Revista Cultura y Ocio

Milhojas Mágicas de Verano

Por Igork

Milhojas Mágicas de Verano
Discuto con mi mujer. En muchas cosas disentimos. Mientras nos zampamos unas olivas con la amiga Coke y la niña hace correr un BMW made in Chinatown (Roman, te debo un café) que un perro persigue confundiendo el teledirigido con alguna feroz competencia, le dijo que Coetzze es brutal. «Magistral», es la palabra que uso. Ella mira agazapada como un gatopardo y dice+ Es que leer La Sombra del Viento es como leer el Lecturas -/apunten esta cita. Si no, sus ahorros en Bankia van a volatizarse en 8 mm/- A mí me gusta esto, La edad de Hierro, ¡es de verdad! Glups. Enciendo otro cigarrillo. Luego discutimos sobre qué peli iremos a ver. Aquí /un diario/ la ponen bien. Pero, ¡cómo no van a ponerla bien! Ella calla y me mira como diciendo, Igor, ya estás otra vez paranoico-conspirativo. Pero, con la prensa al borde de la quiebra, ¡cómo van a criticar a su principal anunciante!!! —en estos días de calor, cada vez que abro un periódico online… ¡zas! Él aparece—. Bueno, vale, pero iremos a ver Batman. -/Sí, amigos, este es el mundo de hombres. Ellas proponen-maquinan-deciden.
/// De eso sirven los anuncios. La polución mental que llena mi cerebro con deseos que no existían antes. ¿Por qué me compré un coche ? ¿Para qué? ¡Menuda tontería! Sí con Scalextric voy servido: _ Fin del inciso incisivo.///
Luego, el perrillo que seguía el BMW 4x4 tamaño Los miniboys, se queda como borracho, tumbado en una sombra, jadeante. Ha ganado el pequeño drone con pilas.
Por la tarde quedo con Isaac Asimov. Joder, también discutimos. Él se pregunta cómo pudo ser. ¿Por qué casi todo tiene su origen en una ciudad de apenas 30.000 habitantes en un tiempo en que nadie se moría pillándose los dedos con el IPhone —otra cosa que te han vendido, no lo dudes. Vigila con los elefantes rosas, amigo o amiga—¿De qué cojones...? Le recuerdo a Isaac que, a diferencia de nosotros, los atenienses tenían esclavos y no perdían en tiempo en la cola del Lidl. Asimov replica: «los foceos, los tebanos o los jónicos también tenían esclavos». Me enfado. ¿Y ahora qué digo? Me largo a África. Volviendo a casa —sí, la humanidad nació allí y Coetzee en el Sur—, se hace tarde. Se acerca un guardia urbano. ¡Eh, usted! ¡qué hace ahí parado! Pensar en Yo Robot y el gigante de Ballard. Ostias, hoy debe ser el día de los Graciosillos Reunidos Geyper. Vaya, vaya. Tire, hombre, ¡circule! No ve que sino los leucocitos, los góbulos rojos y las plaquetas van a colisionar y acumularse en este punto, pudiendo provocar un colapso en el sistema? ¿Qué sistema?¿Me está usted hablando del mejor sistema financiero del mundo, como dijo Zapatero?
Llamo a un taxi. Aparece la Muerte, que baja la ventanilla «¿a dónde va?» «Si lograra saberlo, ni que fuera por una vez… No, mejor sigo a pie». «¡A tomar por…!», me responde la Muerte. Se aleja. Voy caminando por esta arteria que va hilvanándose, ascendiendo, en la friolera frijolera gigante sin fin que, dicen, llega hasta el cielo sin necesidad de pinchar Lez Zeppelin ni nada, como otras muchas carótidas, venas y capilares en la planta de la vida que crece y crece hasta las estrellas y después no sé.  Ni Newton ni Robin lo saben, cómo nadie sabe si formo parte de una colonia norteamericana o alemana. Amén. ¿Llegaremos tal como estamos a la Navidad? Es verano y hace calor.

El vídeo del Space Battleship Yamato no tiene nada que ver. Era para ver volar el viejo acorazado, revivido. La peli parece de aquellas flojas, previsibles, lamentables. ¡Pero el Yamato vuela!

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