Comienzo una de las más célebres comedias de la factoría Zucker-Abrahams-Zucker, que rescató del olvido al ya de por sí olvidado Leslie Nielsen como protagonista absurdo y proporcionó a O. J. Simpson la notoriedad en el cine que poco después se multiplicaría por mil con las retransmisiones televisivas de sus juicios por asesinato.