Hola Graminoleños.
Cómo pasa el tiempo. Hace un mes que iniciábamos la narración de la carrera de ese grande de la música que es Mike Oldfield y parece que fue ayer cuando os narraba sus comienzos y su asentamiento en el mundo de la música. Eso sí, supongo que habréis estado esperando con muchas ganas este momento para seguir disfrutando de su buena música, así que sin más dilación vamos con el tercer capítulo, en el que despedíremos la década de los 70 para adentrarnos en la mágica década de los 80.
Nos situamos en el año 1979, momento en el que publicaría un nuevo sencillo con un sonido totalmente distinto al que había ofrecido hasta ese momento. Daba la impresión de que lo hacía a modo de apreciar si tenía aceptación y como una especie de preaviso de lo que iba a venir a continuación.
Sin duda alguna se avecinaban cambios en el mundo de la música, profundos y maravillosos cambios diría yo, y Oldfield no era ajeno a ello, por lo que con “Guilty” ofrecería una música en la que se haría acompañar por los teclados del mismísimo Steve Winwood, creando una canción cercana incluso a la música disco pero con una majestuosa guitarra, como siempre, y unos coros que se harían bastante populares.
Su manera de percibir el contacto con los demás había cambiado sobremanera como ya os comente al final del segundo capítulo, por lo que sus cambios a la hora de publicar discos y promocionarlos también variarían considerablemente. Todo esto se apreciaría muy claramente en el año 1979 con la publicación de su siguiente trabajo.
El disco llevaría el título de “Platinum” y con él abandonaría su estructura, ya que no se trataría de ningún tipo de sinfonía o suite con continuidad, sino que por primera vez en su carrera iba a publicar un disco con varios temas cortos, unidos conceptualmente eso sí, capaces de ser publicadas cualquiera de ellas como single. Los cambios continuaban y a lo grande.
Además, en esta ocasión el título, al igual que la portada del disco cambiaría según su publicación fuera en Estados Unidos y Canadá o el resto del mundo, ya que en las tierras americanas saldría al mercado bajo el nombre de “Airborn”.
La única diferencia entre ambas versiones es que en la edición americana aparece la mencionada anteriormente “Guilty”, la cual ya había sido publicada como sencillo en Europa, en lugar de uno de los temas que sí se incluyen en la versión original publicada en el Viejo Continente.
La canción sustituida lleva el título de “Woodhenge” y si os digo la verdad, ignoro el motivo de la sustitución. Eso sí, la inclusión de “Guilty” en el mercado norteamericano sería todo un acierto ya que obtendría un gran éxito por aquellos lares.
Lo que era evidente es que el volantazo que le había pegado a su carrera era claro. La evolución musical que llegaría con la entrada de la década de los 80 no dejaba hueco para el rock sinfónico conceptual y él supo verlo. Supo darse cuenta de que en aquel instante no eras nadie si no eras capaz de publicar sencillos que pudieran ser emitidos por radio y televisión.
Eso sí, él nunca abandonaría su manera de enteder la música conceptualmente y, como veremos un poco más adelante, sería capaz de encontrar el equilibrio entre grandes composiciones en plan sinfónico con auténticos pelotazos superventas.
Entre las canciones de “Platinum” hay una que a mí particularmente me encanta, por lo que no puedo evitar la tentanción de ponerla aquí. Se trata de “Into Wonderland”.
Gracias a que había sabido canalizar la presión de sentirse acosado por tanta popularidad y éxito que en sus primeros años le había llevado a aislarse en numerosas ocasiones, su manera de promocionar los discos cambiaría también radicalmente, ya que a partir de ese instante se vería capacitado para salir de gira durante meses, por lo que la conexión con su público sería más estrecha a partir de ese instante.
Ni que decir tiene que la majestuosidad de sus actuaciones en directo era monumental. Se hacía acompañar por grandes músicos, siempre acompañados de una orquesta y coros de más de 20 personas. Además cuidaba hasta el más mínimo detalle el tema visual, tanto en lo que los juegos de luces que iluminaban el escenario como a las imágenes que se proyectaban en pantallas gigantes instaladas a tal efecto. Si la magia existe de verdad tiene que ser muy parecida a lo que él ofrecía.
Aprovechando estas circunstancias, ese mismo año 1979 se publicaría un doble disco grabado en directo durante la gira que llevaría el título de “Exposed”.
