¿Cómo ayudo a mis hijos a no pelearse? ¿Qué debo hacer para que no estén todo el día chincha que que chincha? Sí, ésta vuelve a ser otra pregunta del millón. ¿Te las has formulado alguna vez? O quizás la que te ronda día sí día también es "¿qué les pasa a estos dos para que cada día estén batallando por todo?" Pues bien, la respuesta es que no les pasa nada anormal. Otra cosa es que la sangre llegue al río y que en lugar de trifulcas por un juguete o por qué ver en la tele sean batallas campales con tirones de pelo, mordiscos y otras conductas de este calibre.Esto es ya otro tema del que hablar.
¿Cómo ayudo a mis hijos a no pelearse? ¿Qué tengo que hacer para que no peleen tanto?
La verdad es que no existen fórmulas mágicas, ni recetas a seguir. La verdad es que las riñas y las disputas van a surgir siempre entre hermanos por muy bien que éstos se lleven, siempre habrá algún motivo que les lleve a pequeñas trifulcas ya sea por el lado del sofá donde sentarse o por quién termina primero. Las riñas aparecerán sin que podamos evitarlas.
De todos modos, el mejor modo de ayudar a nuestros hijos a no pelearse es enseñar el valor de compartir, de quererse, de tenerse el uno al otro, de cooperar en lugar de competir. Y esto empieza desde el día 1.
Sabemos que los niños tienen un pensamiento egocéntrico, que les es difícil ponerse en el lugar del otro hasta pasados los 5 años, pero eso no quiere decir que como padres no demos ejemplo y enseñemos el valor de compartir, de negociar, de ser capaces de entender los motivos de los demás para decir o hacer las cosas, a esto se le llama empatía y es lo que necesitamos para evitar muchas discusiones inútiles. Pero la empatía no se desarrolla hasta más allá de los 3-4 años por lo que hasta esta edad es de esperar que nuestros hijos no entiendan los motivos por los cuales sus hermanos hacen las cosas.
Hay que enseñar con ejemplos el valor de compartir, de negociar, de conceder, de ponerse en el lugar del otro. Y esto se hace desde el seno familiar, con pequeñas cosas del día a día.
Para ayudarles a entender a los demás y así a no pelearse por todo y en todo momento los padres debemos elogiarles siempre que tengan detalles de amabilidad, generosidad y ayuda. De este modo van siendo conscientes que a los demás les gustan este tipo de comportamientos y que es más fácil vivir así que peleando por todo. Los padres debemos practicar este tipo de comportamiento y ser modelos a seguir.
El ambiente familiar influye muchísimo en el aprendizaje de saber compartir y negociar. Unos niños que viven en un ambiente donde favorecemos la amabilidad y la flexibilidad, el dar y recibir, el respeto por los demás, el amor incondicional, la comprensión y el diálogo, y valoramos la cooperación por encima de la competitividad tendrán más fácil aprender a no pelear por todo.
En ocasiones también habrá que ayudarles a encontrar soluciones a sus conflictos y mostrarles nuestra comprensión con los sentimientos que surgen cuando se enfadan el uno con el otro.
Muchas veces somos los mismos padres quienes fomentamos las riñas y las peleas. Un ambiente familiar de ordeno y mando, donde se fomenta la competitividad, a ver quien acaba primero de comer o de vestirse, a ver quién hace mejor esto u aquello es un perfecto caldo de cultivo para que las riñas entre hermanos sean cada día más frecuentes y ellos no dejen de competir y rivalizar por todo. Evitemos este tipo de educación que no lleva a nada más que a construir seres humanos centrados en sí mismos y en sus propias necesidades sin tener en cuenta a los demás.
Recodemos, en cambio, el valor de elogiar a nuestros pequeños cuando comparten, cuando se ayudan, cuando tienen comportamientos amables con los demás y en especial con sus hermanos. Para los niños las pistas verbales de este tipo "Muy bien, habéis estado jugando muy bien los dos juntos compartiendo la plastelina", por ejemplo. Este tipo de pistas ayudan a nuestros hijos a ver las ventajas de ser amables y cooperativos y les hace sentir orgullosos y socialmente competentes.
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