Secuencia de apertura de esta obra maestra de Ingmar Bergman, uno de los comienzos más inquietantes, complejos y discutidos de la historia del cine. Más que una introducción narrativa, todo un manifiesto cinematográfico, filosófico y espiritual que condensa en apenas seis minutos los grandes temas de la filmografía del cineasta: la identidad, la representación, el silencio de Dios, la crisis del yo, la naturaleza del cine y los límites del arte. Tras este inicio, la película presenta a Elisabet Vogler (Liv Ullmann), una actriz que, en plena representación teatral (nada menos que Electra, de Sófocles, cuya protagonista, que es su papel en la obra, vive atrapada entre el deber y la culpa), ha decidido dejar de hablar, y que recibe los cuidados una enfermera (Bibi Andersson) que arrastra sus propias dudas e inquietudes.
El prólogo adelanta las profundas razones del gesto de Elisabet: el silencio como rechazo de la representación, como negación del papel impuesto (social, artístico, cultural, incluso sexual…) a la mujer. El artificio como espejo. Persona, el término latino para denominar la máscara.
