(JUAN JESÚS DE CÓZAR).- El cine es un arte con la maravillosa capacidad de implicarnos en intensas experiencias, de introducirnos en vidas extraordinarias, de rejuvenecer antiguas esperanzas o de hacernos soñar con ese mundo mejor que deseamos construir. Pero en el cine también hay oropel. Apariencia de arte. Bisutería envuelta en estuche de oro. Altos presupuestos que permiten una buena factura técnica por parte de excelentes profesionales…, al servicio de historias marcadas por meros intereses ideológicos o puramente comerciales.
Por eso uno se alegra cuando de vez en cuando se estrenan en España pequeñas joyas, cintas verdaderamente valiosas, cuya modestia presupuestaria retrae a los exhibidores y dificulta su visibilidad en la cartelera nacional. Es el caso de “Mi nombre es Te Ata”, una cinta encantadora que se presenta en los cines españoles el 16 de marzo y que responde sin reservas a la calificación de ‘apta para todos los públicos’.
Dirigida por el canadiense Nathan Frankowski la película narra la auténtica historia de Mary Frances Thompson Fisher (1895-1995), una mujer nacida en Territorio Indio que derribó barreras culturales para convertirse en una de las más grandes artistas americanas nativas de todos los tiempos. El guión ha sido elaborado por dos mujeres: la historiadora Jeannie Barbour y la novelista Esther Tuttrell. La actriz Q'orianka Kilcher, que interpretó a Pocahontas en “El nuevo mundo” (Terrence Malick, 2005), realiza el mejor papel de su carrera. Le acompañan en el reparto Graham Greene (nominado a un Oscar), Gil Birmingham, Mackenzie Astin y Brigid Brannagh, entre otros.
Con el equipaje de las canciones y los relatos de su cultura Chickasaw, la vida de Te Ata fue un largo viaje siguiendo una llamada interior, que culminaría con su reconocimiento internacional como actriz y como defensora de los derechos humanos. “Mi nombre es Te Ata” constituye también un canto a la familia y al diálogo intercultural, propone un atractivo feminismo y desarrolla la preciosa historia de amor que vivieron Te Ata y Clyde Fisher. Y todo ello con un sentido trascendente de la vida, reflejado en la delicada religiosidad de los protagonistas.
De todas las historias que contaba Te Ata, ninguna más inspiradora que la de su propia vida, relatada en este estimulante filme familiar repleto de valores humanos, que conviene no perderse y que corre el peligro de pasar desapercibido si no cuenta con un importante apoyo de los espectadores.