Revista Opinión
Nunca supuso que ser millonario pudiera traer consigo la felicidad. Desde pequeño le enseñaron que la riqueza acarrea problemas, que el rico es envidiado por el pobre y que, a su vez, el rico se cambiaría en ocasiones por el pobre. Le aseguraron que el amor no se compra con dinero, que no es mejor quien más tiene. Ahora que es millonario proclama con entusiasmo que sus educadores pasaron por alto el extenso significado de riqueza.Su fortuna empezó a crecer el día que viajó al Chad, uno de los países donde la pobreza es endémica desde siglos atrás. Hacerse cooperante cambió su vida, le proporcionó otra visión del mundo e incrementó su patrimonio. Han pasado cinco años desde entonces y en el inventario personal confiesa que falta espacio para enumerar sus posesiones. Y es que ahora tiene una casita prestada desde la que en días despejados divisa el Emi Koussi. Tiene una acacia en el Sahel a la que recurre para cobijarse en los momentos de descanso. Tiene un tambor kodjo regalado que aún no ha aprendido a tocar. Tiene un lago que ha evocado miles de historias y que renuncia a desaparecer. Tiene a la vista por las mañanas un rebaño de ovejas que se dedica a pasear pacientemente. Tiene un cielo plagado de estrellas cada noche. Tiene…Pero lo mejor, lo que más valora, es tener gratis las sonrisas de los niños, mujeres y hombres de esa acogedora tierra.
* 2º premio del IV Concurso de Microrrelatos Solidarios Ilumináfrica