Revista En Femenino

Mi querida vecina (1er asalto)

Por Expatxcojones

Mi querida vecina (1er asalto)

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 Un día cualquiera del mes de agosto de 2011
¡Ring! ¡Ring! Oigo el timbre de la puerta. ¿Quién será? Apenas llevamos unas semanas en el piso. No conocemos a nadie. Me acerco despacio. Intento no hacer ruido y pongo el ojo en la mirilla con cuidado. Depende de quién sea abro o no. Es una señora.
   —¿Si? —le pregunto, todavía, con la puerta cerrada.   —Soy la vecina.
Abro. Nos quedamos, frente a frente, en el rellano. Es una mujer mayor. Voluminosa y bastante fea.  Me cuesta mirarla a la cara sin fijarme en su bigote. Ella, muy amable, me entrega un plato con unos dulces árabes.
   —Los acabo de hacer y he venido a traerle unos cuantos. Son típicos de aquí.
Cojo el plato y lo llevo a la cocina. Le doy las gracias pero no la invito a pasar. Soy catalana, ya se sabe. Somos gente cerrada.
   —Me llamo Amina. Vivo justo debajo. He venido a presentarme, y a decirle que si alguna vez necesita algo… ya sabe donde estoy.   —Ah… pues muchas gracias —intento ser simpática —no hacía falta.   —Ya. Ya lo sé pero quería hacerlo. Yo también emigré ¿sabe? Estuve quince años viviendo en Madrid.   —Vaya. Se nota. Habla usted un español perfecto.
Media hora después la mujer continúa en la puerta. Prácticamente no se ha movido. Me ha contado media vida. Que si tiene una casa en Ceuta, que si le duelen mucho las piernas, que si sus hijos trabajan de esto y de lo otro, que si su nieta es muy traviesa…
Me sabe mal cortarla. Parece tan buena persona. Pero tengo un montón de cosas por hacer. Odio perder el tiempo.
   —Lo siento muchísimo Amina —le digo —es que tengo que vestirme para ir al banco, que si no cerrarán.
Es lo primero que me ha venido a la cabeza. Creo que ha colado. Me sonríe. Y, poco a poco, empieza a moverse. Se nota que le cuesta. Es como una especie de dinosaurio con ropa. Respira con dificultad. Se la ve tan indefensa… pienso mientras la veo bajar las escaleras con tanto esfuerzo.
La saludo una última vez con la mano. Cierro la puerta. Voy a la cocina. Aquí está el platito. Lleno de pastelitos. Llevan miel, almendras, pistachos… Abro la basura y los tiro dentro. No me gusta el dulce. No me gusta nada.
  Ahora tendré que esperar unos días para devolverle el plato. Y, encima, mentir. Le diré que se los ha comido el Kalvo.
Esto pensaba yo la primera vez que la vi. Que era muy maja. Amable. Solicita. Y, además, hablaba un español perfecto. Quizás podríamos ser amigas.Nunca imaginé, ni por un momento, que me traería los problemas que me trajo después.

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