Hola, Graminoleños.
El tiempo sigue pasando y nos situamos ya en el mes de mayo, por lo que tenemos nuestra ineludible cita con el capítulo final, y van 7, de la historia de uno de los mayores genios de la música de nuestros tiempos: Mike Oldfield.
En el capítulo de hoy nos sumergiremos en los últimos trabajos realizados por el inglés, bastante espaciados unos de otros, y en el que nuevamente iría sorprendiendo a propios y extraños con su camaleónica adaptación a las nuevas tendencias musicales que irían llegando hasta nuestros días. Así, pues nos vamos a situar en el año 2002.
En ese año se produciría un doble acontecimiento relacionado con la figura de Oldfield. Por un lado publicaría un videojuego de su creación, relacionado con la realidad virtual musical, al que daría el nombre de “Music VR”, pero sobre todo publicaría un nuevo disco con una sonoridad nueva y original: “Tr3s Lunas”.
El título en español de su nuevo trabajo no es una casualidad. Por un lado todavía resultaban evidentes las influencias adquiridas durante su estancia en Ibiza y por otra parte tanto el videojuego como el álbum fueron presentados en la “Ciudad de las Artes y de las Ciencias” de Valencia.
Hemos asistido en los anteriores artículos de “La Graminola” dedicados a su carrera a una continua metamorfosis en cuanto a su sonido disco tras disco. Oldfield estaba ya en ese momento de la trayectoria de un gran artista en el que ya lo ha vendido todo y le apetece experimentar, innovar y sorprender. Y él era capaz de hacer las tres cosas a la vez con cada nuevo trabajo y con unos resultados espectaculares.
Con tan sólo escuchar el sonido del primer sencillo de este disco, “To Be Free”, nos deja muy a las claras en que terrenos se va a mover en esta ocasión. El “chill-out” y el “trance” serán las aguas en las que se sumerja en esta oportunidad.
El disco significaría la vuelta como vocalista de su hermana Sally, quien no colaboraba con él desde hacía más de 25 años, siendo las otras vocalistas que aparecerían en el disco la cantante de Jazz Jude Sim y Amar.
Una vez más el británico iba a sorprender a todos con el dominio de un estilo que no había practicado antes, obteniendo unas considerables ventas y ganándose una vez más los elogios de público y crítica. Su leyenda seguía creciendo.
Cierto es que la campaña de promoción del disco fue bastante intensa, pero no lo es menos que los sonidos que fue capaz de combinar y ofrecer eran ya de por sí lo suficientemente atrayentes como para lograr los resultados que obtuvo, gracias a canciones como “Thou Art In Heaven”, segundo y último sencillo que aparecería en el mercado.
En el año 2003 Oldfield cumplía 50 años y su “Tubular Bells” 30, por lo que se le ocurrió que la mejor manera de celebrar ambos eventos era la publicación de una nueva versión de su famoso disco, debidamente remezclada y remasterizada, aprovechándose de la tecnología tan avanzada en el aspecto de calidad de sonido que tenía a su alcance. De esta manera nacería “Tubular Bells 2003”.
Lo cierto es que él no había estado demasiado contento con la grabación del año 1973 ya que tuvo que realizarla con pocos medios y en muy poco tiempo, por lo que se sacaría una espina que tenía clavada desde hacía 30 años, logrando un sonido espectacular y consiguiendo unas ventas más que aceptables considerando que se trataba de una reedición.
Dos años después llegaría su nuevo trabajo en el que nuevamente demostraría su talento no solamente a la hora de hacer música sino también a la hora de estructurar sus discos. En esta ocasión ofrecería un álbum compuesto por dos discos, uno de ellos con música muy del estilo de “Tr3s Lunas”, mientras que el otro era cierta evolución de ese sonido hacia estilos un poco más cercanos al dance. Su título: “Light + Shade”.
El primero de los dos discos, “Light”, redunda en el sonido chill de su anterior trabajo y busca una música más cálida y relajante. Curiosamente no se publicaría ningún sencillo del mismo, pero yo destacaría la “magia” de “Angelique”.
