Revista Cine
Este fragmento que hemos podido revisar -hoy sin tijeretazos malévolos- pertenece a la película titulada en origen Criss Cross titulada melodramáticamente en español como El abrazo de la muerte y corresponde a la costumbre que en la época de oro del cine sostenía que, en algún momento de una película, debía de haber una especie de interludio musical que, en manos de un hábil director como el germánico Robert Siodmak, servía para avanzar dentro de una trama que no se veía mermada por la presencia de algún músico famoso de la época, como es el caso del líder de esa orquesta, Esy (Ismael) Morales, compositor asimismo de la pieza, titulada Jungle Fantasy, una buena muestra de ritmo frenético que retrata perfectamente el estado de ánimo del protagonista de la cinta, el joven Steve Thompson que no puede sacarse del corazón el recuerdo apasionado de su ex-esposa Anna, al extremo de implicarse con el nuevo esposo de ella, un tal Slim Dundee de dudosa reputación provista de un halo del hampa escurridiza, independiente y peligrosa.
Siodmak le había dado a Burt Lancaster la oportunidad de su vida al confiarle el protagónico de The Killers (Forajidos de Hemingway, a la que dedicamos una serie de entradas hace más de cuatro años ya) y al cabo de tres años requirió su presencia de nuevo para representar un tipo bastante parecido que, en la mejor tradición del cine negro, se halla, presa su voluntad, en manos de una pérfida y codiciosa mujer fatal a la que da imagen la bella Yvonne de Carlo, por entonces, 1949, reina del technicolor propio de las aventuras exóticas, una apuesta de inicio arriesgada pero que revela la enorme profesionalidad tanto de la actriz como del director pues la malvada Anna consigue conducir a su enamorado Steve por el camino de la tragedia personal.
Siodmak no debía demostrar nada a mediados del siglo pasado y si lo hace es economizando fotogramas manteniendo el ritmo hasta alcanzar un metraje de menos de hora y media, adoleciendo si acaso de un final precipitado y con exceso de moralina.
Pero antes podremos comprobar cómo un guión bien escrito, a pesar de la escasez de tiempo, dispone de diálogos suficientes para retratar a los personajes secundarios, incluso la dipsómana que habita en la esquina de la barra sufriendo la compasiva mirada del camarero sabio de la vida, dando por sentado que naturalmente Daniel Fruchs y William Bowers aprovechan la línea argumental de la novela de Don Tracy para presentar un villano tan elegante como Slim Dundee que seguramente sin las buenas maneras del siempre espléndido Dan Duryea no hubiera sido lo mismo.
Siodmak imparte una lección magistral -que visto lo visto cayó en saco roto- del uso elemental de una cámara moviéndola firmemente sin prisas ni aceleraciones pero colocándola donde mejor muestra la historia que nos cuenta; la iluminación en clásico blanco y negro como era de esperar se adecúa al dramatismo del momento que narra, ofreciéndonos la paleta de Franz Planer tanto una completa gama de grises como un esforzado contraste casi expresionista, y los planos de que se vale Siodmak comprenden la práctica totalidad de lo imaginable, desde planos detalle hasta picados desde una altísima grúa que además se moverá y descenderá, sólo para enfatizar una acción criminal que luego retratará con muy poca visibilidad emplazando la cámara casi a ras del suelo: un verdadero festín que se acentúa cuando uno dispone del dvd y se permite el lujo de ver la misma escena con o sin sonido, advirtiendo que Siodmak lo cuenta todo con la mirada. Hagan la prueba si les es posible.
Porque incluso en la dirección de actores Siodmak brilla, consiguiendo que por la situación del personaje y su lenguaje corporal se adviertan perfectamente las tensiones que la trama produce. Y a pesar de ello los diálogos no sobran y encima se da el lujo de enriquecer la presentación mediante una voz en off que acompaña fragmentos en flashback -al modo usual de la época, ya advertido en su anterior encuentro en The Killers- que, en una muestra de señorío, Siodmak rompe cuando le parece, dejándolo atrás y reanudando la narración cinematográfica en el presente vigoroso introduciendo la duda en la posible resolución de la trama, dando un par de vueltas de tuerca más a la ya de por sí alambicada historia, mezcla ajustada de melodrama y thriller, otra pieza de genuino cine negro que no puede faltar en la estantería de ningún cinéfilo que se precie de serlo.