Mi máxima aspiración a día de hoy es hacerme una “bostoniana” más. No es un tema fácil, ¡ojo!. Tras varios días observando las conductas de los sujetos, concluyo que hay tres cosas por encima de todo que hacen los autóctonos de Boston: apoyar a los Red Sox, hablar por el móvil y montar en bicicleta.
La parte de los Red Sox la tengo controlada, ya fui a ver un partido y a cantar “Sweet Caroline” a pleno pulmón con otras 38.000 almas, que es también lo típico que cualquier aficionado a este equipo debe hacer. Y ganaron y todo, que no es costumbre.
Lo del teléfono…Me han pedido el número setenta veces ya, pero claro, el número americano. Y es que lo necesitan para todo, nunca me han pedido tanto el número en España, la verdad. Y yo es que teniendo WiFi casi todo el tiempo, paso de teléfonos, especialmente cuando si hay algo que detesto es hablar por teléfono en inglés, porque no me entero de nada. Así que mi razonamiento es: si no tengo número de teléfono, no me pueden llamar, ergo no tengo que hablar en inglés por teléfono. All right.
Y la última misión para ser bostoniana: la bicicleta. Aquí hay metro, tren, autobuses y una especie de tranvía, pero la verdad que acostumbrada a ir en bici en Madrid que tiene mucha más cuesta, esto ha sido pan comido o, como nos gusta decir a nosotros aquí, ‘a piece of cake’ (perdonad lo redicho que me ha quedado pero dejadme que haga como que ha mejorado mi inglés para intentar sentirme mejor). Así que ahí fui yo, a hacerme con una bicicleta el segundo día para sentirme como una bostoniana más. Me pateé como 5 tiendas buscando mi idílica-bicicleta-de-segunda-mano-barata. A las 4 de la tarde, analicé la situación y entendí que o cambiaba mi concepto de barato o no iba a encontrar nada. Entonces, llegué a un mercado de cosas de segunda mano (llámadlo de objetos vintage, si os gusta más este término “modernete”) y siendo las bicicletas algo más baratas, me hice con una de carreras. El de la tienda las arreglaba en el taller que estaba allí mismo y trabajaba con una chica italiana. Todos muy simpáticos, resultado: salí de allí con una bicicleta, un candado en U y un casco (y por que no me quisieron vender una bocina).
Ni línea 6 circular ni ná
El uso del casco está muy bien, pero de pasarme algo (DiosNoLoQuiera) y después de ver los precios del centro de salud que me cubre, creo que de no morir de manera inmediata, exijo que antes de moverme nadie se me dé un presupuesto y ya hago yo cuentas de lo que me tocaría pagar restando la parte que me cubre la póliza que me ha dado el Ministerio y decido si prefiero tratarme en el hospital estadounidense o espero a que se me pase muy quieta, respirando despacito y tomando manzanillas “que la manzanilla es muy buena“, que dicen las madres (tradicionalmente en mi vida, después de escuchar esa frase y beber la manzanilla he vomitado casi siempre).
Cada mañana, me pongo mi mochila y mi casco, me monto en la bicicleta y voy a la universidad. Vamos picándonos por el carril bici, adelantándonos y siendo adelantados. Especial mención merecen los días de lluvia, que como no caí en que aquí llueve y tal, pues mi bici no tiene guardabarros, y a pesar de que me mojo un poco me compensa, porque todo el mundo me guarda distancia para no mojarse con el agua que voy disparando con las ruedas. Otra cosa importante que hacemos mucho los “bostonianos” es ir evitando los hoyos. Porque aquí las calles son con muchos carriles anchos e incluso carril bici, pero hay unos hoyos en el asfalto que válgame los payos cómo se las gastan, ya he perdido dos pilotos de la bici que han salido disparados. Finalmente, otra cosa que tenemos muy en cuenta los “bostonianos” cuando vamos en bici es evitar que llegue el típico que aparca el coche y cuando va a salir abre la puerta sin mirar llevándose a los pobres ciclista que vienen por el carril bici (Me consuela saber que esto no es una cosa que sólo pase en mi pueblo).
En mi cuarto día en la ciudad, se celebró una especie de cena a la que me invitaron los de mi casa. Como yo era nueva, se suponía que era mi presentación oficial. Me decía google maps que estaba a 20 minutos en bici, chupao. Cogí el móvil, le puse una estrellita a mi destino en el mapa de Google, descargué esa porción de mapa (Es súper útil en el extranjero: mirad). Y a la calle que salí con mi mapa, sin teléfono ni internet, mi bici y mi casco. Y mi luz parpadeante también (antes de que saliera disparada).
Esta no me parece manera de nombrar las calles, señores yankees
Todo iba bien los primeros 10 minutos, hasta que llegué a una gran bifurcación (flecha naranja). Las instrucciones eran sencillas: seguir la calle Washington casi hasta el final, ¿qué pensáis que hizo la becaria ciclista? pues seguir el camino azul, lógicamente. 5 minutos después noté que por ahí no podía ser cuando me topé con el Mystic River (que es el río donde los bostonianos de bien tiramos el cuerpo si tenemos que “de asesinar” a alguien). Y volví a la bifurcación. Y volví a mirar mi mapa del móvil, que ya no me actualizaba bien la posición con el GPS. Y volví a seguir el trayecto azul. Y volví a pararme a los 5 minutos porque llegué al río (no tengo explicación lógica a lo de volver a ir por donde ya sabía que no era), y volví a la bifurcación. Esta vez, algo me dijo que si volvía por el camino azul llegaría otra vez al río (llamadme espabilada) y pregunté a un señor. Que sabía inglés como yo. Y no tenía ni idea. Seguí buscando a alguien, y encontré a una señora. Y la señora me dijo que por ahí no, que eso era otra calle. Y entonces me lió más (se demostró más tarde que la señora tenía menos idea que yo de donde estaba). El caso, que me fui por el trayecto verde, por cambiar. 5 minutos más tarde estaba perdidísima por el pueblo de Somerville.Y si algo tenía claro, es que ahí NO iba. Me puse en un cruce en la acera esperando a algún héroe o heroína. Y allí llegó ella, en su flamante vehículo-extraño-que-mejor-pongo-foto.
De haber aparecido una persona en una bicicleta NORMAL lo hubiese preferido, pero no hubo opción
La chica fue súper maja, y después de chequear la dirección en su iPhone creo que vio que estábamos tan lejos que mejor acompañarme. Y se vino conmigo como 3 km hasta que llegamos. Yo iba siguiéndola porque el chisme este va muy rápido. La gente nos iba saludando (bueno, a ella, que se ve que era famosa en todo Somerville) y finalmente llegamos a la casa aquella en medio de la nada. Y le di las gracias (Muchas veces).
Aparecí en la cena 1 hora tarde, tuve que presentarme, expliqué mi aventura, cené (mucho). Ahora cuando cogí la bici ya me sabía el camino y tardé lo que decía Google Maps. Me calé, eso sí, porque empezó a llover sin avisar pero al día siguiente lo primero que hice fue ir a comprar mi tarjeta de teléfono americana para tener internet en el móvil y no volver a perderme nunca jamás. Eso sí, ya de paso me han clavado sms ilimitados y llamadas ilimitadas (lo que yo más hago: hablar por teléfono en inglés a todas horas).
Reflexión de hoy:
42.373616 -71.109734Mi reconocimiento a toda esa gente que vivió la era anterior a Google Maps: sois muy cracks