El segundo disco, “Shade”, podría considerarse como una evolución del anterior. En él nos encontramos música algo más sombría, más oscura y con ritmos dirigidos al dance, abandonando esa idea de relax que tiene “Light”.
El único sencillo de este trabajo estaría contenido precisamente en “Shade” y llevaría el título de “Surfing”. La verdad es que la promoción del disco no fue demasiado intensa, posiblemente porque se produjo justamente tras un nuevo cambio de discográfica, pero a pesar de ello tendría una buena aceptación y unas ventas más que aceptables.
Además de este tema, yo destacaría otra canción que está incluida en “Shade”, y que a mí me parece una auténtica maravilla. Se trata de “Quicksilver”, una canción que iba a ser publicada también como sencillo pero finalmente no sería así. De hecho, en un principio Oldfield barajó que este fuera el nombre del disco, pero tras decidir que fuese un trabajo doble cambiaría de opinión.
En el año 2006 saldría al mercado un nuevo recopilatorio, en esta ocasión compuesto por tres CDs, bajo el título de “The Plantinum Collection”, en el que se encontraban todos los grandes éxitos de su carrera y unas cuantas versiones extendidas y remasterizadas de algunos de ellos.
Quienes pensaban en este momento que a Oldfield ya no le quedaban maneras de sorprender y que se habían agotado todas las posibilidades de innovar y de hacer algo que no hubiese hecho antes iban a comprobar en el año 2008 que estaban muy equivocados.
Ese año publicaría “Music Of The Spheres”, su primer disco de música totalmente clásica en el que únicamente cuenta con el sonido de la guitarra y el piano, tocando ambos instrumentos él mismo, haciendo de una obra sencilla a más no poder un espectáculo sonoro cuya música acaricia los oídos.
Se trata de un trabajo sinfónico y puramente instrumental, compuesto de varias piezas pero unidas una detrás de otra como si se tratara de una suite al estilo de sus primeras obras. Con estas características es evidente que cuando presentó en directo el disco, acompañado de una orquesta y con un coro espectacular, lograría un efecto inmejorable y la crítica, una vez más, se rendiría a sus pies.
Comercialmente hablando no sería un disco multitudinario, ya que se acercaba más a la música clásica que al pop-rock o estilos derivados, pero la calidad de su sonido es indiscutible, algo palpable en el único sencillo que aparecería de este disco, este envolvente y cautivador “Spheres”.
Muchos interpretaron este disco como el cierre del círculo de su carrera. Ya no le quedaban más estilos que tratar, ya no había más música con la que experimentar. Así pues los rumores de la finalización de su carrera empezarían a correr, más si cabe cuando en el año 2008 anunció su retirada temporal para descansar y disfrutar de su familia. La mayoría pensó que esa retirada iba a ser definitiva y, una vez más, iban a equivocarse.
Durante su época de retiro no permanecería parado del todo ya que se dedicaría a remezclar sus viejas canciones para que sean incluidas en las reediciones de sus discos, publicar algunos recopilatorios más, colaborar con otros artistas o ser una de las figuras destacadas en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres en el año 2012.
Esa afición por reversionar y remezclar sus clásicos daría lugar a la aparición de un nuevo disco en el año 2013 titulado “Tubular Beats”, en el que se incluyen algunos de sus temas más destacados a ritmo de baile, contando para ello con la colaboración de “D. J. Torsten”.
Cierto es que para los más puristas este disco puede considerarse una aberración, pero lo cierto es que hasta cuando Oldfield gira demasiado la tuerca obtiene resultados espectaculares, sabiendo moverse incluso en el terreno de la música electrónica a un gran nivel, dejándonos piezas tan originales como esta versión del mítico “Moonlight Shadow”.
Da la impresión de que en ese instante el gusanillo volvería a picar al bueno de Oldfield y decidiría retomar su actividad en el año 2014, publicando un nuevo disco en el que volvería a la senda del pop y, sobre todo, del rock. Se trata de “Man On The Rocks”, un disco que no tendría la repercusión que merece pero que está a la altura de cualquiera de sus grandes obras con una música de calidad espectacular. Un disco que a mí particularmente me gusta escuchar una y otra vez.
