de las puertas del sueño custodiadas por los gules,
Más allá de los abismos de la noche iluminados por la pálida luna,
He vivido mis vidas sin número,
He sondeado todas las cosas con mi mirada;
Y me debato y grito cuando rompe la aurora, y me siento
Arrastrado con horror a la locura.
Fuente: Némesis de H.P. Lovecraft en El Espejo Gótico
H.P. Lovecraft y su Némesis
Lovecraft
No hace mucho, como resultado de una (casi eterna) mudanza, me encontraba recolocando libros en lejanos estantes.
Mientras lo hacía, podía rememorar el extraño poder que les otorgamos: los libros son portadores de reflexiones y sentimientos, son conductores de (alegres y tristes) lágrimas. Postreramente, melancólicos recuerdos de mundos no vividos.
Después de colocados todos, me pregunté ¿de qué autor poseo más libros? Con una simple ojeada, la respuesta era obvia: H.P. Lovecraft. Debo poseer la mayoría de su obra, eso salta a la vista.
Fue (junto a Edgar Allan Poe) una de mis pasiones de juventud. Yo era un joven ávido de imaginarios y terroríficos mundos paralelos. La cuestión era huir de aquel mundo tan aburrido y previsible que se mostraba por la opaca ventana de una habitación sin vistas.
Hasta ahora (ingrato de mi) no le había dedicado ninguna reseña en este espacio, Rojo Transitorio. Ahora me reconcilio con él a través de uno de sus más bellas composiciones: aquella dedicada a Némesis.
La profunda mirada de Lovecraft era capaz de ver detrás de las máscaras. Su visión era aguda. Era mensajero de secretos y premoniciones. Intuía el cambio de formas. Fue el enlace entre un mundo oscuro e invisible y un mundo de luz. Se sentía cómodo y libre en la sombra, bebiendo del poder de la luna. Aunque, por gracia y por desgracia, su insondable mirada quedó sumida en el horror y en la locura.
El talento de H.P. Lovecraft fue interminable, como novelista y como poeta. Su disfrute debería ser asimismo inagotable.
La ambivalente Némesis griega
Némesis
El sentido etimológico de Némesis es de origen griego y es un sentido, como poco, ambivalente. Es la justa fuerza compensadora de otra fuerza contraria. Es la justa reacción a la acción. Pero ¿qué significa justa? ¿qué es justo?
Evidentemente lo justo proviene de la justicia. Y ya se sabe(?) que toda justicia implica algún tipo de castigo, algún tipo de venganza.
Es curioso como los humanos asociamos la equitativa distribución de la justicia (¿no había una balanza de por medio?) al castigo y la venganza. No a la indulgencia, ni al perdón, ni siquiera a la benevolencia. Remarcamos la represalia, el ajuste de cuentas… la vendetta.
Por tanto la diosa griega representante de la justicia ha quedado sesgada. Ya no hay contrapunto. El contrapunto se perdió en algún punto del caminar de los siglos. El significado divino fue abandonado (en la cuneta) por el signo humano. La benevolencia se corrompió. Sólo quedó la furia.
Una furia que periódicamente gobierna a la amiga imaginaria de nuestra estrella. Nada es casual, ni siquiera en el mundo de la imaginación.
Mi querida némesis
Este sencillo poema está dedicado a mi némesis. Dicen que Merlín venció a Morgana cuando le dio la espalda y dejó de pensar en ella. En ese instante, aquella hada perdió su poder y desapareció.
Tú, mi némesis,
fuiste justa compensadora de mi egoismo
cristal de mi opaca soledad,
espejo de mi abandonado deseo.
…
Tú, mi némesis,
fuiste acosadora de mi culpa,
liviana portadora de mi castigo,
ferrea montura para mis furias.
…
Tú, mi némesis,
fuiste equilibrio en mi universo,
mi fuente de eterna gratitud
mi pozo de energías perdidas.
…
Tú, mi némesis,
fuiste quien más me enseñó,
quien más me hundió, quien más me dio,
quien más me rechazó, quien más me amó.
…
Tú, mi némesis,
fuiste, y ya no serás.
Esa es mi aspiración más dócil.
Esa será mi venganza más cruel.
La venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible. (Johann Wolfgang Goethe)
La sensual hada Morgana