Revista Opinión

Microhistorias para macrocrisis

Publicado el 26 septiembre 2011 por Carmentxu

Érase una vez un pueblo en el que todos sus habitantes eran infelices porque debían cien euros a alguien. El del hotel al del bar, éste al de la sastrería… El sastre al carpintero, quien a su vez debía al del colmado y éste, finalmente, al hotelero. Un buen día llegó un turista con la intención de pasar allí unos días. Dio cien euros de reserva por adelantado al del hotel y éste, feliz, pudo devolver el dinero al del bar, éste al sastre, quien pagó su deuda al carpintero y también el del colmado recibió entonces ese dinero, que pudo devolver finalmente al dueño del hotel. Finalmente, el viajante tuvo que irse sin pasar ni la primera noche en el hotel y reclamó sus cien euros de reserva. El hotelero se los devolvió sin problemas. Desde ese día, todos fueron nuevamente felices: ya no tenían deudas y, colateralmente, el banquero respiró tranquilo.

Microhistorias para macrocrisis
Esta simple historia, trasladada al ámbito internacional, más complejo sin duda pero igual de simple en sus planteamientos, marca un posible y factible camino de salida: que el dinero fluya de nuevo, que unos y otros tiendan la mano y tomen la pócima mágica de la confianza y dejen de buscar un mitológico grial en busca de una vida eterna llena de lujos. Al final, todo se reduce a eso: a recuperar la confianza, dejar que el dinero fluya para que así vuelva enriquecido después de haber creado riqueza a su vez. Lástima que no estemos por la labor. En su lugar, la estrategia es la del miedo: cerrar el grifo para, sin gota de agua, recortar presupuestos que se traducían en derechos, de la misma manera que los hermanos Marx recortaban las cláusulas del contrato hasta dejarlo en humo. Dice un proverbio chino que, para salir del agujero, lo primero que hay que hacer es dejar de excavar. Pues bien, dejemos de excavar este pozo.


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