Por el lugar pasaba la vía romana que no lejos de allí, en las proximidades del actual Ujo, se bifurcaba para franquear la cordillera por los puertos de La Carisa y San Isidro.
Siglos después, en Mieres se localizaba un albergue para los peregrinos que tomaban la variante del Camino de Santiago que desde León se dirigía a la catedral de San Salvador de Oviedo. La zona contaba con lugares de gran atracción para el caminante, pues no lejos de la villa mierense se localiza la aldea de San Justo (localidad más antigua del concejo que se encuentra en el itinerario que recorre el Cordal de Urbiés) en cuya ermita, con referencias escritas que datan de mediados del siglo IX, unos monjes habrían depositado los restos de los mártires San Justo y San Pastor.
Así que durante buena parte de su historia, Mieres fue creciendo a la vera del Camino, a partir del primitivo núcleo que se formó, en el lugar que hoy ocupa el barrio de La Villa, pegado a la montaña y alejado de de las periódicas crecidas del río. Hasta mediados del siglo XIX, el escenario debió de ser bien similar al de otras zonas de la región con dedicación exclusiva a las tareas del campo: hórreos, paneras, llagares, molinos, mazos, batanes y, junto a las viviendas campesinas, alguna que otra casa señorial. Como el palacio de Camposagrado, construido en el siglo XVII en el solar que había ocupado una torre medieval y que actualmente alberga el Instituto Bernaldo de Quirós, o el palacio de los Álvarez Castañón, más conocido como Casa Duró, un edificio barroco levantado en 1698 que hoy acoge un centro de arte.
El panorama empezó a cambiar a mediados del XIX, una vez que quedó confirmada que en el subsuelo de la zona había suficiente hierro y carbón como para montar una moderna siderurgia y con ese objetivo se constituye en 1844 la Asturian Mining Company, la cual, tras la adquisición de varias minas de carbón en la zona, decidió instalar la fábrica en las inmediaciones del río Caudal. Mieres del Camino inició entonces su transformación. Aquella pequeña localidad dedicada a la agricultura y la ganadería pasó a convertirse en uno activo foco de la industrialización española y en un referente del movimiento obrero. El visitante atento encontrará en el paisaje urbano algunas de las huellas de esta historia reciente.
Ayuntamiento
El edificio de la Casa Consistorial es una edificación del año 1862, proyectado por el arquitecto Lucas María Palacio con los planteamientos propios del eclecticismo, esto es, tomando elementos procedentes de otros estilos y otras épocas. La fachada principal se estructura verticalmente en tres pisos y buhardilla, con un pórtico con cinco arcos carpaneles en la planta baja.
Mercado de abastos (1907)
A finales del XIX se levantan en Asturias los primeros mercados con estructura metálica. Cuando, en los inicios del nuevo siglo, las autoridades municipales deciden construir un mercado municipal que esté en consonancia con la importancia que por entonces ha adquirido la villa, encargan el proyecto al arquitecto Juan Miguel de la Guardia quien, como ya ha demostrado en la construcción del mercado del Progreso en Oviedo (1887) y el de Villaviciosa (1901), es capaz de conjugar la utilización de una estructura interior de hierro, manteniendo un aspecto exterior más tradicional y adaptado al entorno urbano en el que se ubica.
Grupo Escolar Aniceto Sela
Este edificio de 1925, conocido también como Liceo o Liceo Mierense, fue construido siguiendo el proyecto del arquitecto municipal Avelino Díaz Omaña quien, influenciado quizás por el Art Decó, prestó especial atención a la ornamentación de las fachadas, disponiendo un tipo de ventana para cada planta y utilizando el ladrillo como elemento de estructuración y decoración.
Iglesia de San Juan Bautista
Inaugurado en el año 1928, este templo de estilo neobarroco vino a reemplazar a la iglesia románica que se alzaba en el mismo solar y que había sido demolida un año antes. De planta de cruz latina con tres naves, en la fachada principal destaca el gran pórtico, rematado con frontón, a cuyos lados se disponen dos torres poligonales.
Gracias a la pujanza de las empresas siderúrgicas y mineras asentadas en la zona, al finalizar el primer tercio del siglo XX Mieres se ha convertido en una de las villas más pobladas de la región, pujante capital de un concejo que en esos primeros treinta años del siglo duplica con creces (236 %) el número de sus habitantes, pasando de 18 083 en 1900 a 42 787 en 1930. El crecimiento continuará, aunque con menor ritmo, hasta la década de los sesenta (en 1964 la población del concejo llegará a los 75 430 habitantes).
La crisis de los años setenta y ochenta, con la caída en picado de la producción minera, se lleva por delante buena parte de su tejido industrial y, con él, una etapa de la historia de Mieres del Camino. Son tiempos de propuestas, de cambios. Se apuesta por construir una villa más abierta, más acogedora.
Se embellecen los rincones más emblemáticos (La Villa, Requejo...) Se abren nuevos centros de ocio. Se dirigen los focos hacia un entorno rural, muy cercano y de gran atractivo (véase, como ejemplo, las rutas que recorren el valle del Cuna y el cordal de Urbiés.)
Y se realiza una apuesta decidida por el conocimiento, construyendo en los terrenos que antes ocupara el Pozu Barredo, el Campus de Mieres, en cuyas instalaciones se ubican la Escuela Politécnica, el Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (INDUROT), el Centro de Innovación Tecnológica y el Centro Europeo de Soft Computing.
A Barredo llegaba a finales del siglo XIX el carbón que Fábrica de Mieres extraía de Mina Mariana. En los años veinte del pasado siglo la empresa abrió el Pozo Barredo, que cuatro décadas más tarde se integraría en HUNOSA al constituirse ésta. En el mes de marzo de 1995 el Pozo Barredo cesó sus actividades extractivas.
En la actualidad el castillete del Pozo, situado a escasos metros del edificio universitario, se mantiene en pie... a la orilla del Camino.
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