Revista Ciencia

Mis decepciones (personales) con el movimiento escéptico

Por Daniel_galarza
"Nadie es de una vez y para siempre escéptico. El escepticismo es un proceso continuo y autocorrector, no un fin que se debe alcanzar." Todd C. Riniolo y Lee Nisbet.
Mis decepciones (personales) con el movimiento escéptico Me adelantaré un poco a mis críticos, y seré el primero en admitir que el título en realidad es muy injusto con lo que aquí voy a contar. Yo personalmente sigo creyendo que el movimiento escéptico es uno de los más importantes movimientos sociales de la actualidad, y su importancia radica en el potencial aun no logrado de llegar a las masas y cuán fácil es mezclar su mensaje (la promoción del pensamiento crítico y la perspectiva científica del mundo) con otros movimientos sociales en favor de la educación, el medio ambiente, la justicia, la salud y la cooperación.
Sigo creyendo que la trinchera desde donde me siento más cómodo aportando mi diminuto (pero espero útil para alguno) granito de arena al escribir y hablar sobre temas como la pseudociencia, la cultura científica y el Estado laico, sigue siendo la del escepticismo científico. El movimiento escéptico no es único ni homogéneo. En realidad es muy distinto, incluso de país en país. En algunos lugares los escépticos están bien organizados, en otros no tanto. En algunas partes, el movimiento escéptico es uno con el movimiento ateo, mientras que hay sectores "tradicionalistas" donde no mezclan ambos. Como no es una religión ni una ideología política, entre los grandes autores el escepticismo moderno se encuentran tanto anti-teístas declarados como teístas, deístas y panteístas; hay escépticos de izquierda y de derecha política. Es así que en el movimiento escéptico no encontrarán dogmas, pero sí personas dogmáticas.
El canon escéptico se encuentra en constante cambio y crecimiento gracias a las nuevas formas de irracionalidad que se generan a partir de los mismos viejos trucos de los vendedores de aceite de serpiente del siglo XIX. Lo que me ha resultado terriblemente decepcionante es que entre los escépticos (incluso entre las "personalidades" del movimiento), podemos encontrar irracionales, dogmáticos y hasta furiosas personas que no están dispuestas a debatir ni aceptar que no siempre tienen la razón. Bien lo comentaba Julian Baggini en su último libro Los límites de la razón (2017): los peores enemigos de la razón, en veces, son sus propios defensores o quienes dicen defenderla.
Anécdotas de decepción
Si bien, tras pensarlo mucho, mis decepciones pueden dividirse en tres categorías: 1) decepciones anecdóticas; 2) decepciones por "madurez" intelectual; 3) decepciones criminales. Algunas del primer y segundo tipo ya las he contado antes en distintos artículos de este blog. De la del tercer tipo (como el escándalo detrás de David Silverman), estoy pensando en escribir un artículo especial. Por el momento me limitaré a mis decepciones personales, encuentros (virtuales) con algunas voces reconocidas del movimiento escéptico (algunas más que otras) que me terminaron dejando con un triste y mal sabor de boca. De algún modo, este tipo de "encuentros" me han hecho replantearme más de una vez aquellos conocimientos y experiencias que ya daba por sentadas, re-examinando mis opiniones, y hasta cierto punto ayudándome en la autocrítica que siempre es necesaria. Aún así, considero los casos que aquí les platico son tristes ejemplos de cómo mis interlocutores estaban equivocados y cómo se negaron a aceptar la crítica. 
Es muy usual, por redes sociales, encontrarse con personas que al principio pensabas tenías más puntos en común y que compartías por lo menos un núcleo de ideas básicas para entablar debates racionales, tolerantes y constructivos con estas personas. Así lo pensaba, por ejemplo, del biólogo y estudiante de maestría en Filosofía de la ciencia, Jorge A. Romo, o el filósofo de la ciencia español Angelo Fasce, el psicólogo Héctor Escobar Sotomayor y, claro, el periodista científico Mauricio-José Schwarz. Para mi desgracia (no la de ellos), los cuatro optaron por eliminarme de sus contactos, demostrando que ya no tenían ni querían intercambiar ni una sola idea más conmigo. Obviamente están en su derecho de hacerlo, cortar una controversia cuando les parece demasiado incómoda, y aun así tener razones equivocadas para hacerlo.
