Revista Cultura y Ocio
Esta foto de Corralejo es cortesía de TripAdvisor
-Sal ya de aquí, Jero. Pasan los meses, y como si te diera igual…Jero no lo miraba a él. Tenía los codos apoyados en el escritorio y desparramaba su larga melena negra sobre el libro que quedaba en medio. Un rayo de luz muy blanca hería media hoja. Mario insistió:-Mamá no ha muerto –dijo; temió pasarse. Jero no se movió. Permaneció “demasiado” quieto, sin que las hojas de libro volviesen a crujir.-Jero, tengo una barca. ¿Te acuerdas? Estamos otra vez en junio; el mismo tiempo. Nada ha cambiado. Vamos a la isla, por Dios –subía un poco el tono-: ¡Sal fuera! ¡Cuando veas el blanco de las paredes te quedarás ciego!-Todavía no –dijo Jero sin volverse-. Todavía no ha muerto.En la cara de Mario se dibujó un gesto de pavor. Tragó saliva: era su deber de hermano.-Jero… Tampoco tú estás muerto. Hemos vuelto aquí…-En Corralejo murmuran, Mario. Déjame leer a Camus.-Pero no hablan de ti…Y entonces, Jero, volviéndose:-Vete a tu puta barca y a tu puta botella de whisky, marica.Dicho esto, Jero se atusó su larga melena negra y volvió a fijar los ojos tranquilamente en l'etranger.