Correr en libertad fue su vida, y corriendo encontró la muerte el pasado mes de marzo en las montañas del desierto de Sonora, en la frontera entre Arizona y Nuevo México. Micah True, conocido como Caballo Blanco, era un espíritu libre y una leyenda del ultrafondo. El libro Nacido para correr, de Christopher McDougall, narró su relación con los indios rarámuris (o tarahumaras, como se hacen llamar) y de paso catapultó a la fama a este “indio gringo” que hizo de la carrera un modo de vida.
"No soy más que un indio gringo, amigo, corriendo humildemente con los rarámuris" (Micah True)
El pasado 27 de marzo, Micah True salió a correr por el Desierto de Sonora, también llamado Desierto de Gila a causa del río del mismo nombre que le atraviesa, una zona de cañones y mesetas a caballo entre los estados de Arizona y Nuevo México. Vestía, como de costumbre, camiseta, pantalón corto y sandalias, y no le faltaba la botella de agua sin la que nunca salía. Avisó que iba a correr unos 20 kilómetros, una minucia para él, acostumbrado a rodajes interminables, pero pasaron las horas y no regresó al refugio en el que se alojaba.
Se inició entonces su búsqueda en la que se llegó a batir una superficie de 1.000 km2 del gran desierto, tarea en la que no se escatimaron esfuerzos: medio centenar de personas, perros, vehículos todoterreno y hasta aviones. Incluso participaron en la búsqueda algunos de los mejores corredores de ultrafondo del mundo como Scott Jurek o Kyle Skaggs, y el escritor Chris McDougall, autor de Nacidos para correr, libro que recoge sus peripecias vitales y su relación con los indios tarahumaras, y que le dio fama mundial. Su cuerpo fue encontrado cuatro días después, ya sin vida, con las piernas dentro de un arroyo y su inseparable botella al lado, “sin signos de haber sufrido ningún traumatismo”, según manifestaría el sheriff local. Las causas de la muerte no han trascendido, pero todo apuntaba a un colapso cardiaco. Sólo, en libertad y corriendo. Un hombre de principios, un espíritu libre, Caballo Blanco murió tal y como eligió vivir.
Michael Randall Hickman -que este era su verdadero nombre- había nacido en 1954 en Boulder (Colorado). Hijo de un sargento de Artillería del Cuerpo de Marines, vivió durante su infancia en diversas bases del ejército norteamericano. En su época universitaria (estudió “Historia americana y religiones orientales”) empezó a practicar boxeo para ganar algo de dinero con el que pagarse los estudios. No le fue mal en este deporte y acabó boxeando de manera profesional con cierto éxito, entre 1974 y 1982, con el nombre de Mike “True” Hickman. El apodo de True se lo puso en homenaje a su viejo perro… y ya quedaría con él para siempre. Y el posterior Micah estaría inspirado en el espíritu “valiente e intrépido” del profeta del Antiguo Testamento del mismo nombre.
Nacido para correr
Pero su verdadera pasión era correr. Una pasión que le había inculcado un curioso ermitaño de Maui, una de las islas de Hawaii, donde residió algún tiempo. Correr largo y correr sólo, por la montaña, por cualquier sendero o camino por el que se pudiera sentir libre. Durante 20 años, Micah True siguió el mismo ritual: cada verano trabajaba duro haciendo mudanzas en su Boulder natal para ganar el dinero suficiente con el que vivir el resto del año allí donde podía hacer lo que más le gustaba: en las remotas montañas de México, corriendo y disfrutando de la libertad, haciendo entrenamientos interminables que sumaban con frecuencia más de 280 kilómetros semanales. “Decidí que iba a encontrar el mejor lugar del mundo para correr, y así fue –reconocería a Chris McDougall en una de sus conversaciones-. La primera vez que lo vi me quedé boquiabierto. Me excité tanto que no podía esperar a salir a correr. Estaba tan sobrecogido que no sabía por dónde empezar. Pero este es un terreno salvaje. Así que tuve que esperar un poco”.
