Ya está. Sus Satánicas Majestades han decidido pisar el freno de su última gira con la friolera de unos cinco conciertos a sus espaldas. Y porque se les ha ido de las manos. Después de sacar un esperado disco con dos tristes nuevas canciones, Los Rolling Stones han tenido que hacer frente a contratos y papeleo burocrático y cumplir con su deber de aún no jubiladas estrellas de rock. No sería de extrañar que Keith Richards, desde el sofá de su casa con una botella de Jack Daniels en la mano, haya preguntado que si era broma.
Lejos parece haber quedado esa temporada en la que la reunión de la banda más longeva de la historia se veía como una utopía imposible, con un Mick Jagger entretenido como un niño con zapatos nuevos en su recién formado grupo SuperHeavy, donde se lució con su primer videoclip enfundado en un traje rosa y contoneándose a ritmo de reggae. No parecía entonces que estuviera muy por la labor de buscar en el armario su vieja armónica de blues para resucitar al gigante de la lengua roja. Y más mientras Richards le sacaba los colores poniéndole a caldo en su fanfarrona autobiografía.
Recuerdo el momento en el que los Rolling dieron orgullosos la noticia de que iban a empezar una gira en "varias grandes ciudades", las cuales al final se vieron reducidas a Londres y Nueva York y alrededores. Muchas fueron las apuestas que empezaron en la red acerca del número de conciertos, los antiguos miembros del grupo que tendrían su aparición estelar o cuántas bombonas de oxígeno iban a llevarse para el backstage. "Yo creo que vendrán a España", me comentó también algún iluso comprando su nuevo disco en la Fnac mientras lucía una camiseta de la gira del 94.
Los Rolling Stones pusieron así en marcha hace apenas unos meses una insulsa gira orientada a una clase media alta como macropromoción de un obligado disco hecho por contrato con muy pocas novedades. El anuncio de esta gira ha dado situaciones rocambolescas de fans llorando de alegría y al minuto de tristeza al ver los precios que sus prehistóricas majestades ponen a sus directos.
Sin embargo, algunos de los conciertos fuera de calendario del grupo jurásico tuvieron la suerte de caer en París y, una vez más, en Nueva York. Actuación sorpresa fue la que se produjo en la ciudad de la luz, con unas entradas a 15 euros que hicieron retorcerse por el suelo a los londinenses que la semana siguiente pagaban con lágrimas en los ojos 500 libras para ver a sus ídolos. Vamos, que Morritos Jagger se levantó un día de resaca en Francia y dijo "ya que estamos". Por lo demás, conciertos para fans millonarios o que tengan un tercer riñón de sobra que intercambiar por un par de entradas, el cual no poseo pero sé que habría vendido. Aún así, estadios casi llenos, abarcando desde bebés con patucos con una boca roja bordada hasta fans bien entradas en años que quieren recuperar las bragas que le lanzaron a Mick Jagger en el 82.
Otro que les pilló desprevenidos fue el benéfico The Concert for Sandy Relief en Nueva York, de donde se fueron al cabo de diez minutos de actuación, se rumorea que porque Mick Jagger decía que al día siguiente tenían que dar otro concierto y que le dejaran, que no le daba tiempo a aplicarse su crema reafirmante de noche. Resalta tristemente la falta de entusiasmo ante las actuaciones en directo de Los Rolling Stones comparada con los incombustibles The Who y su gira por EEUU, donde Roger Daltrey acaba hasta sin camisa. Por suerte, Paul 'Carrillos' McCartney salió a tiempo para animar la fiesta y se subió al escenario con bomberos y demás miembros de seguridad del recinto, ataviado con una gorra estilo almirante en la cabeza, como una reunión de antiguos fans de los Village People.
Ha sido hace un par de noches, en la ciudad neoyorquina, cuando para cerrar la gira han contado con la compañía del héroe del pueblo, Bruce Springsteen, que siempre se apunta a un bombardeo pero que inexplicablemente no envejece. Lady Gaga, vestida de paso de cebra, también hizo su aparición acompañando en estilismo al cantante de los Stones que, dicho sea de paso, parece que antes de cada concierto se sumerja en el armario de Elton John y salga con la primera chaqueta que coja al azar.
Con esto, Mick, Keith, Charlie y Ronnie cierran, momentáneamente, una serie de conciertos que solo ha satisfecho a los fans más pudientes y que nos ha dejado a los demás viendo algún que otro vídeo por Internet con cara de Hugh Grant. Aún así, Keith Richards deja una ventana abierta para 2013. Igual se ha quedado con ganas de volver a Nueva York.