En esta edulcorada comedia con tintes británicos clásicos ideada como vehículo de lucimiento del actor del momento y la actriz indispensable, ambos dotados ya de una madurez suficiente para salir airosos del pasteleo emocional que representa esta respuesta inmediata a la más que ñoña comedia del año anterior, 1998, horroroso refrito de un clásico, en esta película, digo, protagonizada en 1999 por el inefable Hugh Grant y la entonces reina de la taquilla Julia Roberts, un producto con vocación claramente comercial desde el primer instante, hallamos una buena versión de una canción que únicamente los más veteranos podrán identificar sin dificultad.
El afortunadísimo Elvis Costello es el encargado de abrir y cerrar con la misma canción la película; Roger Mitchell aprovecha una dulce melodía sobre la que discurre una buena letra, que ni pintada para sus particulares fines de rematar una historia romántica con imágenes y sin palabras.
Por supuesto: la canción debe su fama al gran Charles Aznavour que la canta así