Así, conoció a los indios tarahumaras (considerados los corredores más resistentes del mundo), por los que pronto sintió verdadera fascinación, y entre los que vivió adaptándose a sus costumbres. Los tarahumara son un pueblo muy tranquilo y humilde, pobladores de las salvajes e impenetrables Barrancas del Cobre, en el estado de Chihuahua (México), y poseedores de una resistencia descomunal que les permite correr cientos de kilómetros seguidos. Están genéticamente adaptados a las carreras de fondo, y para ellos es su estilo de vida. De ellos, True aprendió todo lo que necesitaba saber para terminar de forjar su talento para las largas distancias: su técnica de carrera, sus alimentos y bebidas llenos de energía… y su curioso calzado, ya que corren calzando tan sólo huaraches, unas finas sandalias de cuero que ellos mismos se fabrican de manera artesanal. Con ellas, superó las molestias que arrastraba desde hacía años en los tendones del tobillo, y nunca más se lesionaría.
Después de unos años en las barrancas conviviendo con los tarahumaras, Caballo Blanco se había hecho más fuerte, estaba más sano, y corría más rápido que nunca en su vida: “Todo mi enfoque hacia el hecho de correr ha cambiado desde que estoy aquí”, reconocería a McDougall. Pero, sobre todo, aprendió numerosas lecciones de vida para manejarse en un territorio tan hostil, tierra de sequías y cañones casi inaccesibles. En él, Micah True encontró su tierra prometida, y una hermosa forma de vivir que adquiría todo su sentido a través de la carrera de larga distancia, actividad con la que exploraba los límites de su resistencia: “Siempre estoy perdiéndome y teniendo que escalar, con una botella de agua entre los dientes y águilas volando por encima de mi cabeza. Es algo hermoso”.
Cooper Canyon Ultra Maratón
Micah True es el personaje central del libro Born to Run (Nacidos para correr) de Christopher McDougall, escritor norteamericano que también se sintió fascinado por lo que eran capaces de hacer los tarahumaras. Colaborador de The New York Times, viajó hasta México para conocer a este pueblo y a su mejor embajador, el norteamericano que se hacía llamar Caballo Blanco. De lo que allí vio y vivió, y de sus charlas con True, salió todo un bombazo editorial que ha vendido más de un millón de ejemplares en todo el mundo, y que disparó la fama y notoriedad de Caballo Blanco, quien se convertiría en un icono entre los corredores de larga distancia por su activismo y capacidad de superación. Amaba correr, y transmitía esa pasión a todos.
Fue el fundador y alma de una de las carreras de ultrafondo más famosas que jamás hayan existido: la Cooper Canyon Ultra Maratón (el ultramaratón de las Barrancas de Cobre), prueba anual que tiene su comienzo y final en la Plaza del pueblo de Urique, en Chihuahua, y en la que participan sobre todo indios rarámuris. La carrera consta de 50 millas (unos 80 kilómetros) a través de desfiladeros y caminos pedregosos. Para Caballo Blanco, aquella prueba era mucho más que una simple competición deportiva: “Mientras algunos están en guerra en muchas partes del norte de México y del mundo, nosotros nos reunimos en lo más profundo del cañón para compartir con los nativos, comer, reír, bailar, correr y traer la paz”.
Y mucho más que la paz, puesto que con esta carrera pretendía llevar algo de prosperidad al pueblo tarahumara. Por eso, además de dinero para los primeros clasificados, en la Cooper Canyon Ultra Maratón se reparten toneladas de alimento y semillas de maíz entre los nativos que completan el recorrido. La primera edición de esta prueba se celebró en 2003, y la última tuvo lugar el pasado 23 de marzo, tan sólo cuatro días antes de que a Caballo Blanco le alcanzara la muerte en el desierto de Sonora. Sólo, en libertad y corriendo. Tal y como siempre fue feliz. En una ocasión dejó escrito: “Si se me va a recordar por algo, me gustaría que fuera por mi autenticidad. No más. ¡Libre para correr!” Así sea.