Resulta curioso que una muestra como “Vanitas”, del artista jienense Miguel Scheroff, invoque tras un rápido vistazo a sus obras términos como “inquietud” o “desasosiego”. Aparte, el gran público siempre ha expresado su rechazo a los acercamientos viscerales, logrando que frases como “la belleza está en el interior” resulten inapropiadas en un contexto libre de metáforas. El interior, sea una tripa o un rostro despellejado, incomoda, un ejemplo más de las apariencias en las que habitamos los seres humanos, y que Miguel retrata, aparte de con un realismo digno de elogio, con unas composiciones que convierten a los retratados en material de exhibición, piezas de carnicería tan válidas como un ternero o conejo despiezado.
“Vanitas” es una exposición violenta no por los excesos de músculo y tendón ofrecidos, sino por las lecturas flotantes que podemos obtener de su contemplación, como la fragilidad de la carcasa humana, los prejuicios estéticos ante nuestro sofisticado interior, dando más importancia a la apariencia del mecanismo que a su correcto funcionamiento.
“Vanitas” se estrena hoy, 27 de septiembre, en la Galería La Zúa, y permanecerá en la sala madrileña hasta el futuro 10 de noviembre, la oportunidad de acercarse a la producción de Miguel Scheroff, un hiperrealismo que no se ve todos los días.