Con Jorge Romo tenía bastantes puntos en común: ambos somos jóvenes interesados por la divulgación de la ciencia así como la filosofía de la ciencia; ambos pertenecemos a la generación de ciudadanos escépticos que aprovecharon internet y redes sociales como sus principales medios para hacerse oír, mientras que en generaciones pasadas, los escépticos buscaban aunque fuera cinco minutos de espacio en un programa paranormal o alguna esquina dentro de un periódico con un artículo corto. Jorge también es alguien que ha tenido sus decepciones con varios dentro del escepticismo científico, y su herejía por denunciarlos le había costado una que otra desamigada. Me parecía interesante su propuesta de un "meta-escepticismo" donde se analizaran las afirmaciones extraordinarias de algunos escépticos, aunque el escepticismo científico se supone ya cumple con esa tarea por sí mismo. Su blog (aunque solo lo tuvo por poco más de un año) Las piedras falaces de Marrakech ya mostraban algunos artículos críticos que supongo más de alguno llegó a considerar como "fuego amigo" para después sentirse ofendido.
Pero no estábamos de acuerdo en varios puntos. En primer lugar, recuerdo su defensa ingenua de la teología, denigrando el trabajo de autores (criticables, claro está) como Richard Dawkins y exaltando el de verdaderos sofistas modernos como Alvin Plantinga y William Lane Craig, reconociéndoles mayor mérito porque ellos eran académicos, y bueno, hablaban de aquello de lo que se habían especializado: la defensa del cristianismo. Así, en una ponencia que (si no me falla la memoria) le rechazaron para un coloquio de ateísmo, aseguraba que:
Si uno quiere entender cuál es la importancia de la más reciente explosión observada de una supernova, uno iría con un investigador del Instituto de Astronomía de la UNAM en lugar de ir con Jaime Maussán. Si uno quiere entender qué es la religión, uno puede ir a preguntarle a filósofo Alvin Plantinga, no a Dawkins.
Jorge explicaba que él estaba más interesado en saber por qué la gente cree en dioses y similares, antes que en decir que la religión es una tontería. También aclara que lo que admira de los apologistas cristianos es que demuestran que la racionalidad no es un monopolio de los científicos ni los racionalistas, sino que también alguien profundamente religioso podía defender sus creencias de manera racional. Pero cuando le respondían que Dawkins no se limita a decir que la religión es una tontería, que lo de muchos apologistas es sofisma y no filosofía racional, y que tenemos desde la antigüedad sabiendo que es posible defender cualquier tontería racionalmente, él sencillamente dejaba de comentar.
En otra ocasión anunciaba que renunciaba al escepticismo (?). En ese entonces publicó sus "razones" de su renuncia (aclarando que él seguiría siendo de pensamiento escéptico). Me ocupé de señalar las debilidades de cada una de sus razones (la principal: falsa generalización), pero permaneció inmutable, algo que me hizo considerar que también estaba renunciando al pensamiento escéptico. Por último, acabamos teniendo un breve debate virtual sobre el valor de la divulgación de Carl Sagan (Romo tiene cun viejo artículo donde hablaba de los puntos buenos y malos de este astrónomo). En aquella ocasión solo esgrimió unas pobres razones por las que Sagan debía ser visto como un "rockstar", y por tanto había que estudiarlo con reservas. Sus ejemplos fueron refutados tanto por mí como por algunos comentaristas más de mi perfil, a lo que solo respondió con un "esa es mi opinión". Acto seguido, fui bloqueado. No niego su derecho a hacerlo si ya se sentí muy presionado, pero creo el tema y el tono con el que lo estábamos tratando no eran ni de cercas una justificación para tal acto.
