Revista Cultura y Ocio

Miércoles, 4 de noviembre de 2015

Publicado el 04 noviembre 2015 por Benjamín Recacha García @brecacha
Sierra de Espierba - El viaje de Pau

Ya han pasado tres años desde que acabé ‘El viaje de Pau’. Muchos más hace que disfruto de los paisajes que describe.   Foto: Benjamín Recacha

Hola, Toni.

En tu anterior carta me pedías que te hablara sobre mis autores de referencia. “¿A qué autor te gustaría parecerte y por qué?”, me preguntabas, y yo, que soy un chico aplicado, te voy a responder.

Hay muchos autores a los que admiro; de hecho, a casi cualquiera que sea capaz de escribir algo que atraiga mi atención, pero si tengo que quedarme con un nombre, el que se repite en mi mente con más insistencia es Paul Auster. He leído varias de sus novelas, todas interesantes, sobre todo por la habilidad que tiene para crear personajes que conectan enseguida con el lector. Hablabas de Fante y su capacidad para exprimir a sus protagonistas. Voy a tener que leer algo suyo porque no eres el primero que me lo recomienda. Creo que me gustará porque precisamente lo que más me fascina de Auster es esa misma capacidad. Sus personajes cobran vida, parecen de carne y hueso, y sientes muy cercanas sus miserias, sus inquietudes y sus alegrías.

Es curioso, porque normalmente se trata de personajes bastante atormentados, con mucha “vida a cuestas” y no demasiadas esperanzas en el futuro, pero la novela que más me ha marcado de Auster, la que tengo en el altar de las obras maestras que sueño con llegar a emular en un lejano día, es una historia muy optimista, repleta de vitalidad y confianza en la capacidad regeneradora del ser humano. Se trata de Locuras de Brooklyn. Me atrevo a decir que es el libro que más me ha influido como escritor, por esa atmósfera cálida que se respira durante toda la lectura, esos personajes tan sencillos y a la vez tan complejos como todo ser humano, y, sobre todo, unos diálogos que se leen “escuchando” a los interlocutores. El texto fluye y transmite al lector esa sensación tan maravillosa que sólo se experimenta a través de los buenos libros.

Así que, sí, definitivamente mi aspiración es llegar a escribir como Paul Auster. Pero no sólo como él. Hay otros autores a los que admiro especialmente, de los que espero haber aprendido algo que se refleje en mis obras. Me refiero a Gerald Durrell y su trilogía de Corfú, cuya primera parte, Mi familia y otros animales, me hizo reír a carcajadas y sentir que me trasladaba a la paradisíaca isla griega junto a sus entrañables y desternillantes personajes humanos y, sobre todo, los no humanos. Durrell es un maestro consiguiendo que largas descripciones resulten irresistibles.

Otro autor al que siempre menciono entre mis referencias es William Goldman, afamado guionista de Hollywood que obtuvo un gran éxito con una novela cuya adaptación a la gran pantalla se ha convertido ya en un clásico del cine de aventuras. Se trata de La princesa prometida, el libro que más veces he leído por lo mucho que me hace disfrutar. Me encantaría que algún día mi escritura llegara a adquirir esa fluidez y esa capacidad para entretener e incluso hacer reír. La literatura fantástica me gusta y quizás más adelante me atreva a escribir una novela del género, pero sólo lo haré si consigo imaginar una historia tan original y divertida como la que relata La princesa prometida. Ya hay demasiados libros de fantasía clonados.

Y si hablo de fantasía, evidentemente no puedo olvidarme de J.R.R. Tolkien. He leído casi todo lo que publicó, incluso las compilaciones mitológicas sobre la Tierra Media y el vastísimo mundo que su privilegiada mente creó, como El Silmarillion y Los hijos de Húrin. El Señor de los Anillos me parece una obra maestra, referencia obligada para cualquiera que aspire a crear algo digno en el amplísimo campo de la fantasía épico-histórica. He disfrutado como un enano cada vez que lo he leído y, de hecho, he vuelto a empezarlo como lectura de buenas noches para mi hijo. Considero a Tolkien una buena referencia para enriquecer el lenguaje literario y mejorar la habilidad descriptiva, tanto de ambientes como de personajes.

Creo que he respondido a tu pregunta, ¿no? De todas formas, como decía al principio, admiro a muchísimos autores y opino que de todos ellos se pueden aprender cosas. Sigo pensando que la mejor manera de mejorar como escritor es leer, y no sólo a los llamados clásicos, a los autores de referencia, sino también a los contemporáneos, a los que, como nosotros, aspiran a hacerse un hueco en el mercado. Yo estoy seguro de que en estos últimos tres años he adquirido un aprendizaje valioso de tus relatos, de los libros de Ramón Betancor, de Mercedes Pinto, Carmen Grau, Cristina Monteoliva, Miguel Paz Cabanas, Berta Carmona, Gabriella Campbell y tantos otros. También he aprendido de quienes (en mi opinión) no escriben tan bien e incluso de esas novelas que no deberían haberse publicado por no estar bien editadas.

