Revista Cultura y Ocio
Por Eloy González
Dentro del océano de neologismos, giros desquiciados del nombre de las cosas etc etc del universo progre, me ha llamado mucho la atención el término micromachismo. No me digan que la palabra en sí está mal traída: micro (pequeño) y machismo (pues machismo), es decir, un machismo pequeñito, como la canción aquélla de “Algo pequeñito”.
Cuando nos enfrentamos a palabros de este estilo de esa mundología, hay que tener mucho cuidado, el mismo que cuando un torero sale a la plaza para enfrentarse a un victorio o un miura. Sabes que te enfrentas a una fiera pero no puedes hacerte el valiente porque seguramente, te acabará cogiendo. Tienes que tener mucho tiento, finura y sobre todo, mucha suerte.
¿Cómo no parecer racista si criticas algo que no te gusta de la inmigración? ¿Cómo no parecer machista si criticas algo del feminismo? ¿Cómo no parecer homófobo si criticas algo de los homosexuales? Y así podríamos seguir. Pues eso, un victorino o miura.
Pero a lo que vamos… por lo visto el término micromachismo y consulto la Wiki, lo acuñó en 1991 un tal Luis Bonino Méndez, psicoterapeuta, que curiosamente no tiene entrada como psicoterapeuta pero sí el término que creó un buen día... La idea básica del concepto es que sencillamente es la espoleta, la anilla de granada que desencadena la violencia machista… o sea, tú empiezas con micromachismos y acabas apalizando mujeres. La cosa va más o menos así.
¿Pero en qué puede consistir un micromachismo? Pues la cosa es muy amplia: desde no dejar pasar delante a un mujer, no abrirle la puerta, no invitarla a cenar en un restaurante, o invitarla también, decir que las mujeres son unas histéricas o gritarle a la cara, por ej. Ante esa panoplia de posibilidades, el pobrecito hombre del s. XXI está sumergido en un mar de dudas. Evidentemente queda fuera de idem practicar cualquier tipo de violencia, ¿pero entonces qué? ¿Debo yo invitar siempre a una mujer? ¿Debo yo dejarla pasar antes al entrar? Si lo hago o no, ¿qué soy? ¿Machista? ¿Feminista? Una liada.
Existe un blog de un determinado digital llamado Micromachismos que nos amplía y explica muchos los conceptos. Es como un observatorio de esos que nos cuestan una pasta donde se recopilan casi a diario modos y maneras considerados micromachistas. El blog tiene asociada una cuenta de Twitter en cuya bio se puede leer: “un espacio en el que está implicada toda la redacción para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados”. Toda una declaración de intenciones. Observatorio en toda regla. Sé algo machista y verás. Denuncia al canto.
Cualquier hombre puede ser micromachista aunque repita frases que están incrustadas en nuestra mente por pura tradición. Que no signifiquen nada o que no se quiera ofender, es lo de menos. Sin ir más lejos, ahí está la polémica de eliminar la palabra “mariconez” en una canción porque a la niña del concurso OT que la iba a cantar no le parecía bien. ¿Qué importa que la letra tenga 30 años? La cambiamos porque ahora no mola. La sociedad “evoluciona”.
Aunque lo maravilloso del tema es que tiene otra cara, como un disco de vinilo. La cara B. Cuando ocurre al contrario, ¿qué pasa? Si es una mujer la que dice cosas como:
- Los hombres son todos iguales.
- Los hombres no pueden hacer dos cosas a la vez.
- Los hombres son primitivos y básicos.
- Todos los hombres pueden violar (Leticia Dolera dixit).
En este caso, no pasa nada. Es como una resistencia a tanta agresión. No hay ningún observatorio de “microfeminismo”. Nada de eso. Tú responde con eso y te incluyen pero ya en el censo de culpables de micromachismos.