Revista Cultura y Ocio

Moccia, literatura y marqueting

Publicado el 24 marzo 2014 por Jcromero

Que la publicación de libros está más ligada al concepto de mercado que al de literatura, parece evidente. Cosa distinta es apelar a los vínculos entre literatura y mercado para ensalzar o condenar a determinadas obras. Quiero dejarlo claro que el título de esta entrada es simple recurso; en este post no pretendo escribir de literatura, porque soy un simple y esporádico lector,  ni de Moccia, de quien no he leído nada, ni por supuesto de marketing porque es una estrategia que desconozco.  

Resulta que Federico Moccia —la primera referencia que tuve de él estaba ligada a cierto ritual de candados y puentes— ha elegido al pueblo de Vejer como escenario de su próxima publicación. Los interesados pueden teclear en su buscador habitual palabras como Moccia y Vejer para comprobar que, a iniciativa de la editorial Planeta, el autor realizó una especie de gira turística por las poblaciones candidatas para finalmente decantarse por Vejer.

Aunque todos los indicios apuntan en la misma dirección; si hay más mercadotecnia y promoción que literatura, no es el motivo de estas líneas. En todo caso, Moccia parece un tipo honesto que no engaña a nadie: «nadie lee una novela si no tiene un buen márketing y una buena cubierta». Entonces, no se trata de publicitar un producto literario sino de concebir la narrativa como un artículo de consumo, algo que tampoco supone novedad alguna. Al fin y al cabo, para cualquier empresa editora, la mejor novela es la que más ejemplares vende.

Si todo ejercicio narrativo se desarrolla en función del destinatario y receptor, que el decorado del relato sea un pueblo del sur o del norte, en este caso, parece un dato intrascendente. Moccia recurre a lo local como escenario, prestándose a la sugerencia de su editorial, para realizar una especie de concurso que determine el lugar concreto donde ubicar las aventuras de los protagonistas de su última obra.  El tema del amor, por ser universal, trasciende de lo local y el autor italiano no tiene problemas en colocar a los personajes aquí o allí. El amor, el desamor o la amistad no es muy diferente en el norte o en el sur. Los matices, en este caso, no son relevantes; la realidad socioeconómica o cultural tampoco. Leo que Moccia escribe para gente joven, para personas que probablemente huyan del desgarro que supone la experiencia diaria de una realidad cargada de alarmas, prebostes corruptos, decepciones y frustraciones. Moccia escribe para personas que prefieren engancharse a las fantasías y ensoñaciones. Él, pone un producto en el mercado y hay quien lo compra. ¿Algún problema? ¿Para quién escribe un escritor? En la respuesta a esta pregunta puede estar la clave para comprender las intenciones de cualquier autor.

Es cierto que hay un permanente intento de difuminar la línea que separa el subproducto de la auténtica literatura. Pero, probablemente al destinatario de la obra de Moccia no le importe nada de esto; quiere sumergirse en una historia y si lo que lee es una obra literaria o un simple lío amoroso propio de revistas de peluquería es algo que le trae sin cuidado.

El mundo editorial sabe llegar a todos los colectivos. Suplementos culturales y revistas especializadas, al servicio del grupo editorial correspondiente, son algunas de sus herramientas. Nada nuevo. A finales del siglo XIX la publicación de libros no era ajena a conceptos como mercado y mercancía. La proliferación de comedias de enredo, novelas por entregas o la novela de folletín, lo prueba. Nada nuevo. El capital tiene olfato para el negocio y no duda en preparar el lanzamiento de su próximo producto con una campaña plagada de guiños estudiados y planificados. En realidad no hace cosa distinta a otras  promociones y estrategias comerciales. En una sociedad entregada a la dictadura de lo trivial nada nos puede sorprender pero que nadie se alarme: no podrán vendernos aquello que no deseamos comprar. 

Es lunes, escucho  a Nikolaj Hess, Toni Scherr y Kenny Wollesen

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