De un tiempo a esta parte me he dado cuenta de una cosa de la que tú hablaste en alguna carta: he aprendido a leer. Voy a matizarlo, porque va a parecer que antes no sabía, y tampoco es así. Lo que quiero decir es que leo con otros ojos; ya no me limito a disfrutar (o no) de la historia que tengo ante mí, sino que me fijo en detalles en los que antes no reparaba y que tienen que ver, desde luego, con el hecho de que yo también escribo.

Ahora me doy cuenta enseguida cuando algo sobra, o si un personaje no resulta convincente y por qué; descubro los recursos que el autor utiliza para captar la atención del lector; espero encontrar la intencionalidad de la historia y la motivación de los personajes en las primeras páginas, y hago el seguimiento con la esperanza de que mantengan la consistencia y la coherencia… En fin, que además de lector actúo como escritor e incluso como editor. Es divertido a veces, decepcionante otras y muy satisfactorio cuando te encuentras con uno de esos libros redondos de principio a fin.

Creo que ahora estoy inmerso en uno de ellos: La verdad sobre el caso Harry Quebert. Supongo que habrás oído hablar de él porque ha tenido un enorme éxito comercial. Es la segunda novela de su joven autor, el suizo Joël Dicker. El protagonista también es un joven escritor, que lo peta con su primera obra, y que al querer ponerse con la segunda no es capaz de escribir una sola palabra. Harry Quebert es su maestro, un veterano escritor cuya segunda novela se convirtió en un clásico de la literatura contemporánea norteamericana, y que tres décadas después se ve inmerso en una auténtica pesadilla al descubrirse que estaba basada en la relación que mantuvo con una jovencita de quince años el mismo verano que la escribió.

Se trata de una novela policíaca, con una trama enrevesada que poco a poco va desenredándose gracias a la investigación del protagonista, quien va descubriendo los misterios que esconden los habitantes aparentemente modélicos de Aurora, el pequeño pueblo costero donde se desarrolla la historia. Me dejo un “pequeño” detalle, que es el que desencadena toda la acción: el cadáver de la jovencita aparece en el jardín de Harry Quebert, enterrada en poder del manuscrito de su obra maestra.

Dicker demuestra una habilidad asombrosa para caracterizar a los personajes y darles vida. Es imposible no enamorarse de la historia de amor entre Nola, la adolescente asesinada, y Harry Quebert, su presunto asesino. Hasta ahora, y voy por la página 400 de más de 600, el desarrollo es impecable. No me atrevo a aventurar quién es el o la asesino/a. Hay varios personajes sospechosos y se me ocurren varias hipótesis, pero lo importante, desde luego, es que el autor ha conseguido atraparme y que devore las páginas disfrutando del contenido y de la forma como está expuesto. Ahora queda lo más complicado: rematar la faena manteniendo el interés hasta el final y (espero que) causando sorpresa convincente y coherente.

Ahora que me planteo escribir una novela policíaca me doy cuenta de lo difícil que es idear una historia original, con entidad, y un desarrollo sólido que desemboque en un final no previsible pero tampoco tan sorprendente que resulte increíble. Me espera un arduo trabajo, pero, como ya sabes, los retos me motivan, así que no pararé hasta completar el proyecto de manera satisfactoria.

El primer capítulo lo tengo ya muy claro en mi mente, pero antes de ponerme a escribir (aunque la tentación sea muy grande) necesito tener muy claro todo el conjunto. Esta vez, sí. Una novela de este tipo no creo que pueda escribirse sobre la marcha.

Lo voy a dejar aquí, compañero. Espero que muy pronto tengas buenas noticias que comunicar al mundo referidas a tu carrera literaria.

Este mes se cumplirán tres años desde que puse el punto y final a El viaje de Pau. Tres años ya. Recuerdo aquel 2012 como el verdadero inicio de un viaje que no sé si me llevará lejos o si se quedará en un paseo, pero lo que sí sé seguro es que lo estoy disfrutando muchísimo. Escribir El viaje de Pau fue una experiencia fantástica, y el hecho de que todavía hoy haya quien me anuncia que ha empezado a leerlo te puedes imaginar que me hace sentir muy orgulloso.

¡Un abrazo!


Volver a la Portada de Logo Paperblog