El hecho le hará emprender un viaje a través del tiempo y recordar, más de cuarenta años después, su infancia como un niño de origen chino, enamorado de Keiko Okabe, una niña americana de origen japonés. Henry Lee buscará al gran amor de su vida del que fue separado en tiempos de guerra, durante el ataque a Pearl Harbor, y cuyo recuerdo pervive como un sabor prohibido.
Ficha del libro: AQUI
"El sabor prohibido del jengibre” de Jaime Ford, ha sido una lectura más que interesante. No es de las que se devoran sin respirar, pero es de las que acabas aprendiendo un poco. Es la historia de Henry Lee (americano, de padres chinos) contada en dos tiempos alternos muy bien equilibrados. Por un lado nos traslada a 1942 a su niñez (13 años) y por otro a la actualidad, 1986, tras haberse quedado viudo.Henry nos contará, cómo tuvo que soportar durante sus años escolares las burlas de sus compañeros de clase, que por supuesto no lo consideraban americano y lo solo que se sintió durante esa época hasta que conoce a Keiko, una niña japonesa de segunda generación (también americana que ni siquiera habla japonés) y que sufre más o menos la misma situación que él.A través del Henry niño, viviremos las consecuencias que tuvo para la población japonesa el ataque a Pearl Harbor. De la noche a la mañana, todos esos japoneses, ciudadanos americanos, se convirtieron en enemigos y fueron obligados a dejar atrás sus casas, sus negocios, sus vidas al completo, siendo trasladados a campos de internamiento mientras durara la Guerra. Muchos dejaron en el sótano del Hotel Panamá sus pertenencias, que ahora, en la actualidad, salen a la luz, y que dan pie a Henry para contarle su historia a su hijo en la actualidad.
Un bonito libro, que habla del primer amor, de la comunicación entre padres e hijos, de la inmigración, de los hijos de estos inmigrantes, que no acaban de sentirse ni ciudadanos del país donde han nacido, ni del de sus padres. Una historia que puede parecer algo lenta al principio pero que acabas leyendo con mucho gusto.
«Y llegamos a un lugar que, aún a día de hoy, no sabría muy bien cómo definir.
Quizá es ese sitio al que te trasladas cuando suena el timbre del recreo, o allí donde vamos al cerrar los ojos justo antes de soplar las velas, o el viento en el que flotamos al recibir uno de esos abrazos que nos sostienen el cuerpo, las dudas y los miedos...
¿Quién sabe?
O quizá no era más que la parte trasera del armario en el que se había convertido mi vida: ahí donde se almacenan prendas que jamás volverás a ponerte pero que te da pena tirar.»
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El regalo” de Eloy Moreno es, como ya nos tiene acostumbrados su autor, una novela de esas que te deja poso y te hace pensar mientras la lees y también después de terminarla.Creo que “remover” por dentro al lector e incluso “incomodarlo” un poco es exactamente la misión de este libro, donde en ocasiones nos vemos retratados (al menos a mí me ha pasado) y donde también encontraremos el retrato
de seguramente mucha gente que nos rodea, amigos, vecinos, familia… gracias a situaciones cotidianas que vivimos o vemos a diario, si no en nuestra propia vida, a través de las noticias que vemos en televisión.Es una llamada de atención para que espabilemos, para que reaccionemos y luchemos por lo que realmente queremos hacer y para que no nos conformemos con lo que hacemos a diario si eso en el fondo nos hace infelices. Lo lees y dices… tiene toda la razón. Lo difícil después es llevar a cabo todo lo leído. Supongo que en la mayoría de los casos, el libro vuelve a la estantería hasta que una nueva historia nos vuelva a abofetear.
... “La vida está llena de gente que mueve la mente pero deja quietos los brazos, que leen miles de frases del tipo “cada día hay que vivirlo como si fuera el último” o “dedícate a aquello que te haga feliz”, frases que comparten en Internet, con sus amigos, que ponen en las paredes de sus casas… pero después no hacen absolutamente nada por cumplirlo, ese es el problema”.