En esta ocasión nos encontramos con un sonido totalmente reconocible e identificable con la música más conocida de Oldfield, en el que su guitarra suena como siempre, contando como principal novedad la de utilizar a un único vocalista para todas y cada una de las canciones que lo integran. El elegido sería Luke Spiller, cantante del grupo The Struts.
Como ya digo nos encontramos ante un disco con mayúsculas. Su promoción, al menos en nuestro país, fue muy escasa y esto motivaría que pasara de puntillas, pero cualquiera de sus canciones tiene un potencia tremendo, recordando un sonidos que hacía tiempo no escuchábamos en sus discos.
Son varias las canciones que hay que destacar, pero posiblemente la mejor de todas ellas sea “Sailing”, con un Oldfield con su guitarra llevando el tempo, contrastando con la peculiar voz de Spiller. Una gozada.
He de reconoceros que este disco me entusiasma. Parece mentira que después de tanto tiempo, un Oldfield ya veterano fuera capaz de recuperar el tono que más le encumbró en su momento y ofrecernos unas canciones que tanto y tanto nos recuerdan a su época de los años 80 cuando vendía lo que no estaba escrito y era un auténtico fenómeno de masas.
En esta línea, otra de las canciones destacadas de este trabajo es sin duda alguna “Moonshine”, una canción algo más “eléctrica” y que va creciendo más y más a medida que avanza en el tiempo.
Todas las canciones están compuestas por el propio Olfield, a excepción de una de ellas. Se trata de “I Give My Self Away”, con la que vuelve a sorprender a propios y extraños, ya que se trata de un tema de carácter religioso compuesto por William McDowell. Una vez más, genial.
Una de las canciones que a mí más me gustan fue compuesta por Oldfield con motivo de la irrupción del destructivo huracán Irene, siendo su título, como no podía ser de otra manera, “Irene”. Nos encontramos con una canción que suena al Oldfield de los 80 cuando hacía sonar su guitarra como sólo él sabe hacerlo.
Lo que estaba claro es que el hallazgo del vocalista Luke Spiller fue todo un acierto. En esta ocasión asistimos a la combinación perfecta de un joven cantante, con una potente voz con el buen hacer y la genialidad de un músico tan curtido como Oldfield. Una mezcla perfecta.
Como decía la promoción publicitaria de la secuela de la película “Tiburón”, cuando todo parecía tranquilo … Oldfield volvería sorprendernos a todos a principios de este mismo año 2017 con la publicación de un nuevo disco que es una especie de secuela de uno de los discos más aclamados de su carrera y publicado en el año 1975.
Se trata de “Return to Ommadawn” un disco que no ha tenido la promoción adecuada, hace tiempo que ninguno de sus trabajos la tiene, pero que rememora paso por paso la estructura y sonoridad de su predecesor y que podemos considerar como uno de los mejores discos del año sin temor a equivocarnos.
En el “Universo Oldfield” no existen las casualidades, por lo que no puede considerarse como tal el momento en que ha elegido para publicar este disco. Si la composición de “Ommadawn” vino marcada por el fallecimiento de su madre, está nueva entrega lo hace bajo la desgracia del fallecimiento de uno de sus hijos, de ahí sus tonos y su formato.
La estructura de ambos discos es idéntica, dos piezas largas compuestas como si se tratase de una suite, totalmente instrumentales y en las que el propio autor toca todos los instrumentos que se escuchan . Y se escuchan así de bien:
Han hecho falta hasta siete artículos de “La Graminola” para contar todos los logros de la carrera de Mike Oldfield, y a diferencia de la mayoría de los artistas que han pasado por el blog hasta ahora, en su caso no hay ningún trabajo más flojo que el otro, encontrándonos con grandes discos y continuas genialidades.
Como decía aquel “si no existiera, habría que inventarlo”.
Hasta la próxima, Graminoleños.
JUAN JOSÉ GOMARIZ