Lo curioso del caso es que la gira en sí, originaría unos gastos tan descomunales que, económicamente hablando significaría una auténtica ruina que únicamente sería compensada, no en su totalidad, precisamente por la publicación de este disco en vivo. Podríamos decir que en cierto modo se le fue la mano con la espectacularidad, pero a buen seguro que aquéllos que pudieron disfrutar de sus conciertos lo agradecerían infinito.
Fiel a su habitual cita navideña, a finales del año 1979 aparecería el clásico “villancico a la manera Oldfield”. En esta ocasión se trataría nuevamente de una adaptación de una canción tradicional titulada “Blue Peter” que servía de sintonía para un famoso por aquella época programa infantil. Además, el artista cedería los derechos de esta canción para una campaña de ayuda a Camboya.
La capacidad creativa de Oldfield era muy productiva y no paraba de componer. De esta manera, a principios del año 1980 publicaría dos sencillos que no eran más que versiones de dos canciones de artistas totalmente consagrados y que iban a servir como adelanto al nuevo disco que estaba muy cerca de publicarse y que contendría estos dos títulos.
El primero de estos dos sencillos sería “Arrival”, una versión del tema de ABBA con el que quiso rendirles un merecido homenaje ya que en aquel momento los suecos pasaban por ser el grupo más popular y exitoso del “planeta música”. Las virtuosas manos de Oldfield acariciando su guitarra nos dejarían una versión que nada tiene que envidiar al original.
El segundo sencillo también serviría para rendir tributo a uno de los intérpretes con los que él se sentía más identificado y al que admiraba profundamente, habiéndose convertido en sus comienzos en su gran fuente de inspiración. Me estoy refiriendo a Hank Marvin.
Este guitarrista era el líder del grupo The Shadows, una banda que en la década de los 60 interpretaba a golpe de guitarras todos sus temas, convirtiéndose en el grupo de referencia de cualquier guitarrista que se preciase y habitual banda de acompañamiento del mismísmo Cliff Richard. La admiración que sentía por Marvin le llevaría a versionar “Wonderful Land”, uno de sus mayores éxitos, demostrando que Oldfield habría encajado a la perfección en el grupo.
Con estas dos cartas de presentación tan sugerentes, ese mismo 1980 se publicaría el nuevo disco de Oldfield, un trabajo que daba un salto adelante en la manera de hacer música del artista, en el que contaría con una colaboración de lujo y que sentaría las bases para entender el sonido que iba a ofrecer a partir de ese momento. Nacía la década de los 80 y él supo darse cuenta de lo que se avecinaba para evolucionar en el camino correcto.
El disco en cuestión llevaría el título de “QE2” y contaría con el mismísimo Phil Collins a la batería y con la presentación en sociedad como vocalista de Maggie Reilly, quien a partir de ese instante iba a convertirse en la voz más popular y habitual de la música de Mike Oldfield.
El disco continúa con la estrucutra de sus últimos trabajos, contando con algunas canciones totalmente instrumentales y algo más largas y otras con una marcada parte vocal y de menor duración. Su esencia no se había perdido en absoluto, pero con esta nueva forma de elaborar sus trabajos, la posibilidad de que sus canciones fueran publicadas como sencillos y emitidas por las emisoras de radio crecía exponencialmente.
“QE2” toma su nombre del transatlántico “Queen Elizabeth II” y se abre con un tema conceptual que es la primera parte de una trilogía, cuyas dos siguientes entregas aparecerían en los dos siguientes discos como más adelante veremos. Su título es “Taurus 1”.
Entre las canciones que integran el disco a mí particularmente hay una que me encanta. Es una melodía cautivadora y en la que la voz de Maggie Reilly lo inunda todo, aderezada con otra voz manipulada tecnológicamente. Sin duda alguna la combinación entre su voz y la música que Oldfield creaba lograba unos efectos espectaculares. La canción lleva el título de “Sheba”.
Si la popularidad y el éxito de Oldfield eran ya enormes, a partir de este instante iba a convertirse en uno de los músicos de referencia y más importante del panorama musical internacional. La década de los 70 fue grande para él, pero la de los 80 se presentaba aún más espectacular, algo que ya os cuento dentro de unos días, en el que será el cuarto capítulo de “La Graminola” dedicado su carrera. Ya lo sabéis, no os lo podéis perder.
Hasta la próxima, Graminoleños
JUAN JOSÉ GOMARIZ