Revista Cultura y Ocio

Miscelánea Literaria: seguimos con un poco de indignación universitaria

Publicado el 14 octubre 2011 por Ruta42 @ruta42

Miscelánea Literaria: seguimos con un poco de indignación universitariaPortada del libro.
La semana pasada os hablaba un poco de este libro más que irrisorio del profesor Fernando Gil Villa, de la Universidad de Salamanca, y os comentaba que habría una segunda parte de críticas hacia el mismo.
A un clic.
Un símil más que irrisorio
Pregunta: ¿en qué se parece un profesor a un obrero? En más cosas de las que parece”. Una afirmación categórica que demuestra que no sabe de lo que habla, y que solo empeorará cada vez que la saque a colación. En la primera ocasión en que hace acto de presencia el tema en seguida se desvía a que el primero ha perdido su “aura sagrada, esa que le hacía ser contemplado como un modelo de sabiduría”. Quizá lo que no se ha planteado que parte de la culpa la tengan ustedes mismos, que si se ha perdido el respeto por la figura profesoral no es todo culpa del Estado, de los alumnos, de los padres de estos, de la televisión o de a quien más pretenda echarle el muerto encima.
Sigue con lo de los obreros: “... por parecerse se parecen hasta en el polvo que respiran y que les mancha la ropa: esclavos de la tiza en el siglo XXI”. Vaya y dígale esto a la cara a mi padre, que ha estado trabajando en una mina de carbón casi treinta años. Háblele del polvo que ha podido manchar su pobre americana, y que él le responda con que el simple hecho de entrar a trabajar suponía un riesgo para la vida de todos y cada uno los que se pasaban las más de ocho horas de jornada laboral a metros bajo tierra. Menuda desfachatez la suya por atreverse a comparar una profesión con la otra en semejantes términos.
Y lo peor está aún por llegar. Página 43: “¿Qué tipo de instrumento utilizas? ¿Tizas? O sea, polvo. Polvo que mancha. Estigma. De forma que te pareces más a un obrero de lo que tú crees. Vamos, que no formas parte de los pocos privilegiados que se han salvado de la maldición bíblica: te ganarás el pan con el sudor de tu frente...
Lo siento mucho, señor Fernando, pero esto ya me parece reírse en la cara de todo aquel que sí sufre de sol a sol en el campo trabajando, bajo tierra en las extracciones de minerales, o quizá algo que le pille más a mano (que no parece que ande muy ducho en el terreno campestre) el barrendero que recoge las colillas de un ardiente asfalto en verano en la ciudad. Eso es sudar y sufrir para poder conseguir un sueldo bastante más inferior al que pueda disfrutar en su nómina. Añadiendo, en opinión, a lo referente al engorro de la escritura en la pizarra, le diré que ya me gustaría a mí que algunos se tomasen la molestia de agarrar una tiza y hacerte el esquema en clase, en lugar de aparecer allí, subirse en la tarima, conectar el habitual Power Point y soltar un discurso monótono, aburrido, sin posibilidad a intervención (como demuestra más adelante que le gustan que sean sus clases) de la que el alumno sale, efectivamente, con la sensación de haber perdido el tiempo.
Por supuesto, siempre hay gustosas excepciones, horas que se te pasan como minutos, que te enganchan en un cóctel perfecto de palabra y apoyo visual. Ojalá fuese el de la mayoría...
El alumno. ¿Parte del problema?
Nadie niega que la actitud de los oyentes en las aulas ha decaído en demasía en los últimos años, a un nivel realmente vertiginoso. Pero en las de educación obligatoria. Lo he vivido de primera mano: malas contestaciones incluso al director del centro, desobediencia de los castigos, padres que se preocupan a niveles gélidos por la enseñanza que ofrecen a sus retoños. También he sufrido la desgana de los educadores en otros temas, que ahora no viene al caso, como es el llamado “bullying” a los jóvenes. Yo misma le perdí el respeto a muchos profesores tras ver como se quedaban de brazos cruzados ante un caso de acoso repetido que tenían delante de sus narices día tras día.
