Cuando dejé la universidad y el acceso a todo lo anterior me apunté a un gimnasio y allí estuve una buena temporada.
Pero un día, hace unos 8 años, me borré del gym. Y nunca más. Me borré porque me quedé embarazada de mi hija mayor y decidí que mejor aplazar las actividades deportivas por un tiempo. Por una cosa o por otra, casi siempre alegando falta de tiempo, he pasado estos años de letargo deportivo sin mucha preocupación sobre el tema, tampoco os voy a engañar.
En enero abieron un ginmasio nuevo al lado de mi oficina. Qué tentación. Todo se veía tan reluciente, tan nuevo, tan vacío,
Y así empecé de nuevo a prácticar deporte. Hago muchas cosas según el día, los horarios de las clases y lo que me apetezca: tonificación, ciclo, máquinas... pero el gran descubrimiento ha sido el pilates. Varias amigas hacen pilates hace años y siempre hablan de lo bien que les va y de lo estupendamente bien que les sienta. Y ahora sí, puedo decir que el pilates mola, pero en contra de lo que piensan los que no lo han practicado nunca, en pilates se sufre.
El primer día casi vomito. No exagero. Tantos años sin hacer nada y sólo a mi se me ocurre tomarme unos macarrones con tomate media hora antes de la clase (al ginmasio voy al medio día). A cada flexión sentía subir los macarrones por mi garganta, casi me da algo. Nunca hubiera pensado que este deporte ejercitara tanto los músculos. El segundo día me dió un mareo que casi me caigo por las escaleras camino al vestuario. Claro, decidí no comer y desde el café de las 7:30h mi cuerpo sintió la falta de azucar a la segunda abdominal. Qué sufrimiento por Dior.
Ahora ya llevo un par de meses y procuro no faltar, incluso empiezo a manejar terminos muy chungos como el "powerhouse". La madre que parió al dichoso powerhouse. Cuando ya te piensas que vas controlando la respiración
Pues nada, ya os he contado mi reencuentro con el deporte ¿qué si mola estar en forma? Pues todavía no lo se, pero ya os lo contaré dentro de unos meses...