Revista Ciencia

Miradas perdidas

Por Biologiayantropologia
MIRADAS PERDIDAS

Hablaba Fray Luis de Granada de las miserias de la vida. Y afirma que “sintieron los antiguos sabios, que algunos no sabían si la Naturaleza era madre o madrastra, pues a tantas miserias nos sujetó; otros dijeron que lo mejor de todo era no nacer; o a lo menos morir nada más nacer. Y no faltó quien dijo que muchos no tomaran la vida si se la dieran después de experimentada; esto es, si fuera posible probarla antes de recibirla”. Es una reflexión que se nos anexa, al ver la mirada perdida de los que vagan sin saber a dónde ir, porque han perdido a todos y todo.
No faltan estos días comentarios de variado tipo en relación con la catástrofe sísmica del Japón. Pero yo querría apuntar hacia algo que, en definitiva, tenemos casi olvidado: que de este mundo no saldremos vivos; que la salud es un estado transitorio que no presagia nada bueno. La sabiduría popular ha acuñado expresiones semejantes, con un tono de fina ironía, para poner de relieve la precariedad de los días que se nos han dado vivir. La contingencia de todo lo humano. La muerte, inscrita en la vida. Todo, en el fondo, es un don; y hemos de estar agradecidos.
El hombre pretende someter a la naturaleza, pero vemos cómo una perturbación natural puede borrar del mapa toda una ciudad, una comarca, y dar al traste con la tercera potencia mundial. Y además, contemplarlo con la más absoluta impotencia. Desde la antigüedad tenemos constancia de estas calamidades de la naturaleza. Definitivamente, podemos concluir que el hombre sigue siendo hombre, a pesar de todo el progreso tecnológico; y que Dios sigue siendo Dios. Y la naturaleza, por ahí anda.
Quizá tengamos que mirar más hacia lo alto. Cuando los caminos y los puertos de la esperanza se nos presenten anegados, y la tierra bajo los pies se nos mueva, nos dice Fray Luis de Granada, “busca entonces los del cielo por medio de la oración, que Dios dejó para socorro de todos los males”. Y más adelante, hace al lector la gran pregunta del millón: si es éste un seguro y universal remedio para todas las necesidades y aflicciones de la vida. Él afila su garra experiencial y responde con un texto del Deuteronomio: “no hay nación en el mundo tan grande que tenga sus dioses tan cerca de sí, como nuestro señor Dios asiste a todas nuestras oraciones”. Y, colgados, como estamos, sólo podemos agarrarnos a lo que el profeta Isaías nos dice: “derramo en presencia de Dios mis lágrimas, y le doy cuenta de mi tribulación, cuando mi espíritu, fatigado, comienza a desfallecer”.
No hay mucho más que decir. Lo he echado en falta. Hay desgarro, espanto, tribulación, angustia, por un lado; por otro, indiferencia, desdén, arrogancia, desafío, encorajinamiento, encaro. Nada más nos queda, ante la furia desatada.

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