Desde el Paul Getty Museum de Los Angeles a un punto pequeño y escondido pero rico de arte y de historia en Apulia: es aquí que se pueden mirar algunas obras maestras de valor inestimable y de una rara belleza y dónde nadie puede permanecer indiferente.
En este pequeño punto, cualquier pasajero, turista de las playas del Gargano (el tacón de Italia que rivaliza con Cerdeña, Sicilia, Rimini y Riccione) o emigrantes o sus hijos que vuelvan en el pais de origen, pueden deternerse para degustar tomates, mozzarella, pan recien de cocción con una buena copa de vino local, espumoso porqué entre su vinas fluye el agua surgente de un antiguo vulcano.
Aquì en mismo tiempo todos pueden encontrar las huellas de una historia de hace muchos siglos y de sus escenarios modernos, políticos y también tristemente económicos: la historia de restos arqueológicos de notable cualidad del III siglo antes de Cristo y especialmente del "Trapezophoros": un sostén de un comedor con una pareja de grifos polícromos que devoran una cierva, una obra maestra de escultura y de policromía, un espetaculo fuera de los tiempos.
Este trozo juntos con una estatua del dios Apolo y a ánforas, copas y otras presas marmóreas, pertenecieron al ajuar funerario de la tumba de una principesca familia local en Apulia en la época antes del fundamento de Roma. Pecado que dónde exista la riqueza por muchos, hay un más listo que otros que la usas por si mismo y con bien más modestos resultados.
Este patrimonio llegó al Paul Getty Museum en 1985 adquirido por Maurice Tempelsman, rico coleccionista, último compañero de Jacqueline Kennedy que solo fue el último anillo de una cadena que llevaba a muchos personajes y por fin justo al marchante de arte y al excavador de contrabando, que, moribundo y arrepentido, revelò todo: precios y origen de los restos y los años del robo y permitía el comienzo
El Paul Getty Museum después de comprobaciones, resistencias y señas de conflictos judiciales devuelve todos los trozos primero al gobierno italiano y luego al lugar de origen: Ascoli Satriano. Hoy no sujetaría la comparación entre la estructura futurística del Getty Center, la suntuosidad de la villa de Malibu, las ricas colecciones, atravesadas por grandes calles y aeropuertos, hoteles, polos turísticos con este pequeña ciudad montañosa de Apulia alcanzable sólo en coche o en tren de los aeropuertos de Bari o Nápoles.
A pesar de todo la suerte por desempate decidió que todo volviera dónde todo empezò y que fuera más justo que estas obras maestras fueran hospedadas en un viejo monasterio del siglo XIII destinado a polo museístico, en un lugar dónde las excavaciones, hasta por razones diferentes de aquellas arqueológicas, descubrieron una preciosa Vila romana del IV-VI siglo antes de JC, una espesa red de necrópolis del mismo período, adoquinados antiquísimos y todo eso sin estar en Roma.
Asì un pueblecito ganó su batalla para existir en un mundo donde se combate contra gobiernos que impróvidamente declaran que "con el arte y con el turismo no se come", instituciones nacionales despistadas y carentes pero sobre todo con la emigración, la especulación y la indiferencia de quien reputa más importante la modernidad de importación de la rica antigüedad local.
Y aunque, dupues del verano, Ascoli se vacía y solo quedan las historias de los mayores, el silencio de la natura y un sentido de soledad que ni siquiera la red y el web puede borrar, nadie, emigrante o turista, puede permanecer indiferente ante el espetaculo de paz vivida en este lugar, esta unión de religión ancestral, de arqueología, y de gastronomía que a un tiempo alegra y entrista.
(*foto de la portada de Giuseppe Valvano)
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