La exploración espacial siempre me ha fascinado y en las dos últimas décadas vive sus años dorados después de que se abandonara la idea sobre la colonización espacial tras la finalización del programa Apolo. Sondas, robots, satélites artificiales, han proporcionado información de nuestro espacio cercano, con misiones que han visitado los planetas rocosos, con hincapié en Marte, y con sondas que han viajado más allá de los confines del sistema (Voyager 1 y 2), otras que nos ha permitido descubrir los secretos de los gigantes gaseosos (Galileo para Jupiter y Cassini para Saturno), sin olvidarme de mi añorado Plutón, que al fin este año será visitado por la New Horizont.
En ese espacio que parece infinito, la ciencia ficción ha sabido utilizar una poderosa arma con la que contar historias. A veces son viajes a la Luna, vidas en alguna luna de Júpiter, un espía en Marte o toda una cultura en una galaxia muy, muy lejana.
Cuando George Lucas escribió su trilogía original, nadie esperaba en que podía convertirse en el futuro. A buen seguro ni siquiera el propio Lucas podía esperar la acogida de su primera película de “La guerra de las galaxias”, todo un hito cultural que cambió la forma de hacer películas, de cómo verlas y revolucionó el arte de los efectos especiales.La película está llena de personajes carismáticos, que son reconocibles sin ni siquiera haber visto una secuencia, y elementos impactantes, como el inicio fulgurante de una nave persiguiendo a otra (casi pasando por encima de los espectadores en una sala de cine) o el halcón milenario. Pero sobre todos, La estrella de la muerte.
Lucas no creo que fuera consciente de la existencia de Mimas cuando redactó el guión. Puede que supiera que había lunas además de la de nuestro planeta, pero de lo que realmente se puede estar seguro, es que no sabía cuánto se parecían Mimas y La estrella de la muerte.
Mimas es el satélite más pequeño de los satélites mayores que giran alrededor de
Saturno. Descubierto en octubre de 1789, William Herchell, su descubridor, no supo apreciar como una parte de sus superficie estaba formada por un inmenso cráter, descubierto en 1980, que lleva su nombre.Este cráter es lo que da la similitud máxima con la ficticia estrella de la muerte, coincidiendo casi en sus dimensiones (400 km por 375 supuestos). Este cráter fue generado por un impacto a gran velocidad, que estuvo a punto de desgajar al cuerpo, produciendo fracturas que son visibles en el hemisferio opuesto. La altura de las paredes exteriores alcanza los 5 km mientras que en el centro del impacto se eleva una montaña de 6 km.
Este no es el único cráter en la superficie, sino el más importante. Mimas es el cuerpo conocido con más impactos en su superficie, no existiendo casi superficie virgen. Pero a pesar de su aspecto gris y rocoso, lo cierto es que este satélite que gira alrededor de Saturno a unos 185.000 km de su superficie, está formado por hielo y su actividad geológica es nula, aunque parece ser que sí que tuvo cierta actividad en sus etapas iniciales.
Mimas tal vez no sea el satélite que plantee más interés científico de los que orbitan alrededor del gigante gaseoso. Tal vez no sea interesante para los geólogos, porque salvo que te gusten los glaciares o un buen whisky, el hielo sigue siendo hielo, pero su imagen diferente lo hace especial. Una rareza esférica que consiguió sobrevivir. Y sin puntos débiles.
Que la fuerza te acompañe (may the force be with you)