Revista Homo
Esta foto de Parque Natural de Corralejo es cortesía de TripAdvisor
El sol brillaba sobre la clara arena de Corralejo, pero Ana aún seguía tumbada sobre la aterciopelada superficie de la playa. La rutina de la noche había conseguido agotarla, ya poco quedaba de la hermosa flor que había salido al anochecer.
Los estragos de la vida nocturna, de la que ella era dueña, habían desecho su cobertura de maquillaje, y también habían conseguido que se bajara de sus interminables tacones dorados. Estaba irreconocible, estropeada y totalmente dormida en la gran extensión de tierra blanca. Su vestido, que ella misma había confeccionado, se había manchado con el agrio jugo de varias copas que no debía haber tomado, y su melena rubia estaba envuelta en arena cinco pasos más atrás.
Tan solo era una mujer que había estado atrapada varios años y que, por fin, se había animado a salir. Había dejado atrás la fina y hermosa caja de cristal en la que había estado toda su vida, y, tras varios años de lucha, había conseguido romper los grilletes que desde su mas tierna infancia le habían adjudicado.
Era hermoso observarla desde la seguridad de la sombra, ver a una mujer que estaba a punto de despertarse convertida, de nuevo, en hombre.