Sublime momento de una de las mejores películas de todos los tiempos, Metropolis (1927), dirigida por Fritz Lang, recientemente restaurada y proyectada en la vía pública en pleno centro de Berlín, que nos traslada a una gran ciudad del siglo XXI en la que los obreros con concentrados en los subterráneos donde viven y trabajan con la prohibición de salir al mundo exterior (trama plagiada hasta la saciedad por todos aquellos directores que juegan a la ciencia ficción, empezando por George Lucas); llamados a la rebelión por un robot, amenazan con destruir la ciudad si los jóvenes Freder y María no logran despertar sus sentimientos de solidaridad y amor fraterno.
Buque insignia de la famosa productora alemana UFA y extraordinario fracaso de taquilla, esta parábola apocalíptica de una sociedad futura despertó la admiración del incipiente partido nazi (viendo el contenido de la trama no es de extrañar que quisieran apropiarse la parte del mensaje que, presuntamente, encajaba con su “ideario”), ante cuyo éxito electoral Lang optó por huir de Alemania la misma noche, según se dice, en que Goebbels lo citó en su despacho para ofrecerle la dirección de la cinematografía del Reich.