La filmografía del australiano Peter Weir vale mucho la pena en su conjunto. Películas rentables y con buenas críticas vienen acompañadas de productos más comerciales, populares e irregulares, en una carrera cuyos altos (como La última ola, Gallípoli o El año que vivimos peligrosamente, las tres hechas en Australia) vienen compensados con algún que otro bajo, casi todos hechos en Hollywood. Es el caso de Matrimonio de conveniencia (Green card, 1990), cuya trama, muy previsible, está de vez en cuando sembrada de momentos estimables, como la secuencia del piano, con Depardieu machacando su curiosa música experimental…