Revista Cultura y Ocio
Por la alumna Elena Domínguez Marín
Mi paraguas rojo destacaba sobre la oscuridad de un cielo completamente gris. Todo el mundo tendía a llevar paraguas oscuros, a tono con el tiempo, pero a mí me gustaba el mío, era una forma de alegrarme de un día así.
Llovía, era una tormenta horrible, pero supuse que el destino valdría la pena. Para ser sinceros no tenía ni idea de hacia dónde me dirigía, pero algo me decía que no me parase, que siguiese caminando. Siempre he sido una persona horriblemente racional y en un caso normal no hubiese seguido andado sin un destino en concreto, pero nunca había tenido una corazonada así y me negué a seguir pensando en ello.
Cuando iba caminando una pequeña tienda de cosas bastantes curiosas llamó mi atención y como no tenía ni prisas ni compromisos decidí que me pararía. Aun al estar lloviendo había flores en la entrada y curiosamente no se trataba de una floristería ni nada por el estilo. Vendían de todo, desde cuadros, espejos hasta libros. Eran cosas muy curiosas y originales. Me cautivó un pequeño libro con una portada en rojo y unas letras plateadas que decían: "Historias para soñar". Ni había leído la parte de atrás y ya decidí que me lo compraría.
Fue en ese momento en el que me di la vuelta y te vi. Ahí parado, en el umbral de la puerta con una cara imparcial y con un brillo en los ojos que me dejaron sin palabras. Susurraste un "te he estado esperando" y yo lo supe, no me preguntes por qué, sencillamente lo supe y no tuve más remedio que contestar "no vuelvas a llegar tarde".