Revista Cultura y Ocio

¡Mi perro tiene miedo a los petardos!

Publicado el 30 noviembre 2015 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Hay un porcentaje altísimo de perros con miedo a los ruidos fuertes. Cuando no es miedo, es ansiedad; y cuando no es a los petardos por sí mismos es una generalización a múltiples ruidos que van desde el miedo a un disparo hasta el nerviosismo extremo a causa de sonidos fuertes: por ejemplo, la recogida de basura en los contenedores por los servicios de limpieza de la ciudad que, poco a poco, se generaliza hacia unas obras o hacia los petardos en San Juan, o viceversa.

Perros con miedo a los petardosScooby Doo tenía miedo a los petardos… ¡y a todo!

Estas últimas semanas, he leído muchísimas quejas sobre el uso de pirotecnia y el problema que supone en perros y gatos; sin embargo, en mi experiencia con perros es muy sencillo condicionar positivamente a los cachorros a los ruidos de petardos y otros ruidos, algo que les permitirá mantener respuestas mucho más sanas ante los eventos sociales y las festividades que se suceden a lo largo del año: en especial, en grandes ciudades.

Dicho esto, soy el primero al que poco le dice la pirotecnia: es ruidosa, molesta y me atrevería a añadir que se encuentra mal legislada. No obstante, vivir en una ciudad con animales supone tener que aguantarlo constantemente; ¿entonces? ¿Por qué no hacer algo para dar a nuestros perros una mejor calidad de vida?

En realidad, mis perros (ya) no tienen miedo a los petardos

Ante todo decir que sobre este tema no se puede generalizar, pero hay algunos aspectos básicos que no suelen cambiar. Primero, un perro que se ha puesto histérico 300 veces con petardos, necesitará otras 300 veces con petardos para corregir esa situación (por eso, es muy importante condicionar positivamente a estímulos externos desde cachorros); segundo, para que el condicionamiento positivo que queremos crear funcione, el perro tiene que adoptar otra actitud: lo que buscamos, por ejemplo, es que no responda en absoluto, sin embargo, si responde menos de lo que lo hacía anteriormente, también podemos premiar la reducción de una conducta concreta del animal con el fin de que si en lugar de siete ladridos, ladra tres veces y se calma, y luego dos…y luego una… esto también supone una extinción de la conducta.

Pese a que sobre este tema tengo conocimientos notablemente limitados diría que, en casos verdaderamente graves de miedo o ansiedad a causa de ruidos fuertes, la reducción de esa conducta será siempre la mejor forma de trabajar con nuestro perro. Lo más importante es dejar de ver al perro desde una perspectiva humana y saber leer lo que le ocurre a nuestro amigo o amiga de cuatro patas. Así, si el perro se asusta o se pone ansioso y canaliza esa ansiedad ladrando, nosotros nos adelantaremos el máximo posible al estímulo que desencadena esa conducta y le ofreceremos otra salida al problema: por ejemplo, un frankfurt.

¿Por qué un perro tiene miedo a los petardos?

El principal problema es que la mayoría de nosotros actuamos erróneamente y reforzamos la primera conducta que el perro ha adquirido: es decir, suena un ruido fuerte, el perro se asusta y nosotros acariciamos al perro, le prestamos atención o le premiamos ese estado de miedo  y nerviosismo —incluso con comida— cuando lo que deberíamos hacer es: por un lado, si el perro no reacciona negativamente, premiarle; si el perro ha reaccionado ya negativamente, ignorarle.

El miedo a los ruidos de los perros

Pero muchas veces ni así funcionará, ¿verdad? En la mayoría de los casos no es que lo estemos haciendo bien o haciendo mal, es que no tenemos posibilidades de controlar el estímulo que teme el animal. Entonces, por irónico que parezca, deberíamos buscar ruidos de petardos en YouTube (en especial si, al principio, la reacción es difícil de controlar con “sonidos reales”) y comprar petardos.

No, eso no es ninguna locura: para que un animal supere un miedo, debe enfrentarse a ese miedo (tu perro, tu gato y, sí, tú también). El problema de los petardos es que es un estímulo que sucede aleatoriamente (¿cuántas veces te han asustado a ti cuando se acerca San Juan?), ¿pero qué ocurre si podemos controlar el estímulo al que enfrentamos a nuestro compañero? Que podremos premiarle cuando actúe de la forma correcta (refuerzo positivo) e ignorarle cuando no lo haga (lo que se llama castigo negativo; le quito algo que tiene de mí, por ejemplo, mi atención).

Así, no solo modificaremos la conducta frente al estímulo que el perro teme, sino que también cambiaremos y positivizaremos su estado emocional. Si nos ponemos más técnicos, con los frankfurts (u otros premios) lo que estaremos haciendo es desviar la conducta del estímulo temido hacia otro (coger un premio) y crear una relación causa-efecto beneficiosa para el animal (suena un petardo = me dan un premio); esto también se puede hacer con juego, por ejemplo, aunque en momentos de tensión siempre puede resultar más difícil para trabajar con ellos.

Por supuesto también hay medicación para esto, pero lo único que estaremos haciendo es “ocultar el verdadero problema” y, muy probablemente, no solucionar ni un pequeño porcentaje del mismo; de lo que sí deberíamos estar seguros es de no hacer nada de lo siguiente:

  • Castigar al perro, fortaleciendo esa relación adquirida por el perro del “suenan petardos, me va a pasar algo malo”
  • Prestarle atención (hablarle, acariciarle…) cuando el animal tiene miedo, porque estamos reforzando esa conducta como la salida lógica que debería tener el animal; esto es difícil, porque es una conducta muy humana, pero piensa siempre que los perros aprenden todo por asociación
  • Mostrarnos asustados o preocupados: ¡no pasa nada! Suena un petardo, no es nada de nada… Si el perro ve que nuestra actitud es calmada, lo utilizará como guía: es más, aunque suene feo decirlo, muchos de los problemas de miedo y agresividad que han adquirido nuestros amigos a lo largo de los años han sido provocados por nuestra conducta frente a las diferentes situaciones que hemos vivido con ellos.

Un perro al que se le ha entrenado con clicker también responderá mucho mejor a este tipo de aprendizaje, ya que tanto él como nosotros estaremos habituados a comunicarnos con un reforzador condicionado, aunque no podemos olvidar que, como muchas otras cosas que podemos enseñar a un perro, no es algo que se pueda solucionar siempre en un abrir y cerrar de ojos. Pero pudiendo mejorar su calidad de vida dedicándole unos pocos minutos y sabiendo cómo, ¿por qué no lo haríamos?

Y todo sea dicho, no está de más un sitio donde se sienta seguro (cuanto más pequeño y cómodo mejor) y alejado del ruido lo máximo posible: sobre todo, si llega Nochebuena y no ha dado tiempo a practicar lo suficiente para que este año le planten cara con un ¿¡Miedo yo!? ¡Vamos, venga!

Lenguaje corporal y miedo en los perros


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