Miscelánea Literaria: seguimos con un poco de indignación universitariaEstá habiendo recortes no solo son el cultura, sino también en educación, la base del futuro de la población.
Hablemos de la universidad, citando una vez más (hay que leerlo para creerlo): “No deberías sorprenderte, querido o querida compañera, si un estudiante levanta la mano en medio de tu explicación y te interrumpe diciéndote que no está de acuerdo con lo que dices. Tendrás que armarte de paciencia y pedirle que te dé la oportunidad de acabar. Tendrás que ser comprensivo/a con su objeción, al ver que no está basada en argumentos sacados de la reflexión y la lectura”.
¿Perdone? ¿Estoy leyendo mal o está acusando ya a sus alumnos de algo parecido a la incultura? Se queja en palabras anteriores de que hemos llegado a un punto en que ninguna verdad es universal. Pues tengo otra noticia para usted: no lo es, y nunca lo ha sido. Desde tiempos remotos se enfrentan fe y ciencia en una lucha por demostrar quién de las dos lleva la razón. ¿El planeta fue creado por Dios en una semana (y descansó al séptimo) o fue producto de una “una singularidad espaciotemporal de densidad infinita matemáticamente paradójica” (según Wikipedia, en definición de la teoría del Big Bang). ¿El ser humano evolucionó según postulaba Darwin? ¿Es más válido el capitalismo o el comunismo?
Y, perdone una vez más, pero no veo cuál es el problema en que un alumno interrumpa la lección aportando un comentario (que desprestigia en esas palabras dando por sentado que no aportará nada al funcionamiento de la clase) cuando, al menos a mí, desde bien pequeña me decían en el colegio que levantase la mano siempre que tuviese una duda, por ridícula que fuera, ya que había posibilidades de que existiese en la cabeza de algún otro compañero, que no se atreviese a pronunciarla en voz alta. Bastante vergüenza daba ya hacerlo, para risa del resto del aula, como para descubrir que, al menos a algunos “profes”, les molesta esto.
Los que estamos en enseñanzas superiores lo hacemos bajo nuestra responsabilidad y esfuerzo. Si no queremos ir a clase, nos vamos a cafetería, pero después del primer curso aprendes a asistir a aquellas que sepas de las cuáles sacarás algo en claro (y en Periodismo no se suele dar el caso en su totalidad, quizá sí en otras licenciaturas. O bueno, ahora, grados).
En relación con esto, ¿le extraña que se haya perdido el respeto a sus figuras de instructores? Le echa la culpa a “otros sistemas de información y formación, como los medios de comunicación o Internet”. Y aquí, como periodista en ciernes y usuaria directa (casi diremos que adicta) a la Red, yo le pregunto, ¿es ese el problema? ¿O es que no saben convivir con el avance de los tiempos y adaptarse a ellos?
Echar la culpa
Internet, la televisión, la radio o la prensa no son responsables ni sirven de excusa de que hagan mal su trabajo. Los educadores han de ser la canalización para aprovechar todos los recursos que hoy en día se ponen a nuestra disposición. Internet no es el demonio, está ahí, en el día a día de cada vez más personas, y hay que incorporarlo a las aulas cuanto antes, normalizar a los chiquillos con ello.
Y sí, la programación que emite la caja tonta es cada día más vergonzosa, pero lo que los padres dejen hacer en sus casas a sus hijos no entra entre sus preocupaciones ni debería. Haga bien su trabajo y lo que ocurra de puertas para fuera del centro educativo, es responsabilidad de los progenitores. Intentar culpar de forma rotunda a estas cosas y no hacer una sola pizca de autocrítica en sus páginas lo único que demuestra es que no le preocupa hacer bien su trabajo, sino buscar excusas en los demás de por qué los alumnos pierden interés.
En definitiva, una apuesta comercial aprovechada del tirón mediático de la palabra "indignados" que lo único que logra es que si alguien de otro escalafón del ámbito universitario lo lea le de la risa.


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