Con Angelo Fasce me ocurrió algo similar. Angelo comenzó a darse a conocer entre los grupos de escepticismo gracias a su (entonces) nuevo blog, La venganza de Hipatia. Angelo tiene años haciendo estudios y denunciando de manera activa el amplio y preocupante abanico de pseudopsicologías que pueblan tanto en la academia como en el mercado de la salud mental y el entendimiento de la conciencia. Su conocimiento sobre pseudoterapias como el psicoanálisis me parece uno de los más enciclopédicos y rigurosos, y ha hecho una labor importante de divulgación ayudando a crear coloquios sobre las pseudociencias así como uniéndose al admirable trabajo de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP). Hoy, según yo hasta donde internet me permite observar, la de Angelo es una de las voces más importantes en España en la lucha contra las pseudociencias desde el mundo académico, además de ser un interesante filósofo de la ciencia que ha estudiado con detenimiento el problema de demarcación ciencia-pseudociencia.
Sin embargo, algo que siempre me ha inquietado de Fasce es su forma tan burda de hacer divulgación. Y lo digo sin intención de ofender, de la manera más objetiva posible con la única intención de apuntar una debilidad en un blogger que creo tiene conocimientos importantes para compartir. El mejor ejemplo (y razón de mi decepción) es su artículo dedicado a Mario Bunge donde tal cual afirma que el epistemólogo argentino es el "Paulo Coelho de la filosofía de la ciencia." Dudo francamente que Bunge necesite una defensa de su obra, ya que ésta habla por sí misma, y está muy lejos de la valoración de Fasce. Pero aquel día que publicó el artículo me encontraba con tiempo de sobra para escribir una larga crítica, donde mi punto principal era simple: su crítica era muy simplista y más simplista aún su cinismo de darle la vuelta a quienes lo criticaban acusándolos de ser argentinos. Angelo me respondió con una larga contra-réplica con iguales flaquezas argumentativas, sacando a relucir joyitas como el sugerir que Science, para elaborar el Science Hall of Fame, "hubiera tenido que hacernos la pelota de algún modo a los hablantes de castellano y haya elegido a alguien con mucha visibilidad que, encima, está muy en la órbita anglosajona" porque Bunge aparece en éste (el único autor hispanoparlante) mientras que Santiago Ramón y Cajal no. Luego de algunos pocos intercambios más, acabó diciéndome que se sentía "poco nervioso" con el debate, y acto seguido (¿lo adivinan?) me eliminó de sus contactos. Ya no suelo perder mucho mi tiempo leyendo sus artículos de blog, aunque me ha interesado su trabajo en artículos académicos, organizaciones de coloquios de pensamiento crítico y conferencias sobre pseudociencia. Según sé, su estilo de choro sin contenido intelectual pero con muchas tripas sigue siendo lo que domina en su blog, una muy débil y triste manera de vengar a Hipatia sin duda.
Héctor Sotomayor, uno de los iniciadores del movimiento escéptico en México (junto a Schwarz y otros), es de los primeros autores que supe hacía un análisis psicosocial del fenómeno ovni. Algunos de sus artículos de sus buenos años como escéptico activo de la SOMIE aun se conservan en el blog Marcianitos Verdes. Pero Sotomayor es lo que podríamos llamar un lobo con piel de oveja. Un magufo que criticaba la magufería de Maussán, a la vez que alaba la de Jacques Lacan. Y es que Héctor, para mi sorpresa en un primer momento, es un psicoanalista de corte lacaniano (lo que los escépticos, en broma, llamamos un charlacanista). En una ocasión Jorge Romo publicó una pregunta sincera sobre si el psicoanálisis puede ser considerado una pseudociencia. Sotomayor respondió como lo que Alan Sokal llama una disciplina ni/ni: ni ciencia, ni filosofía, ni literatura, ni...
