Foto de Internet. José Carrillo de Albornoz.
En la transición del Antiguo al Nuevo Régimen, el primero carácterizado por la Dinastía de los Austrias y el segundo por la de los Borbones, surgen personas, generamente de la alta nobleza que protagonizan hechos heróicos que deberían de haber pasado al conocimiento general de ésta nuestra España y que, con las consecuentes remodelaciones del sistema educativo en que se ha premiado la destrucción de la Historia en favor de una pseudamitología nacionalista o antiespañola. Uno de esos héroes, silenciados por la Historia y por los nefastos gobiernos de la España contemporánea fue Don José Carrillo de Albornoz. Uno de esos hombres labrados en el sentido del patriotismo y del Servicio a España que, sin duda, deberían de haber pasado a los libros de Historia pero del cual muy pocos saben o conocen. Él sería uno de los responsables de que el Imperio Español se mantuviera firme, aunque de manera ciertamente precaria, en sus aspiraciones continentales sobre Italia.Don Jose Carrillo de Albornoz.
El aristócrata y militar español, héroe de la Batalla de Bitonto, conde de Montemar, nació en Sevilla el día ocho de octubre de mil seiscientos setenta y uno, en el tramo final del reinado de Don Carlos Segundo de Austria, último rey de la Disnastia que gobernaba España y sus Reinos desde mil quinientos cuatro. Era hijo de Don Francisco Carrillo de Albornoz Esguivel y Guzmán, nacido en la misma capital de Andalucía el día dieciocho de junio de mil seiscientos treinta y nueve. Su título era el de Conde de Montemar, coronel de las guardias, director general de la Cabalelría de España, General en Jefe del Ejército de Orán, por aquel entonces avanzadilla de los intereses españoles en Argelia. Además era caballero de la Orden de Santiago, por lo que el jovén José, tendría una buena referencia militar de sus antecesores. Su madre sería la primera mujer de su Padre Leonor de Montiel y Segura, a la sazón hija de Don Federico de Montiel y de Isabel de Segura.
Don José Carrillo de Albornoz sería comendador de Moratalla, en la Región de Murcia, de cuyo Castillo sería responsable en su desempeño cómo miembro de la Orden de Santiago. Al mismo tiempo y en el año del Señor de mil setecientos seis alcanzaba el grado de segundo coronel del Regimiento de Caballería de la Orden de Montesa con antigüedad de veintiuno de agosto. Debido a su desempeño, entrega y riesgo en las operaciones propias de la Guerra de Sucesión, al año siguiente, sería ascendido a Brigadier con antigüedad siete de septiembre. Sucedería a su padre al frente del título de conde de Montemar ese mismo mil setecientos siete. Tres años después, en el bando de los Borbónes, participaría en la Batalla de Villaviciosa logrando una victoria relativa, ya que a pesar de ser una suerte de empate técnico entre los ejércitos contendientes a nivel táctico la escuadra franco-española demostró su superioridad. En la misma ostentaría ya el grado de Mariscal.
Militar de abolengo.
Acabada la Guerra, Don Jose Carrillo ocuparía, por su capacidad, diplomacia y fortaleza la capitanía General de Cataluña, una de las más complejas de la península. Lo haría dos veces. La primera tendría lugar durante tres años, los correspondientes a mil setecientos veintidós a mil setecientos veinticinco. Debido a sus compromisos militares en los que era más útil, sería sustituido en éste último año por Don Guillermo de Melun, a la sazón, marqués de Risbourg, que a su vez ocuparía dicha capitanía hasta mil setecientos treinta y cinco, si bien Don José Carrillo lo haría, de forma interina y a petición real durante mil setecientos veintiseís.Alcanzaría el título de Capitán General de la Costa de Granada ocupando la interinidad continuando las acciones en costa de los Berberiscos que aún se atrevían a hostigar las costas españolas. Por sus desvelos en el desempeño de las armas ascendería a Gapitán General de los Reales Ejércitos en mil setecientos treinta y uno con antigüedad de cuatro de abril.
Su acumulación de cargos y títulos, obtenidos siempre por su arrojo en la batalla y capacidad para la táctica y la estrategia, le proporcionaría así mismo el desempeño de la función de mando con grado de coronel de las Reales guardias de Infantería Española, asumiendo también el cargo que ostentara su padre cómo Director General de las escuadras de Caballería de España desde mil setecientos treinta y dos.Al mando del Ejército reconquistaría Orán para la corona partiendo de Alicante en la Escuadra de Francisco Cornejo. El contingente, colosal cómo en cualquier empresa que intervenga en la redacción de la Historia consta de seiscientas velas que transportarán más de veintiseis mil hombres con ciento diez cañones y unos sesenta morteros, así cómo los correspondientes pertrechos y provisiones. No les valio a los moros las diversiones que pretendían retrasar la expedición para reforzar Orán, finalmente hecha los restos desembarcando con quinientas lanchas cargadas de granaderos que arribarían a sus posiciones aunque fueron hostigados fuertemente por más de dos mil jinetes enemigos.
Camino de la Leyenda.
Los granaderos harían retroceder al enemigo permitiendo el completo desembarco del resto de fuerzas y con todo el contingente en tierra se comenzaron a tomar posiciones con el fin de asegurar la presencia militar española, tomando posiciones cómo la de Monte Santo, atemorizando así a los defensores de Orán ante el predominio y ventaja estratégica, lo que hizo que con poca resistencia los españoles la tomaran con sus cinco fortines, contándose entre lo aprehendido un total de ciento treinta y ocho cañones, siete morteros y gran cantidad de munición. En su puerto además, conocido cómo Mazalquivir, se capturaron una goleta y cinco bergantines corsarios que se incorporarían al servicio de la Real Armada. Antes de su retorno a España, se reforzaría y aseguraría la plaza con ocho mil infantes y un regimiento de artillería que, si bien tuvieron que luchar de nuevo con la morería que cercó la plaza harían que, desde mil setecientos treinta y dos a noventa y uno España tuviera una plaza de soberanía más en África.
Ese mismo año de mil setecientos treinta y dos sería nombrado, con razones de peso, caballero de la Orden del Toisón de Oro. Dos años después, al mando de una nueva división, participaría en la Batalla de Bitonto, acaecida con funestas consecuencias para la Corona de España el veinticinco de Mayo. En la misma y a riesgo de la propia vida, cómo siempre lo habrñia de hacer, arrebataría a los austriacos las plazas de Nápoles y Sicilia para el nuevo rey Borbón. Así, los territorios que hasta mil setecientos habían sido españoles retornarían treinta y cuatro años más a la corona hispánica. Esos servicios le grajearía el agradecimiento de Felipe V en forma de elevación del Condado de Montenar a Ducado, con Grandeza de España según cédula real de veinte de mayo de mil setecientos treinta y cinco. Su carrera la culminaría cómo ministro de la Guerra en el periodo comprendido entre mil setecientos treinta y siete y uno. Esta grande de las Armas de España moriría en Madrid el veintiseís de junio de mil setecientos cuarenta y siete, después de hacer grande su nombre, el del Ejército y el del País al que entregó su vida.
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