El pasado mes de febrero la prestigiosa revista artprice hacía balance de las subastas y ventas de arte llevadas a cabo a lo largo de 2011, cifras mareantes que, pese a la interminable recesión que vivimos, demostraron una tendencia a la alza y un cambio de escenario en cuanto a coleccionismo se refiere. Para empezar, el informe otorga el mérito que se merece al llamado BRICS, que no es más que el acrónimo de cinco países en un dulce momento económico: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
La riqueza de los coleccionistas se une al crecimiento de los fondos de inversión en arte, un fenómeno que las clases políticas no han pasado por alto y que potencian a través de eventos tales como las exitosas ferias que Asia ha albergado a comienzos de año. Destacan en concreto Singapur, Beijing y Hong Kong, tres de los mercados más activos del continente.
En 2011, el mercado de subastas mundial generó un 21% más de beneficios que el año anterior. Pocos segmentos quedaron al margen, estando a la cabeza los 1.2 billones de dólares del arte Moderno, seguido a gran distancia por el arte de Post-guerra, el arte Contemporáneo, los Antiguos Maestros y el arte del Siglo XIX.
Por otra parte, este suma y sigue de millones generó la lista de los 500 volúmenes subastados, un top en el que se cuelan una legión de artistas orientales y los habituales del circuito, como el incombustible Andy Warhol, o, con un importante crecimiento, Alexander Calder y Marc Chagall. El ranking también resalta el interés de los compradores por la obra de Gerhard Richter y el espectacular ascenso de Wayne Thiebaud, LS Lowry y Stanley Spencer.
Sin ser una noticia trascendente para el ciudadano de a pie o los miles de artistas que aspiran a las migajas del pastel, al menos sorprende por la efectividad que el mercado del arte demuestra a la hora de detectar dónde está el dinero y, como no, beber de tan dulces aguas.