El psicoanálisis (sobre todo el charlacanismo) es uno de los ejemplos más comunes de pseudociencia, al ser una disciplina ajena al conocimiento científico de la neurociencia y la psicobiología, presentar hipótesis oscuras que o han sido refutadas (como la memoria reprimida) o son infalsables (como el complejo de Edipo) e irrelevantes, y ser contraria a los principios generales de la ciencia (empezando por ser dualista al suponer mecanismo y entidades inmateriales). El charlacanismo en específico se ha caracterizado por ser doctrinario, donde sus seguidores solo hacen apología de textos oscuros antes que investigar algún problema real. También es una escuela bastante dogmática dispuesta a aplastar la crítica antes que responderla, como fue el caso de la censura contra la directora del documental "El muro", en Francia. Aquella vez le pedí a Sotomayor que mostrara un ejemplo en el que el psicoanálisis haya aportado alguna solución a algún problema real de la psicología. El charlacanista se ocupó de divagar brevemente y acto seguido me eliminó de sus contactos. Hoy en día, Sotomayor se sigue ocupando de promocionar su doctrina cuasireligiosa que se hace pasar por psicoterapia del todo, desde el análisis de "lo que quieren las mujeres" hasta las "razones psicoanalíticas" por las que Trump ganó la presidencia, todo desde su blog Bitácora psicoanalítica.
Por último, pero no menos importante, con el periodista Mauricio-José Schwarz es con quien más tristeza y decepción me he sacado. Como ya he comentado varias veces en otros lados, tengo una gran deuda con Schwarz por tener uno de los primeros y mejores blogs de escepticismo en español, El retorno de los charlatanes. Sus conferencias y canal de YouTube son todas imperdibles y valiosos materiales contra el dogmatismo, la pseudociencia, la superstición y el embuste en sus diferentes variedades. No en vano muchos magufos lo toman como la principal figura del escepticismo científico español, dispuestos a denigrarlo, insultarlo y retorcer hasta las más mínimas de sus críticas contra la homeopatía, la ufología, la parapsicología o contra sus críticas al neoliberalismo, la iglesia católica o la izquierda feng shui. Schwarz, junto a los igualmente admirables Héctor Chavarría, Luis Ruiz Noguez y Mario Méndez-Acosta, entre otros, es uno de los fundadores del movimiento escéptico mexicano, además de ser uno de los primeros impulsores de la ciencia ficción en México, y un importante crítico social de la izquierda ilustrada que tanta falta hace en América Latina.
Por esta deuda intelectual es mi profunda decepción ante la incapacidad de Mauricio de aceptar que alguien le ha mostrado que se encontraba en un error. No estoy interesado en hacerme notar a partir de nombres ya notables como él entre ciertos círculos, pero sí me llamaba la atención que un desconocido estudiante de filosofía como yo, tuviera mejor calidad a la hora de exponer argumentos en un debate como el que se encuentran creando algunos divulgadores mal informados sobre el valor de la filosofía como disciplina académica. En una ocasión, ya eliminado de sus contactos, el distinguido periodista publicó lo siguiente, según él sin afán de hacer trolleo:
No es por trollear pero ¿alguien me explica qué significa "saber filosofía" con una respuesta que no sea "conocer la historia de la filosofía"? Es que saber física es conocer las leyes que rigen el comportamiento de la materia y saber biología es conocer los procesos que ocurren en la materia viva, y saber derecho es conocer las leyes y su interpretación, y saber guitarra es algo entre acompañarte "Cantares" berreando desafinado y marcarte un concierto como Yngwie Malmsteen y así sucesivamente, pero... ¿qué es "saber filosofía"? Yo luego les doy mi propuesta de respuesta.
Su publicación disparó hilos de comentarios, algunos más precisos que otros. Por mi parte, escribí una nota que nunca recibió respuesta, donde expresaba de la forma simple que quería lo que es "saber filosofía". Y es que algo que nunca ha comprendido Schwarz, es que el primer error que comete en su crítica a la filosofía, no es el de atreverse a criticar a la filosofía, sino considerar que ésta es un sinónimo de reflexión y/o especulación desconectada del conocimiento sobre el mundo que nos rodea (o sea, el conocimiento científico). Sin percatarse que científicos y divulgadores, desde tiempos inmemorables, han hecho uso tanto de conceptos, hipótesis y teorías filosóficas, asegura que los problemas filosóficos son todos especulaciones o "fantasías filosóficas" como él ha llegado a escribir, que los científicos nunca han necesitado de la filosofía para realizar su trabajo de investigación, y que los filósofos profesionales son unos parásitos que cobran por especular  de manera desenfrenada en universidades públicas.
