Revista Opinión

Mientras suena Django Reinhardt

Publicado el 04 agosto 2014 por Jcromero

Es lunes, escucho música. En el reproductor suena un CD de Django Reinhardt adquirido hace unos años. Me gusta. De saber, escribiría sobre la música que suena sin caer en lo que hacen muchos cuando escriben sobre los clásicos del jazz y dedican más atención a las peripecias vitales del artista que a su música. Ante el desconocimiento musical, lo fácil es completar párrafos transitando por sus vidas, obras y milagros. Supongo que el mejor homenaje para un músico consiste en escuchar su música. Por ello, si de música se trata; mejor que escribir o leer, escuchar.

Como la historia del jazz está repleta de músicos con biografías espléndidas, en ocasiones leer sobre jazz supone enfrascarse en una prosa truculenta y descarnada propia de un Sálvame Deluxe cualquiera. El catálogo de adicciones, ayuda: alcohol y otras drogas, sexo, prostitución, juegos y vicios, vidas atormentadas, dilapidadas y bohemias. Elementos para componer historias al gusto de lectores complacientes. Amores, desamores, maltratos, abusos, adicciones; aventuras, venturas y desventuras. A más sordidez, menos palabras sobre música.

Si pretendiera escribir sobre lo que escucho, no podría ir más allá de reproducir lo tantas veces publicado sin salir de la socorrida referencia temporal, geográfica y personal. En este caso: primera mitad del siglo pasado, Bélgica, cíngaros, carromato, nomadismo, París, fuego en las manos, mutilación, analfabetismo, virtuoso de la guitarra, afición al juego. Por supuesto, al tratarse de quien se trata, obligatorio citar al Quintette du Hot Club de France, a Stéphane Grappelli o incluso a su hermano Joshep Reinhardt, que lo mismo le servía como afinador de guitarras que para suplantarle cuando el genio decidía no aparecer o ausentarse, en pleno concierto, sin previo aviso. Para rematar el aliño, sería conveniente sazonar el texto con etiquetas como gypsy swing o jazz manouche.

Claro que igual me limitaría a reproducir lo que cuenta Carlos Sampayo sobre el local Chez Django Reinhardt, al que dicen asistía un público muy variopinto con la intención de poder escuchar al guitarrista. En realidad, parece poco probable eso de que oficiales de la Gestapo y agentes secretos británicos asistieran a dicho local; unos para pedir que Django que tocara Lili Marlane y los otros, God Save the King. Eran tiempos difíciles y cabe suponer que la fabulación, como suele ocurrir, no coincida con la realidad. Lo que sí parece más verídico es que, por temor a la Gestapo, pidiera exiliarse en Suiza. Nunca se le concedió por el peregrino argumento de que él no era ni judío ni negro, ¿desconocían las autoridades suizas que en Francia las persecuciones de gitanos comenzaron incluso antes de la ocupación alemana y que la llegada de los nazis agravó aún más la situación de la población calé?

Al final, y mientras sigue sonando Nuits de Saint-Germain des-Prés, me percato que no escribí sobre la música de Django Reinhard, pero sí sobre sus avatares. Está claro, quien tiene alma de fotocopia se retrata en cada escrito.

Es lunes, escucho música

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