Este pasado domingo se celebraba en Zaragoza la 7K por las Enfermedades Raras como parte de I Circuito Solidario Fartleck Sport, es la segunda carrera de este circuito; en enero tuvo lugar la primera, una 5K a favor de Alzheimer Aragón a la que a pesar de estar apuntada no pude ir por estar lesionada, y en marzo tendrá lugar la tercera prueba, una 5k o 10 k (a elegir) solidaria en el Parque del Agua a la que todavía estáis a tiempo de apuntaros (y a la que yo también estoy inscrita).
Hace unos meses os contaba una idea “rara” que se me había pasado por la cabeza, la de hacer deporte después de muchos años sin hacer nada y no sólo cualquier deporte, sino el que más había odiado en mi vida: correr; el objetivo era conseguir correr sin parar la Carrera de la Mujer el pasado noviembre en Zaragoza, pero una vez conseguido y después de tanto esfuerzo el running ya se había convertido en parte de mi vida.
Me cuesta mucho, y cada entrenamiento es un gran esfuerzo, es duro, por lo menos para mí, pero la recompensa merece la pena sin duda: ver que si te esfuerzas mejoras, y ver que si quieres puedes, llena (como diría nuestro antiguo Rey) de un gran orgullo y satisfacción.
La del pasado domingo era mi primera carrera “en serio” y haber conseguido terminarla, además en un tiempo menor al que en un principio me había marcado fue algo increíble. Los deportes que exigen tanto nivel de esfuerzo precisan también de un gran empuje psicológico que normalmente, sólo puedes proporcionarte tú mismo. Recuerdo levantarme con dudas de si podría conseguirlo y despertar a mi hijo para que viniera también a verme, eran las 8 de la mañana y estaba agotado después de un finde de celebraciones, pero en vez de enfadarse conmigo me dijo “mamá, hoy es tu carrera, y voy a animarte muchísimo, lo vas a hacer genial” ahí decidí que correría 10 horas seguidas si hacían falta sólo por eso, por él, y por mi marido que también estaba allí incondicionalmente apoyándome.
Al empezar a correr y empezar a sufrir un poquito me vinieron de nuevo las dudas a la cabeza, una vocecilla me decía que qué hacía allí con lo bien que se estaba un domingo en la cama, y otra me decía que no fuera tonta, que no me llevaba esforzando tanto tiempo para rendirme, y que iba a acabar esa carrera sin rendirme y sin parar de correr sí o sí (diálogos internos que tengo muy a menudo cuando corro, sobretodo los primeros 2 km). En una de esas conversaciones internas mías ví pasar a mi lado a dos hombres en silla de ruedas que también estaban corriendo la carrera, que se esforzaban con todos sus medios por subir las cuestas del recorrido, que se animaban mutuamente y que no flaqueaban en ningún momento, ellos que tenían más dificultades que yo estaban luchando por conseguirlo, y yo que podía hacerlo no me iba a rendir, por mí y por ellos, por la gran lección que me dieron durante la carrera, porque en esta vida querer es poder, siempre, porque si soñamos con algo tenemos que luchar por ello, no rendirnos jamás, aprender cada vez que nos caigamos y levantarnos con el doble de ganas que la vez anterior, en el deporte y en todo lo demás luchar y perseverar es la clave, sacar lo bueno del lado malo y disfrutar de todo lo que hagamos. Sólo tenemos una vida y no merece la pena gastarla tirados en el sofá sin sueños ni metas por las que luchar, sin personas con las que soñar, sin retos que conseguir.
La vida no se mide en dinero, ni en belleza, se mide en felicidad, se mide en los momentos que te llevarás cuando no estés aquí, se mide en esos momentos que merece la pena enmarcar aunque sólo sea en tu memoria