Vale que el entorno no nos ayuda a enfretarnos a la realidad, vale que siempre están mostrándonos esas vidas de ensueño y felicidad, conduciéndonos a falsas esperanzas.
De acuerdo, es duro, además ni siquiera se si merece la pena escuchar tantos cuentos de hadas.
Pero lo cierto es que al final del día sólo nos queda creer. Cada uno a su manera. Unos se aferran a su intución, otros al destino o al karma, los hay que a Dios, y los que tomamos un poco de cada. El caso es que hay que creer. Digamos que es el motor que nos mantiene en marcha.
De algún modo hay que confiar que nuestro fugaz paso merecerá la pena y creo ciegamente que creer es el primer paso.