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La progresión del inquieto director italiano va en otra línea. En “Mia Madre” flexibiliza su mirada, que se hace más serena y reflexiva, menos preocupada por denunciar los fallos del “sistema” y más centrada en las carencias personales. Como si al traspasar los 60 (tiene ahora 62 años) hubiera decidido ajustar algunas cuentas con su propio pasado. Y quizá también porque, al fin y al cabo, los errores estructurales siempre tienen su origen en errores humanos.
En su nuevo film, que fue candidato al premio a la mejor dirección en los European Films Awards (EFA), Moretti nos presenta a Margherita –soberbia Margherita Buy, nominada también al premio a la mejor actriz en los EFA–, una directora de cine especializada en películas de corte social, que tiene a su madre ingresada en el hospital. A ésta se encarga de atenderla su hermano Giovanni –papel interpretado por el propio director–, que está atravesando una crisis profesional e, intuimos, también vital.
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La cinta es casi autobiográfica, pues Moretti la pensó como un emotivo homenaje a su madre, fallecida mientras rodaba su anterior film. Quizás por eso, la mejor escena de la película es aquella en que el propio Moretti sirve, delicada y amorosamente, un plato de pasta a su madre enferma.
En todo caso, “Mia Madre” muestra una vez más la capacidad del director para aunar comedia y drama, y aquí es justo reconocer la impagable actuación de John Turturro, verdadero animador de esta notable cinta. Se podría decir que éste es un Moretti más sabio, al que sin embargo le falta ese punto de optimismo que últimamente se aprecia en otro director “evolucionado” de su quinta: Robert Guédiguian. Y es que, quizá, Moretti aún sigue buscando el fundamento sobre el que asentar una esperanza que necesitan él mismo… y los espectadores.