Como también he aclarado varias veces, es cierto que muchos con títulos de filosofía hacen precisamente lo último, uno de los variados síntomas del malestar o crisis por el que atraviesa la filosofía profesional. Hay otras áreas del saber que atraviesan por sus distintas crisis, como la psicología y su crisis actual ante la falta de replicabilidad de sus estudios, o la física teórica y sus crisis de estancamiento en teorías que no han producido ni un avance importante en décadas, como lo es la teoría de cuerdas, y no por eso afirmamos que todos los psicólogos y físicos teóricos profesionales son parásitos del sistema universitario (algunos sin duda lo son, pero seríamos muy ingenuos, por no decir otra cosa, si afirmáramos que dichas disciplinas académicas son inútiles). La antifilosofía de Schwarz y otros divulgadores es una manifestación notoria de anti-intelectualismo que ya antes hemos analizado con más detalle (aquí y aquí), y que puede deberse a varios factores, entre ellos la crisis de la filosofía académica pero también una falta de formación adecuada en humanidades dentro de las carreras científicas y tecnológicas.
Pero lo más decepcionante no es su aferrado anti-intelectualismo, sino su negación ante la crítica que hace imposible que sea capaz de reconocer un solo punto de la crítica, sea mía o la de alguien más. En ya varios años de recibir críticas por sus erróneas valoraciones de la filosofía (no por su crítica en sí), nunca he visto que Schwarz reconozca que se ha equivocado al menos en los más mínimos puntos que ha tocado. Nunca. Admiro su trabajo en divulgación científica y pensamiento crítico y siempre tendré respeto por sus mayores aportes, pero no puedo tenerle respeto como intelectual cuando alguien como él responde que uno lo critica porque está delirando o porque me encuentro "absolutamente obsesionado" con él, considerando que una de mis principales ocupaciones es la de denigrarlo, al grado de compararme con trolls pro-homeopatía. No se puede guardar mucho respeto, y por más que uno trate, es imposible sostener la imagen de intelectual crítico en donde lo tenía cuando responde este tipo de cosas a una crítica:
En esos casos, siempre lo he dicho, lo oportuno es retirarse. Decía Lazarus Long, el gran personaje de Robert Heinlein "Nunca trates de enseñarle a cantar a un cerdo, perderás tu tiempo y pondrás de malas al cerdo". Y yo no quiero perder el tiempo ni poner de malas a nadie (y no, que ya lo veo venir, no estoy diciendo que nadie sea "un cerdo", es que así es la cita, y se trata de _abstraer_ el concepto más allá del ejemplo concreto... si el encéfalo y las glándulas lo permiten).
Y a pesar de todo, sigo pecando de ingenuo, manteniendo la fe en que en lo más profundo sabe que se equivoca, y que es esa la razón por la que nunca ha escrito una sola palabra de sus valoraciones de la filosofía más allá de Ask o de una entrevista rápida y lamentable.
Estas experiencias me ayudaron a confirmar la hipótesis de Todd C. Riniolo y Lee Nisbet, así como la de tantos otros que han tenido alguna experiencia similar a las mías: que alguien sea conocido por "ser escéptico" no significa que lo sea de todo, ni es garantía para la aplicación del escepticismo de manera objetiva. Es por esto que debemos dar las gracias que el movimiento escéptico, aunque haya veces que no lo parezca, se ocupa de abrir espacios para la autocrítica aún cuando eso pueda ofender a algún autor más o menos reconocido.
Y aún nos faltan las decepciones "intelectuales", de autores famosos que en un momento consideraba ampliamente admirables pero que ahora miro con bastante reservas. Pero esa ya es otra historia...
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* "The Myth of Consistent Skepticism: The Cautionary Case of Albert Einstein", artículo de Todd C. Riniolo y Lee Nisbet en Skeptical Inquirer, Mayo/Junio, 2007.

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