Revista Cultura y Ocio
El iceberg descendía lentísimo desde las montañas polares de la Antártida. En su interior viajaban rocas de afiladas aristas arrancadas de las laderas. Al llegar al mar la morrena glaciar se fracturó en decenas de bloques que fueron botados a la mar. Uno de ellos flotó durante meses a la deriva hasta que, adelgazado por el calor y los lametazos de las olas, se deshizo liberando una enorme pepita de roca que trasportaba en su interior que cayó al fondo. Allí, entre limos y pequeñas piedrecillas durmió un sueño de cuatrocientos millones de años. En ese tiempo los materiales vecinos se metamorfosearon endureciéndose y formando un duro conglomerado. Muchos años después, un vecino del pueblo de Checa, en Guadalajara, se preguntaba extrañado cómo era posible que esa roca tan diferente estuviera enterrada en el interior de aquel conglomerado tan homogéneo.
Jesús Marcial Grande Gutiérrez