Revista Espiritualidad

Miedos: El Despreocuparse como hábito de vida.

Por Antonio Parcela @AntonioParcela

Hablaba la semana pasada que hay dos hábitos de vida que considero fundamentales retomar que son la reflexión y la despreocupación.

La reflexión nos permite planificar mejor nuestra vida al analizar y cuestionarnos si vamos en el rumbo correcto en todo momento (¿quieres leer el artículo “Reflexión es hábito de vida”?)

Las preocupaciones nos vienen por:

a.- Una novedad que te inquieta porque te saca de tu zona de confort, esa zona conocida y familiar donde ya tenemos la vida hecha y que podemos permanecer en ella durante meses. Que en nuestra casa se salga la lavadora nos puede producir un “grave” problema a salvar

El doctor psiquiatra Hannibal Lecter nos enseñaba “Empezamos a codiciar lo que vemos cada día”. Cierto. También nos preocupa lo que nos hace salir de la normalidad aunque sea un pequeñez como que el niño se ponga malo con fiebre.

b.- El miedo. Hay personas que están empezando a sentir miedo por todo. Ayer escuché en el noticiario que ya está siendo un problema en la educación de los niños la sobreprotección de los padres al “detectar”  fuentes de peligro donde no las hay.(Vídeo de @antena3com: Sobreproteger a los hijos puede provocarles problemas psicológicos)

Estamos programados para sentir miedo en situaciones reales de peligro, el problema es que ahora sentimos miedo irracional ante situaciones que no nos va a ocasionar ningún peligro real y nuestra mente actúa en consecuencia para protegernos con estrés y ansiedad.(¿Quieres leer el artículo “¿Eres capaz de reconocer tu estrés?“)

Estas preocupaciones desaparecerán cuando nos acostumbramos a ellas.

Aparece en “Inteligencia Emocional”, de Daniel Goleman, la investigación que nuestra inteligencia se bloquea cuando sentimos miedo.

Con esto no quiero decir que haya miedos que nos provoquen preocupaciones

miedo
innecesarias pero reflexiona de cuantas cosas nos preocupamos sin que sucedan, de cuantas cosas tenemos miedo y ya una vez pasadas hemos comprobado que no eran para tanto y que era inútil el tiempo dedicado a esta preocupación. Se trata de ese tipo de miedo del que la posibilidad de que se de escapa de nuestro control y en ocasiones, con poca probabilidad de que suceda: os parece un miedo “racional” preocuparse por que te muerda un tiburón o que se caiga tu tejado por el peso de la nieve. ¿No os parece poco probable que suceda?. Puedo entender el miedo a realizar una presentación ante tu cliente y jefe pero, ¿sentir miedo porque el portátil explote precisamente el día de la presentación?. Poco probable, ¿verdad?

Os estoy hablando de ese miedo del cual el que suceda (o no) escapa de nuestras

ascensor
acciones: que el avión se estrelle, que estando en un país extranjero empiece una huelga de pilotos y te quedes “tirado” en el aeropuerto, que un familiar tenga un grave problema de salud, etc. Si el problema no depende de nuestro control entonces ¿para qué preocuparse?. Adquirimos este hábito de “amargarnos la vida” pensando que sucederán cosas poco probables o que escapan a nuestro control.

Luego tenemos la preocupación aplazada (procrastinada). Se trata de aquella preocupación que tenemos vagando por días en nuestra mente pero que nunca tratamos de realizar ninguna acción como si el no tratar el problema, éste fuera a solucionarse solo. Se trata de la estrategia del avestruz de esconder la cabeza para no ver el problema y que este no nos asalte a nosotros. Porque en este caso sí tienes control sobre la situación y el no hacer algo para resolverlo sólo es no tachar de tu mente el problema con lo que inevitablemente continuarás preocupado.

Resumen,

  1. Si ya de por sí estamos preocupados con las cosas que nos suceden todos los días, aumentamos el número de preocupaciones con asuntos que escapan de nuestro control el interceder para resolverlos. Debemos deshacernos de preocupaciones (muchas veces supuestas preocupaciones).
  2. Reflexiona de cuantas cosas nos preocupamos sin que sucedan, de cuantas cosas tenemos miedo y ya una vez pasadas hemos comprobado que no eran para tanto y que era inútil el tiempo dedicada a esta preocupación.
  3. La mente tiene una capacidad que ante situaciones desconocidas siempre se pone en la peor de las situaciones.

La práctica de la reflexión y el hábito entrenable de no preocuparse innecesariamente nos hará conseguir una mente más ordenada al estar libre de usarla en procesos secundarios que mantienen nuestra mente ocupada. ¿No aspiramos a mantener la mente calmada como el agua? Reflexión y Despreocupación nos ayudará a conseguirlo.


Archivado en: Productividad
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