Miércoles 24 de noviembre de 2010, 19:45 horas. Teatro Filarmónica de Oviedo, Concierto 14 del año (1.847 de la Sociedad Filarmónica de Oviedo). Orquesta Clásica de Asturias, Laura Fonseca Casais (violín), Daniel Sánchez Velasco (director). Obras de Mozart.
Como escribía desde el teléfono "Champion Mozart", porque pese a la retransmisión de partidos de la Champions League, los melómanos seguimos a lo nuestro, incluso con mucha gente joven y estudiantes de música. El concierto de la centenaria sociedad que preside Jaime A. Buylla volvía a traernos a esta joven orquesta comandada por el clarinetista, compositor y director avilesino Daniel S. Velasco, formación amateur pero con una profesionalidad digna de elogios así como los objetivos que se ha marcado, entre el que está el de "colaborar con diferentes entidades para acercar la música al público", y a bien que lo están logrando, luchando contra cualquier imponderable no sólo deportivo, con una plantilla muy joven y nunca estable, esta vez "reforzada" por cuatro profesionales (concertino más principales de violines segundos, violas y trompa) que les dan la tranquilidad siempre necesaria y el equilibrio imprescindible amén de su magisterio y buenos consejos para sus futuros y dignos sucesores.
El programa elegido continúa su línea de trabajo desde la base, un repertorio clásico realmente y por el que todos los músicos tienen que pasar, esta vez un monográfico Mozart.
La Obertura Il rè pastore, K. 208 es una página breve pero acertadísima para arrancar la velada, con una entrada vigorosa y nada dubitativa, así como un tempo valiente que sirvió para "calentar dedos".
A continuación pudimos disfrutar del Concierto de violín nº 3 en SOL M, K. 216 con Laura Fonseca Casais de solista. Obra de estilo galante e influencia francesa pero con una importancia y peso orquestal incluso durante las intervenciones del violín, con una excelente "concertación" entre el podio y la artista local cada vez más madura y continuadora de una saga de jóvenes violinistas muchos de los cuales ya han estado en los atriles de esta formación. El Allegro tras el preludio orquestal con los dos temas y la repetición de los mismos por parte del solista desembocaron en una extensa cadenza muy bien ejecutada, con sonido amplio y contundente unido a una musicalidad innata en esta intérprete. La parte dialogada con orquesta nos trajo un buen trabajo del oboe. El Adagio es una de las perlas mozartianas, con los pizzicatti tan característicos (que también usará en los conciertos de piano) y mucho trabajo orquestal, en especial la madera, de nuevo bien llevado por todos ellos. El último movimiento (Rondeau: allegro) festivo y gracioso con los intermedios variados y tantos cambios no sólo rítmicos sino de compás, tempi y amplia dinámica como corresponde al "estilo galante" del Clasicismo, resultó de una frescura que solamente la juventud es capaz de transmitir. La dirección sacó de la partitura la delicada instrumentación de este final de un concierto donde de nuevo la violinista local consiguió comunicar con el público que le dedicó grandes ovaciones.
La segunda parte estuvo ocupada por la Sinfonía nº 40 en Sol m., K. 550, probablemente la más célebre de Mozart. La versión escuchada fue la que lleva clarinetes, por otra parte lógico siéndolo Daniel, quien como "músico de atril" sabe pedir desde la dirección siempre con un estilo elegante, sobrio y preciso, todo lo que esta maravilla sinfónica esconde, con una orquestación sin trompeta ni timbales pero con una tensión cercana al Romanticismo. El Molto allegro comenzó así, sin complejos, vivo e inquieto con el viento haciendo los acordes del tema tan conocido que llevan los violines. El desarrollo lo pudimos seguir con la minuciosidad habitual en el maestro avilesino: las modulaciones, el tema, los movimientos contrarios y cromáticos, el viento potente y luego la recapitulación llena de sorpresas que tan bien analiza François-René Tranchefort en su "Guía de la música sinfónica". El Andante que también comienza con imitaciones, nos trajo una cuerda de violas tan delicada como los violines. La dinámica impecable en el viento forte tanto para la llegada del segundo tema como la cadencia, tal vez algo agresiva en las trompas pero que encajaba en el discurrir hacia la serenidad provisional antes del desarrollo y posterior recapitulación del Sib al Mib que me consta es de dificultad técnica para los bronces. El Menuetto: Allegretto de nuevo "enérgico y denso, feroz", rayando en el Allegro como buscando mayor contraste con el ambiente pastoral que desvelan las notas pero no la interpretación. Y la conclusión del Allegro assai otra vez lleno de fuerza con la pretendida calma que no llega y el vigor no sólo de la cuerda sino de todos los efectivos, perfectamente marcado desde una batuta que nunca llega a los excesos o el paroxismo pero consigue lo que busca. De nuevo quiero usar las palabras del musicólogo francés porque definen como nadie el final: "Raramente ha dado un músico una prueba de tanta energía, de tal violencia en una obra sinfónica. El genio de Mozart resplandece aquí con una verdad a la que no podemos escapar. Esto es lo que explica el éxito, tan justificado, de una obra maestra de una potencia inigualada de emoción" (pg. 784 ob. cit).
Enhorabuena para la OCA que nos tiene preparada una temporada para seguir disfrutando y aprendiendo con el Profesor Don Daniel.